Cristo Rey

La guerra

Guerra 01 (01)

La guerra
Mateo Flecha, el Viejo

Pues la guerra está en las manos
y para guerra nascemos,
bien será nos ensayemos
para vençer los tiranos.

El capitán d'esta lid
de nuestra parte sabed
qu'es el Hijo de David
y de la otra, es Luzbel.

Y podráse dezir d'él
sin que nadie le reproche:
"Quien bien tiene y mal escoge
por mal que le venga, no s'enoje".

Esta es guerra de primor
do se requiere destreza.
Pregónese con presteza
con pífano y atambor:

"Todos los buenos soldados
que asentaren a esta guerra
no quieran nada en la tierra
si quieren ir descansados.

Si salieren con victoria
la paga que les darán
será que siempre ternán
en el Cielo eterna Gloria".

El contrario es fanfarrón
y flaco contra lo fuerte,
ordénese el escuadrón
que no s'escape de muerte.

La vanguardia llevarán
los del Viejo Testamento;
la batalla, el capitán
con los más fuertes qu'están
con él en su alojamiento;
la Yglesia, la retaguarda.

¡Sus!, todos al escuadrón
mientras digo una canción:
"Pues nacistes, Rey del cielo,
acá en la tierra, ¿queréis sentar en la guerra?

—A sólo eso he venido desd'el cielo
por la guerra que he sabido acá en el suelo.
Yo seré vuestro consuelo acá en la tierra
que asentar vengo a la guerra".

¡Viva nuestro capitán!
¡Sus! Poned la artillería
de devotos pensamientos
con guarda de mandamientos.

¡Démosle la batería!
Las trincheras bien están.
¡Hazia acá ese tiro grueso!
¡Oh!, que tiene tan gran peso
que no le derribarán.

Bien está, ponelde fuego
y luego, luego, luego:
bom, bom; petí patá, bom, bom.
Suelte la arcabuzería:
tif, tof, tif, tof, tif, tof, tif, tof.

¡La muralla se derriba
por arriba!, ¡Sus! a entrar,
que no es tiempo de tardar,
qu'el Capitán va delante
con su ropa roçegante,
ensangrentada. Nadie no
vuelva la cara. ¡Sus!, ¡arriba!
¡Viva, viva! ¡viva! ¡viva!

¡Los enemigos ya huyen!
¡A ellos, que van corridos
y vencidos! ¡Santiago!
¡Santiago! ¡Victorïa! ¡Victorïa!

Qué es la Cruz para Jesús

Posted by: Nycticorax

Exaltación de la Cruz 02 (03b)

“Y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra -dijo nuestro divino Redentor- todo lo atraeré a Mi” (Jn 12, 32).
Jesús, al hablar así, se refería a su muerte sobre el árbol de la Cruz. En este día vamos, por tanto, a considerar, qué es la Cruz.

Durante su agonía en el Calvario, el Redentor parecía el más débil de todos los mortales, que sucumbía víctima del odio de sus enemigos. Pero en aquella hora suprema el madero sobre el cual expiraba se convertía en el instrumento misterioso de su poder, de este poder que había de triunfar de la muerte, del pecado y del infierno, que calmaba las iras de la justicia divina, que reconciliaba el cielo con la tierra y nos abría las puertas de la eterna bienaventuranza. Jesús, además, se valió de la cruz para realizar sus conquistas de almas.
“La predicación de la Cruz -como decía San Pablo (1Co 1, 18)- se oyó por todo el universo y fue más penetrante que cualquier espada de dos filos” (Heb 4, 12), porque separó en el mundo la virtud del vicio y la generación casta, paciente e iluminada, de la raza impura, cruel e idólatra, y estableció entre las naciones el reinado de Cristo.

