Novena al Beato Carlos de Austria: Día Séptimo

Posted by: Juan Sobiesky

Carlos I de Austria 11 coronación en Hungría

Día Séptimo
Rezar la Oración para todos los días.
El Soberano
Testigos alaban el profundo sentido del deber del Beato Carlos. Él creía que la obligación de ser Emperador le había sido dada como una responsabilidad sagrada y se sentía como el padre de su pueblo. En una conversación con el Conde Polzer-Hoditz el 28 de abril de 1917, el Emperador dijo: “Se concluye, sin embargo, que simplemente hay que ayudar lo más que uno pueda. Como Emperador debo dar buen ejemplo. Si cada uno practicara sus deberes cristianos no habría tanto odio y miseria en el mundo.”
Su amor por sus vecinos era ejemplar. Para aliviar el sufrimiento de su gente cansada por la guerra, el Emperador Carlos ordenó que pusieran los caballos del palacio y los carros para repartir carbón a la población de Viena; además donó gran parte de su fortuna a los pobres y hasta dio ropa de su propio armario para los necesitados.

En 1914, al comienzo de la guerra, el futuro Emperador le hablo a una multitud que se había reunido a favor de la guerra: “Todos los que me conocen saben cuánto amo a Austria y a Hungría, no puedo echarme atrás en momentos de necesidad. Todos los que me conocen saben también que soy un soldado entrenado para la guerra. Sin embargo, no puedo entender cómo la gente puede recibir esta guerra, aunque sea justa, con tanto júbilo. La guerra después de todo es algo horroroso.”

El doctor Friendich Funder escribió sobre el Emperador Carlos en 1938: “El era el único jefe de estado que buscaba continuamente maneras de terminar la guerra… lo hacía a través de todo su ser, con amigos y enemigos. Si todo hubiera ido de acuerdo a la voluntad y esfuerzos del Emperador, millones de personas caídas en batalla -no sólo austriacos- se habrían salvado, y se habría evitado la espantosa degradación del pueblo alemán y Europa habría disfrutado de una paz duradera hasta nuestros días.”

El Emperador Carlos tenía la convicción interior de que Dios le había confiado la corona a él. Debido a esta certeza su coronación en Hungría tuvo un gran significado para él. Cincuenta años más tarde la Emperatriz Zita dijo sobre la coronación: “Lo que más nos impresionó a ambos sobre toda la ceremonia fue el emotivo lado litúrgico de todo, especialmente los juramentos que hizo el Rey en el altar, antes de su ordenación, de preservar la justicia para todos y de luchar por la paz. Esta promesa sagrada hecha en la catedral era exactamente el programa político que él quería llevar a cabo desde el trono. Ambos sentíamos esto tan fuertemente que casi no eran necesarias las palabras entre nosotros.” (Extracto de: Gordon Brook-Shepherd: El Último Habsburgo, Weybright and Talley, New York, 1968)

El rito de Coronación es descrito por la Dra. Maria Holbacher: “A través de este rito sagrado, que es administrado litúrgicamente `por la Gracia de Dios´ como un sacramento, él se convierte en soberano imbuido por la Divina Gracia para este puesto específico al que ha sido llamado, con el fin de gobernar al pueblo que se le ha confiado en paz y prosperidad para su salvación. La ceremonia de la coronación tiene lugar en la Santa Misa antes del ofertorio y es similar a las profesiones solemnes, la ordenación de sacerdotes, la bendición de abades y la consagración de los obispos. El candidato yace boca abajo en el suelo frente al altar mientras se rezan las letanías de los santos. El Primado de Hungría, el Arzobispo de Esztergom, confiere el rito de coronación y celebra la Misa. Luego de una larga oración, el candidato a la coronación, que permanece de pie, es ungido con el santo crisma y revestido con la insignia real mientras se citan individualmente sus sagradas obligaciones. Esto es para que el candidato entienda claramente que las expectativas y niveles de sus obligaciones éticas y acciones morales son tan elevadas que no pude cumplirlas con sus fuerzas humanas solamente sino con la ayuda de Dios.”
La fidelidad del Beato Carlos como monarca ungido es distintiva. Eligió ser malentendido, difamado, exiliado y reducido a la pobreza completa antes que ser desleal a su juramento de coronación. Estaba convencido de que no podía abdicar nunca ya que había recibido la corona irrevocablemente de las manos de Dios, a través de los representantes de la Iglesia.
Fray Maurus Carnot, O.S.B. que cuidaba pastoralmente del Emperador Carlos mientras estaba en el exilio en Suiza lo escucho afirmar enfáticamente: “Pero yo nunca renunciaré a mi juramento de coronación. La corona de San Estéfano es sagrada para mí. Podrán tomar mi vida pero nunca, nunca, nunca podrán quitarme mi juramento y mi corona sagrada.”

La Emperatriz Zita siguió el ejemplo de su esposo a lo largo de su vida y se mantuvo firme en su negativa por la abdicación.

Oración
Mi Dios y Señor, te agradezco por la fidelidad del Emperador Carlos a su vocación. Ayúdame a cumplir fielmente con mis responsabilidades. Escucha mi petición y concédela (mencione su intención aquí) por la intercesión del Beato Emperador Carlos. Amén.
(Ave María. Padre Nuestro. Gloria.)
Rezar la Oración Conclusiva para cada día.