Santidad Argentina (VIII)

Posted by: Corim

Mons. Aneiros 01 (03)

Madre María Benita Arias. Séptima parte.
 
En la entrega anterior, habíamos concluido considerando la toma de hábito y el comienzo del noviciado de las primeras Siervas de Jesús Sacramentado.
 Las normas dictaminaban que dicho noviciado, que es un período de preparación a la profesión de los votos religiosos, durara un año por lo menos. Pasado dicho plazo, Benita escribe nuevamente al Sr. Obispo para solicitarle el permiso para que se realice la ceremonia de profesión y la toma de hábito de las nuevas postulantes.
 El Obispo, Mons. Aneiros, concurre entonces personalmente para examinar a las novicias y conocer a las  postulantes. Como resultado de la visita, el obispo se manifestó altamente complacido, y se fijó la fecha de la ceremonia para el 21 de noviembre de 1876.
 
Las hermanas se prepararon con un retiro espiritual para tan importante fecha, pues se debe preparar con todo cuidado el día en que un pobre ser humano se ofrece todo entero al Divino Creador.
Llegada la fecha tan deseada, tanto novicias como postulantes no podían contener la emoción y las lágrimas al considerar que se daban por completo a Dios. Un momento significativo de la ceremonia consistía en que, momentos antes de la profesión, las novicias se postraban en el suelo y se las cubría con un paño negro que se usa en las misa de difuntos como simulacro de la sepultura o del féretro, mientras el coro entonaba las letanías de los santos; algunas personas solían en ese momento arrojar flores sobre ellas. Este rito significaba que la nueva religiosa había muerto al mundo, al hombre viejo, y nacía solo para Dios. La señora Vicenta Salcedo, quién estuvo presente en esa ceremonia, nos dice que
“la Madre Benita estaba radiante de dicha y todos nos sentimos colmados de gozo”.
 
Luego de este paso tan importante, la vida sigue con el trabajo diario, con la oración y con la relación de intimidad con Cristo que permanece entre ellas oculto tras el velo de la Eucaristía; las hermanas pasan horas tras horas delante de Aquel que todo lo puede.
Esta vida de oración, de contemplación del misterio Eucarístico, se expresa en una corriente infatigable de caridad hacia los más necesitados, pues Jesús, que está realmente presente en la Eucaristía, está también oculto tras los más pobres y necesitados –no sólo materialmente hablando, sino también pobres y abandonados de espíritu, pues Cristo mismo nos dice: “lo que hiciereis al más pequeño de mis hermanos, a Mí me lo hacéis”–. Esto lo sabía muy bien la Madre Benita, por eso no cesaba en su afán de caridad.
 
Las niñas asiladas aumentan año tras año; lo mismo que las vocaciones, pues Dios no se deja ganar en generosidad y hace fecunda la oración de la Madre, realizada con tanto amor delante del Sagrario, enviándole numerosas almas deseosas de integrar ese
ejército de caridad. Al recibir a las nuevas postulantes a la vida religiosa, la Madre solía decir: “mas almas para amar a Jesús”.
 
Como hemos dicho, la Madre alimentaba su vida espiritual con al alimento sólido de Cristo Sacramentado, transcribiremos a continuación unos fragmentos de oraciones y coplillas que ella misma compuso:
 
“En tu santo monte de Sión, en que habitas sacramentado por mi amor y permanecerás hasta la consumación de los siglos, destilando leche y miel, te adoro por mi propio y verdadero pastor, porque Tú solo diste la vida por tus ovejas, a las cuales, acosadas por el hambre y la sed, les suministras tu carne y tu propia sangre; y errantes y fugitivas las buscas solícito hasta encontrarlas; y cargando con ellas, las llevas otra vez al rebaño; ¡Oh mi amado Pastor! Aquí tienes a tu esclava, una de tus ovejas, metida y enredada en los espinales de este mundo. Mira que va marcada con Tu preciosísima sangre. Ven, te suplico humildemente, a sacarla de entre las malezas de sus miserias, atiende a sus tristes balidos. No permitas que perezca y sea pasto del lobo infernal. ¡Oh Pastor Divino!, ponla a salvo en tus hombros y llévala otra vez a tu redil, a fin de que no se separe jamás de tu amable compañía.
 
No más en los goces
Del mundo metida,
Pastor amoroso,
Yo quiero vivir.
Venid os suplico
Con triste latido;
Venid y llevadme
A vuestro redil”.
 
En la próxima entrega del día 4 de marzo, vamos a recorrer el itinerario de las fundaciones que Madre Benita realizó buscando extender la familia sacramentina para la gloria de Dios.