La humildad que agrada a Dios

Fragmento:

«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.»

— Mateo 11,29.

Reflexión:

No hay virtud más necesaria que la humildad. Nos hace semejantes a Cristo y nos dispone para recibir la gracia. Hoy, practiquemos la humildad aceptando lo que Dios nos envía, sin quejas y con espíritu de fe.

La humildad, base de la vida cristiana

Fragmento:

«Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.»

— Cfr. Santiago 4, 6.

Reflexión:

La humildad abre las puertas de la gracia, porque reconoce que todo lo bueno viene de Dios. Hoy, practiquemos la humildad con sencillez: aceptemos la verdad de lo que somos, sin comparaciones y sin buscar ser alabados.

La humildad en las relaciones con el prójimo

Fragmento:

“Sed humildes, benignos, pacientes; soportándoos los unos a los otros por amor.”

— Efesios 4, 2.

Reflexión:

La humildad nos hace comprender y soportar con amor las limitaciones ajenas. Hoy, pidamos al Señor crecer en esta virtud y practiquemos la paciencia, especialmente con quienes nos resultan más difíciles de tratar.

La humildad, camino seguro a Dios

Fragmento:

“El que se humilla será ensalzado.”

— Cfr. Lucas 14, 11.

Reflexión:

Dios mira con complacencia al humilde y le concede gracias especiales. La humildad no es despreciarse, sino reconocerse necesitado de Dios en todo. Hoy, practiquemos un acto de humildad, aceptando con paz alguna contrariedad por amor a Dios.

La humildad del Corazón de Jesús, modelo para el cristiano

Fragmento:

“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.”

— Cfr. Mateo 11, 29.

Reflexión:

La humildad nos asemeja al Corazón de Cristo y nos libera del peso del orgullo. Hoy, pidamos la gracia de ser humildes en nuestras palabras, juicios y obras, y de vivir siempre en la verdad ante Dios y los hombres.

La humildad que atrae el Corazón de Dios

Fragmento:

“Cuanto más te rebajes ante Dios, más se inclinará Él hacia ti.”

— San Bernardo de Claraval, Sermón sobre los Cantares, n.º 15.

Reflexión:

La humildad no es despreciarse, sino reconocerse como criatura necesitada de Dios. Es la verdad que abre las puertas del Corazón divino. Hoy, pidamos esta virtud tan amada por Jesús, y rechacemos toda soberbia, aun la más sutil.

La humildad que abre el alma a Dios

Fragmento:

“Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.”

— Cfr. Santiago 4, 6.

Reflexión:

El alma orgullosa se cierra a Dios, mientras la humilde se le hace morada. La humildad es la base de toda vida espiritual. Hoy, practiquemos el silencio interior y aceptemos sin queja las pequeñas humillaciones, como camino de purificación.