La alegría en Cristo

Posted by: Ioseph

Navidad 01 (13)

En la noche de Navidad, la gloria del Señor envolvió en sus fulgores a unos pastores de Belén que pernoctaban al raso. Un ángel del Señor se presentó ante ellos y les dijo: “Os traigo una buena nueva que será de grande alegría para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
La noche de Navidad marcó la aurora de una gran alegría en el mundo. La alegría que estriba en la convicción íntima, suave y firme de que Cristo vive en nosotros por la gracia como germen que ha de fructificar en la eternidad una vida infinitamente feliz en Dios.

La serenidad y la alegría son el clima propicio de la vida cristiana genuina. Tal como lo enseñara el Apóstol a sus cristianos de la ciudad de Filipos:
“Gozaos en el Señor en todo tiempo; otra vez lo diré, gozaos. Vuestra moderación dése a conocer a todos los hombres. El Señor está cerca. De nada os acongojéis, sino que en toda coyuntura sean presentadas vuestras demandas en el acatamiento de Dios por la oración y la plegaria, acompañada de acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fiip. 4, 4-7).
Pero este haz luminoso que se eleva vertical, apuntando a los cielos, se cruza, sin embargo, con la amenaza del Señor en el horizonte de todos los senderos de la vida humana:
¡Ay de los que ahora reís, porque os afligiréis y lloraréis! (Lc. 6, 25).

¡La verdadera alegría de los hijos de Dios y la falsa alegría de los hijos del pecado!
Si tienes una vida cristiana vigorosa, –y no sólo una lucecita mortecina a punto de extinguirse– la raíz de tu dicha es saberte poseedor de la verdad: una fe consciente, profundizada, abierta a todas las inquietudes. Si no asimilas el evangelio –esa buena noticia que será de grande alegría– acabarás como tantos otros
“que cerraron sus oídos a la verdad para abrirlos a las fábulas” (II Tim. 4, 4).

¡Para cuántos hermanos nuestros que no tienen fe, su
evangelio es el ritmo de moda o el último estreno cinematográfico!
Tienes una razón más para sentirte dichoso:
“Alegraos y regocijaos –nos dice Jesús– porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos” (Mt. 5, 12).

Finalmente, ¿qué más te falta para ser feliz si tienes en tu alma, por la gracia, a la Santísima y Augusta Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo?
¡Qué distinta es la hueca alegría del mundo! Ésta fermenta en los vapores del alcohol, en el humo de los cigarros y en el ruido de una discoteca. Y explota en carcajadas vacías que, como salpicaduras de barro inmundo, brotan de bocas crispadas por una mueca de resignada amargura: ¡la amargura de tener el alma llagada, cancerosa y muerta!

Fuente: cfr. Pbro. Ernesto Szanto, Campeón invicto de santidad juvenil, Ed. Don Bosco, Bs. As. 1956