Hacer con esmero las acciones ordinarias

Posted by: Nycticorax

Sagrada Familia 03 (11)

Muchas almas piadosas, en determinados días como en ciertas novenas, se ejercitan en diversos actos de piedad muy dignos de alabanza. Sin embargo, de cuantas devociones pudiéramos hacer, la mejor sería sencillamente hacer con esmero y fervor las ordinarias acciones de cada día. En los quehaceres cotidianos es donde encontramos nuestros esenciales deberes –los que con más frecuencia tenemos que cumplir– y son como la sustancia de nuestra vida. Si hacemos nuestras acciones cuidadosamente, podremos gozar de la preciosa ventaja de la paz que da el conformarse con el beneplácito divino.

Además, las obras extraordinarias y difíciles no se encuentran al alcance de cualquiera, y solamente se practican de cuando en cuando. Las acciones corrientes, tales como la oración, la asistencia a la Santa Misa, la Comunión, la lectura espiritual, el examen, pueden realizarse todos los días y por cualquier persona piadosa. Lo mismo acontece con nuestros deberes de estado y con todo lo que se nos manda. ¡Cuánto, por lo tanto, se perjudica un alma si realiza estas acciones con negligencia y únicamente por cumplir! El mismo Jesús pronunció estas palabras:
“Quien es fiel en lo poco, también lo es en lo mucho; y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho” (Lc 16, 10). Y aquel que se preocupa de hacer cuidadosamente sus acciones ordinarias será esmerado también en las raras y extraordinarias. Y ¡qué tesoro de méritos recogerá en todas!

San Bernardo, asistiendo una noche al rezo de Maitines, pudo ver a unos ángeles tomando nota de la conducta de los monjes en el coro. A veces escribían con oro, otras con plata y otras con tinta e incluso con agua, como si quisieran expresar de esta manera la mayor o menor perfección con que los monjes cumplían sus rezos y el mayor o menor mérito de sus oraciones. ¿De qué habrían de servirnos nuestros actos, por muy santos que en sí fueran, si los hiciéramos como de mala gana y con negligencia? ¿De qué las lecturas piadosas, las Misas que oímos y las Comuniones, si por culpa nuestra hacemos de ellas mérito para que Dios nos castigue?

Hay almas que se descorazonan al pensar qué carga es para toda la vida ser fervorosas y cumplir siempre con exactitud sus deberes. Se imaginan una serie continua de esfuerzos, de apremios, de renunciamientos, y esta perspectiva tanto las asusta que les quita fuerzas para aspirar a la perfección. El mejor remedio para evitar esto es limitar nuestros pensamientos al día, sin inquietarnos para nada del de mañana. Porque si nos encontramos con fuerzas suficientes para cumplir las obligaciones actuales del momento, ¿por qué no habríamos de tenerlas también para cumplirlas en el futuro? Además, si somos fieles a las presentes obligaciones, podemos tener la seguridad de que esta fidelidad aumentará las gracias de cada día.

Fuente: L. B. c.ss.r., Manual de Meditaciones