La humildad, llave del cielo

Fragmento:

“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.”

— Cfr. Mateo 11, 29.

Reflexión:

La humildad es la base de toda virtud, porque nos coloca en la verdad: Dios es el Señor, y nosotros sus siervos. El humilde no se exalta, pero tampoco se desprecia; sabe que todo bien procede de Dios, y en Él confía. Con esta llave se abre la puerta del Reino.

El silencio fecundo

Fragmento:

“En la tranquilidad y en la confianza estará vuestra fortaleza.”

— Cfr. Isaías 30, 15.

Reflexión:

El alma que calla para escuchar a Dios se fortalece. El silencio no es vacío, sino un espacio donde la voz divina se hace clara. En medio del ruido del mundo, aprender a callar es aprender a vivir en la presencia de Dios, dejando que su palabra nos sostenga y nos guíe.

La alegría en la adversidad

Fragmento:

“En la tribulación, paciencia; en la oración, perseverancia.”

— Cfr. Romanos 12, 12.

Reflexión:

El cristiano no está exento de pruebas, pero tiene un tesoro que el mundo no conoce: la alegría sobrenatural que brota de la unión con Cristo. Las dificultades son ocasiones para crecer en paciencia, y la paciencia, unida a la oración, produce un gozo que ninguna adversidad puede apagar.