La oración perseverante obtiene todo

Fragmento:

“El que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abre.”

— Mateo 7, 8.

Reflexión:

Dios no se deja ganar en generosidad, pero quiere que le supliquemos con humildad y constancia. Hoy, recemos con confianza, sin desanimarnos por las demoras: Él responde a su tiempo y para nuestro bien.

La importancia de la oración diaria

Fragmento:

“Orad sin cesar.”

— 1 Tesalonicenses 5, 17.

Reflexión:

La oración es el alimento del alma, la respiración del espíritu. No se trata de muchas palabras, sino de vivir en presencia de Dios, elevando el corazón a Él en todo momento. Hoy, procuremos mantener breves actos de oración en medio de nuestras tareas.

La oración como unión de corazones

Fragmento:

“Habla con Dios como hablarías con un padre, un amigo, un hermano.”

— San Juan Crisóstomo, Homilías sobre la oración.

Reflexión:

La oración no es complicación, sino trato de amor. Es dejar que nuestro corazón se una al Corazón de Dios. Hoy, dediquemos al menos unos minutos a una oración sincera, sin fórmulas, solo hablando con Él como quien ama y es amado.

El silencio como lugar de encuentro con Dios

Fragmento:

“En el silencio del corazón es donde habla Dios.”

— San Juan de la Cruz, Dichos de luz y amor, nº 99.

Reflexión:

En el mundo ruidoso, el alma necesita hacer silencio para escuchar la voz del Amado. Busquemos hoy un momento de retiro interior, aunque sea breve, para dejar que Dios nos hable al corazón.

La importancia del recogimiento interior

Fragmento:

“No encontrarás a Dios en el ruido ni en la agitación, sino en la calma de un corazón recogido.”

— San Bernardo de Claraval, Sermón sobre los Cantares, n.º 1.

Reflexión:

Dios habla en lo profundo del alma. Solo un corazón silencioso y pacificado puede escuchar su voz. Hoy, hagamos el esfuerzo de guardar algunos minutos de verdadero recogimiento para encontrarnos con Él.