Santidad Argentina (VI)

Posted by: Corim

Madre María Benita Arias 05 (06)

Madre María Benita Arias. Quinta parte.
 
En la entrega anterior hemos acompañado a la Madre Benita por su viaje a Roma y Tierra Santa, en búsqueda de la aprobación para fundar el Instituto religioso de las Siervas de Jesús Sacramentado. Con el reglamento redactado, nada menos que en Tierra Santa, y con el visto bueno del Santo Padre y de la curia Romana, vuelve Benita a su muy amada Patria Argentina. Lleva en su memoria el recuerdo y la emoción de los lugares recorridos, y en su alma la esperanza de ver pronto fundada su congregación.
 
Pasada una semana de su vuelta a la Argentina, Benita presenta ante la Curia Eclesiástica de Buenos Aires la documentación para tramitar la aprobación de la fundación. Se crea una carpeta con todo lo que presenta la Madre Benita, y comienza un período de espera y de sufrimiento, de esperanza y confianza en Dios y de mucha paciencia y mansedumbre para soportar las contrariedades.

 Mons. Aneiros, el Obispo de la jurisdicción de Benita, pasa el expediente a varias personas para conocer su opinión y objetar lo que fuera necesario. La gran mayoría dio una opinión muy favorable, pero hubo quienes encontraron algún aspecto negativo de la fundación, como por ejemplo el Párroco de la jurisdicción donde se piensa fundar. Objetaba que, como su templo parroquial estaba en construcción, temía que disminuyeran los donativos al crearse un instituto que dependiera de la caridad de los pobladores. Otra oposición fue la de la superiora de la Casa de Ejercicios, que veía la inconveniencia del nuevo instituto, que tenía la misma finalidad de promover los Ejercicios Espirituales, y ya que se reducía año a año el número de los ejercitantes, la nueva fundación sería para perjuicio económico de las actividades de dicha casa.
 
 Así también, en este período, surgen varios personajes que con sus habladurías quieren perjudicar a la fundadora, y logran persuadir a dos de las postulantes a religiosas de la futura congregación a que se retiren y quiten su apoyo; y también la ya mencionada señora de Benavente.
Todo esto, sumado a un cúmulo extra de contratiempos, pone en el alma de Benita la tristeza y la amargura. Pero la Madre ve en todo a su Divino esposo Crucificado que se le manifiesta en cada contradicción, en cada dolor. Y ella abraza la cruz que Dios le regala y sigue adelante.
 
Decide escribir una carta a su Obispo, Mons. Aneiros; una carta muy larga en la que explica todos los puntos negativos que han visto las personas consultadas. Vamos a considerar algunos párrafos: “Una vocación como la mía, por la Misericordia de Dios ha pasado 32 años de pruebas y de todo género de sufrimientos, pero sostenida siempre por una constancia estable, siempre nueva, mansa y tranquila, como también públicamente desintegrada; sin admitir, en ningún caso, en mi humilde tarea de ayudar al pecador, ni pequeñas dádivas en recompensa de mis pobres y defectuosos servicios; antes bien, partiendo con las pobres almas el pan que la Divina Providencia me tenía asegurado para mis necesidades.”
“Temo los juicios de Dios y sé que seré pesada en el tribunal de la Divina Justicia, delante de la cual, según el Apóstol, el que obrare bien, será premiado, y el que mal, castigado.”
“Como veo que la cosecha es abundante, así deseo que el Señor bendiga esta ciudad, y mande también muchas obreras interesadas también en la conversión de las almas, para que, ocupadas en el Divino Servicio, en cuanto pueda una débil mujer, unas por un lado y otras por otro, hagamos algo por amor a la Santísima Sangre derramada en el Calvario.”

“Perdón, Ilustrísimo, que por primera y última vez, he hablado tanto. Concluyo diciendo con la más alta sumisión y respeto a Vuestra Señoría, que yo ya he hecho en esta obra, en la que la Providencia del Señor me tiene y me sostiene, todo cuanto ha estado a mi alcance y he podido. Me he arrojado a peligros espantosos haciendo frente a todos los trabajos que se han afrontado en el alma, tanto en tierra como cruzando los mares, entre cristianos y entre bárbaros, alimentándome entre pueblos y ciudades extranjeras, muchas veces con el pan de lágrimas en medio de mis trabajos y mis penas y estoy resuelta a dar hasta el último aliento de mi vida en favor de esta obra.
Hoy me alegro en el Señor y espero que a la sombra de la piedad de Vuestra Señoría, terminarán las contradicciones del espíritu de las tinieblas y quedaré favorecida por la autoridad y buena conciencia del Ilustrísimo Señor Obispo.”
   
 Y luego de mucho trabajo, de sufrimiento en silencio, de contrariedades, de incomprensiones ofrecidas a Dios por su obra, la Madre Benita recibe, en noviembre de 1872, el permiso de fundar su Congregación. ¿Cómo contener las lágrimas?, ¿cómo expresar lo que siente un corazón que ha luchado hasta el cansancio por dar gloria a Dios en esta fundación? Madre Benita, tu sueño se hace realidad, Dios manifiesta su beneplácito, aprobando por medio de sus representantes en la tierra, el inicio de tu obra.
 
En la próxima entrega, que será el día 20 de este mes de febrero, acompañaremos a la Madre Benita en la apertura de su primera casa, que será el inicio de las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado.

Madre Benita, ruega por nosotros.