
Fragmento:
“El tibio se desagrada de Dios, y Dios se desagrada de él.”
— Cfr. Apocalipsis 3, 16.
Reflexión:
El tibio no odia a Dios, pero tampoco le ama con fervor. Es un alma que vive a medias. El remedio es el fuego del Corazón de Jesús, que arde de amor y desea encendernos con su caridad. Hoy, pidamos que renueve en nosotros el fervor perdido.