El celo por las almas

Fragmento:

“Dadme almas, y llevad lo demás.”

— San Juan Bosco.

Reflexión:

El verdadero amor a Cristo se expresa en el deseo ardiente de llevarle almas. El celo apostólico nace de la caridad y se manifiesta en oración, ejemplo y sacrificio por la salvación de los demás.

La caridad que purifica

Fragmento:

“La caridad cubre multitud de pecados.”

— 1 Pedro 4, 8.

Reflexión:

El amor verdadero hacia el prójimo no solo beneficia a quien lo recibe, sino también al que lo da. Amar con caridad purifica, ensancha el corazón y lo hace semejante al de Cristo, que nos amó hasta el extremo.

La limosna que agrada a Dios

Fragmento:

“La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado.”

— Cfr. Tobías 12, 9.

Reflexión:

La caridad material, hecha con amor y discreción, es un perfume que sube hasta Dios. No se mide por la cantidad, sino por el corazón que da. Quien socorre al pobre, toca a Cristo mismo.

El amor que edifica

Fragmento:

“La ciencia hincha, pero la caridad edifica.”

— Cfr. 1 Corintios 8, 1.

Reflexión:

El conocimiento es un don, pero si no está unido a la caridad, se convierte en orgullo. La caridad, en cambio, genera vínculos y edifica la comunidad. Amar es edificar en los demás la imagen de Cristo, y dejar que ellos la edifiquen en nosotros.

La caridad como sello del cristiano

Fragmento:

«Si no tengo caridad, nada soy.»

— Cfr. 1 Corintios 13, 2.

Reflexión:

Las obras más brillantes carecen de valor si no nacen del amor a Dios y al prójimo. Hoy, pidamos al Señor un corazón encendido de caridad que se traduzca en obras concretas de bien.

La caridad que transforma

Fragmento:

«La caridad es el vínculo de la perfección.»

— Cfr. Colosenses 3, 14.

Reflexión:

Amar de verdad es buscar el bien del otro por amor a Dios. La caridad une los corazones, suaviza los roces y transforma la vida. Hoy, hagamos una obra de caridad silenciosa, pensando solo en agradar a Cristo.

Caridad

Fragmento:

«La caridad es la forma de todas las virtudes, y sin ella ninguna aprovecha.»

— Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 23, a. 8.

Reflexión:

Podemos hacer grandes cosas, incluso sacrificios heroicos, pero si no están animados por la caridad, carecen de valor eterno. La caridad no es sentimentalismo; es amor sobrenatural que nace de Dios y vuelve a Él. Amar verdaderamente es querer el bien del otro por Dios. Y ese amor debe animar cada acción cristiana.