Perseverar en la oración

Fragmento:

“Orad sin cesar.”

— 1 Tesalonicenses 5, 17.

Reflexión:

La oración no es solo un acto ocasional, sino un hábito que sostiene toda la vida cristiana. Perseverar en ella significa vivir siempre en la presencia de Dios, recurriendo a Él en toda circunstancia, con humildad y confianza. Quien ora sin desfallecer experimenta la paz y la fortaleza que el mundo no puede dar.

La oración por los pecadores

Fragmento:

“Lloraba y oraba por mí, para que tú me iluminaras.”

— San Agustín, Confesiones, III, 11 (sobre Santa Mónica).

Reflexión:

La perseverancia de Santa Mónica en la oración por su hijo es ejemplo de fe inquebrantable. Ninguna súplica por la conversión de un alma cae en saco roto. Dios escucha las lágrimas de quienes aman de verdad.

La oración perseverante

Fragmento:

“Es necesario orar siempre, y no desfallecer.”

— Cfr. Lucas 18, 1.

Reflexión:

La oración es el respiro del alma. Perseverar en ella, incluso cuando parece que el cielo calla, es prueba de amor. Dios escucha siempre; a veces retrasa su respuesta para purificar nuestro deseo y aumentar nuestra fe.

La oración que todo lo alcanza

Fragmento:

«La oración es poderosa para alcanzar todo lo que no podemos por nuestras fuerzas.»

— San Alfonso María de Ligorio, El gran medio de la oración.

Reflexión:

En la oración encontramos la llave de todas las gracias. Dios lo quiere dar todo, pero quiere que lo pidamos. Hoy, hagamos oración confiada, sabiendo que nada hay imposible para el Señor.

Oración

Fragmento:

«La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes.»

Catecismo Mayor de San Pío X, n. 1 sobre la oración.

Reflexión:

La oración no es sólo recitar palabras, sino un acto profundo de unión con Dios. Cuando oramos, nuestra alma se eleva por encima de las preocupaciones terrenas para encontrarse con su Creador. Es en este acto sencillo y sublime donde el alma se fortalece, se ilumina y encuentra reposo. Que nunca falte en nuestras jornadas un momento de oración sincera, pues en ella reside la fuerza del cristiano.