Prerrogativas de la Madre de Dios (II)
Posted by: Ioseph
Asunción y Coronación de la Santísima Virgen María
Considera que la respuesta que dio Jesús a estas palabras: Dichosas las entrañas que te han llevado, nos insinúa la eminente santidad de María, dándonos a entender que es más distinguida todavía por su fidelidad a todos los deberes de la religión que por la prerrogativa de Madre de Dios: Antes bien -repuso Jesús- bienaventurados aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.
Esto nos enseña también que el verdadero medio de honrar dignamente a la Santísima Virgen es el imitar sus virtudes: el culto que le tributaremos entonces sería sincero, siendo tan religioso, y nuestra confianza le será muy agradable, y para nosotros no será ilusoria.
A la verdad, la veneración, la confianza, la devoción a la Santísima Virgen, han nacido con la Iglesia. No hay ningún verdadero fiel que no tenga un amor filial a esta Madre amorosa de los elegidos. Y así como la devoción a María Santísima crece a la par que la fe, así se ve que esta fe no se debilita jamás sin que se debilite la devoción a la Virgen.
Ninguno puede ser afecto a la Madre cuando es enemigo del Hijo.
Las grandezas y las prerrogativas de la Santísima Virgen, su poder, su crédito ante Dios, deben fundar nuestro consuelo y nuestra confianza. ¡Qué dulce y qué consolatorio el tener por madre a la Madre de Dios!
María toma mucha parte, tiene demasiado interés en nuestra salvación como para mirar con indiferencia nuestra perdición. Sabe además que, si no hubiese habido pecadores que salvar, no hubiese habido Madre del Salvador. Todo esto mantiene su ternura para con nosotros y debe autorizar nuestra confianza en ella.
¡Qué ventajas no se sacan de esta devoción! ¡Qué gracias, que socorros no experimentan de ella durante la vida todos los siervos de María! ¡Y qué confianza, qué consuelo no sienten en la hora de la muerte! ¡Qué dulce es vivir bajo el amparo de una protectora semejante! Pero ¡qué dulzura al morir, cuando se ha merecido por la fidelidad en su servicio su protección!
Nada hay que pueda asegurarnos tanto contra el justísimo temor de los juicios de Dios y contra los espantos de la muerte como la confianza en María Santísima, fundada en su bondad y en una perseverante devoción a ella. ¿Qué tenemos que temer si la Madre del Señor se preocupa por nosotros?
Señor, que tan interesado estás en la gloria y en el culto de tu dignísima Madre, aumenta en mí, por tu bondad, mi ternura y mi celo por aquella en quien he puesto toda mi confianza después de vos. Yo me dedico para siempre a su servicio, seguro de que no podré dejar de agradarte mientras tenga la dicha de ser del número de sus hijos.
Fuente: Cfr. J. Croisset, sj, Año Cristiano