Tres pensamientos para el fin de año

Posted by: Lotario de Segni

San José 08 (37)
Muerte de San José

Cada vez que el calendario nos recuerda que se acerca el fin de un año civil, no pueden menos de preocupar al hombre pensador, y más todavía al fiel cristiano, estos tres graves pensamientos:
1)
El tiempo pasa.- El presente año ha pasado como un soplo, y con él pasarán todos los que nos restan vivir, sean pocos, sean muchos; sean felices, sean desgraciados. ¿Qué se han hecho de las penas y dolores? ¿qué de las alegrías locas y de los placeres de este año transcurrido? Ni las penas ni las alegrías pasadas pueden ya volver. De ellas sólo queda el mérito de haber sufrido o gozado con conciencia pura y con alteza de miras, o, al revés, la responsabilidad de haberlo perdido todo por falta de espíritu cristiano.
El tiempo pasa para todos, nadie ha podido detener el reloj. ¡Cómo hubiese deseado el gozador de la vida, el pecador disoluto, que no hubiesen pasado sus horas de placer, sus días y sus noches de miel! Sin embargo pasaron para no volver. Ha pasado este año corriendo, volando; pero no ha pasado en vano. Muchos desearían que hubiese pasado sin dejar huella, como el vuelo de un pájaro; que lo pasado, como dicen, quedara pisado, mas no es así. Todo el pasado queda sujeto al juicio de Dios.

2)
La muerte se acerca.- La muerte galopa y se acerca de día en día para cada uno. A muchos, a innumerables, los ha alcanzado en este último año, y los ha alcanzado sorpresivamente. A muchos que hemos conocidos sanos y alegres, en pocos minutos, o en pocas horas o en breves días, los hemos visto desaparecer. Ni la edad, ni el bienestar, ni la dignidad, ni la ciencia, ni el vicio ni la virtud respeta la muerte inexorable.
Todos tenemos nuestro día señalado, como lo tuvieron los que nos han precedido este mismo año y los años anteriores. Desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y de muchos de ellos no queda ni el recuerdo.
¡Tanto afán por vivir, para vivir tan poco y tan tristemente! ¡Tanto cuidar el cuerpo y el vestido y los negocios y la honra, para perderlo todo tan rápido y tan sin remedio! ¡Tanto jactarse de las riquezas, de la hermosura, de las simpatías, de las influencias, para quedar de repente reducido a un cajón de podredumbre!

3)
La eternidad nos espera.- Nada sería que el tiempo pasase y que la muerte se acercara, si con ello todo se acabara. Mas no es así. Al morir, el hombre no muere del todo: perece la materia, pero el espíritu perdura. El cuerpo vuelve al polvo del sepulcro, de donde brotó; pero el alma retorna a Dios, que la creó. Todo lo de aquí es pasajero, todo fenece; sólo el alma sobrevive en este general cataclismo. Por eso el hombre, aunque muere, no muere para siempre, solo cambia de vida: de la vida temporal pasa a la eterna, del tiempo a la eternidad.
¡La eternidad! Muchos la niegan, porque les convendría que no existiese; así sus vicios no tendrían ninguna sanción ultra terrena. Otros muchos, los más, no piensan en ella, porque no la comprenden. Pero ni por negarla ni por desconocerla la eternidad deja de existir y de esperarnos.  Nada sería que la eternidad existiese, si fuera para todos bienaventurada y feliz. Pero no es así. Hay dos eternidades: la eternidad del cielo, para premio, y la eternidad del infierno, para castigo. Hay, pues, un premio eterno y un castigo eterno. Así lo ha dispuesto Dios, y nada ni nadie podrán hacer que esto no sea así.

Fuente: Cfr. R.P. Dom Andrés Azcárate, o.s.b., Misal diario para América, Buenos Aires 1943, ed. Guadalupe