Luego, todos los que practican las enseñanzas del divino Maestro son discípulos y soldados de la Cruz, y marchan encuadrados bajo su bandera aquellos que entienden estas palabras de su Jefe:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, renúnciese a sí mismo, lleve su cruz de cada día y sígame” (Lc 9, 23). Y cuán felices serán si obedeciendo a esta máxima, a este llamamiento a filas, a este grito de guerra, triunfan hasta el fin de sus pasiones, sufren con paciencia las penalidades de la vida y caminan tras las huellas del Salvador por las sendas de la virtud. Un día serán colocados entre los escogidos que compondrán la guardia del Rey de la Gloria, cuando vuelva a aparecer sobre las nubes del cielo, llevando la Cruz como cetro de poder, para juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces, cuando los pecadores y los enemigos del nombre cristiano le contemplen, prorrumpirán en gritos de desesperación, mientras que los discípulos de Jesús crucificado se estremecerán de amor y de alegría.
¿Queremos ser de estos últimos? Veamos si la Cruz o el misterio de nuestra Redención no es para nosotros motivo de escándalo o locura, por lo menos en la práctica. ¿No hacemos acaso todo cuanto depende de nosotros para evitar el sufrimiento? Y cuando el Señor nos prueba, ¿no nos desatamos en quejas, impaciencias y murmuraciones? ¡Oh, qué cobardes son estos soldados de la Cruz, que ni siquiera saben soportar silenciosamente y con tranquilidad las penas inherentes a sus deberes de estado!

¡Oh Jesús!, haz que desde ahora medite el gran misterio de tus sufrimientos. Quiero aprender en él a soportar y a amar las contrariedades de todos los días.
Tomemos la resolución de amar este símbolo de nuestra Redención y venerémosle en todas partes donde lo encontremos, ya que nos recuerda el misterio de un Dios muerto para devolvernos la vida y atraernos a sí.

Fuente: L. B. c.ss.r, Manual de Meditaciones

El reino de Cristo está dentro de nosotros

Posted by: Nycticorax

CristoRey 04 (09)

Jesús declaró ante Pilatos que su reino no era de este mundo. Es decir, que no había venido a reinar con el objeto de procurarse riquezas y honores, que son los bienes de este mundo, y para darlos a sus vasallos. No; Él vino para revelarnos la verdad, para decirnos que por encima de estos bienes efímeros existe Dios y la vida eterna, en que hallarán plena satisfacción nuestros deseos de felicidad y de paz. Cristo vino a establecer en nosotros el reinado de la gracia y desterrar de nuestras almas la servidumbre del pecado.

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Servir a Cristo Rey

Posted by: Ioseph

CristoRey 03 (02)

Que Jesucristo sea nuestro Rey y nosotros sus vasallos, no necesita de prueba. Lo confesamos por la fe y estamos prontos a confirmarlo con nuestra sangre. Él mismo lo declaró aun desde su nacimiento, diciendo: Yo he sido establecido por Él rey sobre Sión (Sal. 2, 6), y al punto hizo que lo publicasen los Magos, cuando preguntaron ¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Y así como nació con el título de rey en la frente, así murió con el nombre de rey en la cruz: Jesús Nazareno rey de los judíos, que son, en sentido espiritual, los fieles verdaderos, como explica San Agustín. Somos, pues, sus súbditos, como nacidos en su reino, poseídos de su dominio, redimidos con su sangre, libertados por él de la esclavitud del demonio y destinados a reinar con él mismo eternamente en el cielo.

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La conquista de un reino

Posted by: Juan Sobiesky

Jesus - ultima Cena

La adquisición de un reino -objeto de codicia de muchos antiguamente, y de no pocos hoy tampoco- se ha hecho habitualmente por medio de la violencia y del sometimiento de sus miembros.
Quien lo adquiría se veía enriquecido por los bienes y por las riquezas que conformaban lo conquistado, además de comenzar a tener numerosos vasallos que engrosarían el número de guerreros para ulteriores conquistas, entre otras cosas.
A la mirada del hombre -enfermo desde sus raíces con la peor de las enfermedades, que es la codicia-, la posesión de esos reinos significa mucho. Sobre todo... poder.

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