
Fragmento:
“Todo lo que sufrimos en esta vida no es nada en comparación con la gloria que nos espera.”
— Cfr. Romanos 8, 18.
Reflexión:
El sufrimiento ofrecido con amor se transforma en tesoro eterno. No hay lágrima que Dios no recoja ni cruz que no pueda unirnos a Cristo. Hoy, no rehuyamos las penas, sino ofrezcámoslas en silencio, con fe, como parte del sacrificio redentor.