La cruz de cada día

Fragmento:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”

— Lucas 9, 23.

Reflexión:

La cruz no es un accidente en la vida cristiana, sino parte esencial de ella. Aceptar la cruz de cada día, con amor y confianza, nos configura con Cristo y nos abre a la verdadera libertad: la de quien se entrega totalmente al querer de Dios.

El sufrimiento ofrecido

Fragmento:

“Si padecemos, también reinaremos con Él.”

— Cfr. 2 Timoteo 2, 12.

Reflexión:

El sufrimiento, aceptado con fe y ofrecido con amor, se transforma en trono para reinar con Cristo. No se trata de buscar la pena por sí misma, sino de abrazar con paciencia lo que Dios permite, y unirlo al sacrificio redentor del Señor. Así se purifica el alma, se alcanza mérito, y se glorifica a Dios.

La Sangre de Cristo, esperanza del cristiano

Fragmento:

“Justificados en su Sangre, seremos salvos de la ira por medio de Él.”

— Romanos 5, 9.

Reflexión:

La Sangre de Cristo nos abre la puerta del Cielo y nos da certeza de que, si somos fieles, alcanzaremos la gloria. Hoy, vivamos con gratitud y esperanza, recordando que nuestra redención está pagada con precio infinito.

El celo por la salvación de las almas

Fragmento:

“Una sola alma vale más que todo el universo material.”

— San Juan de Ávila, Tratado del amor de Dios.

Reflexión:

La caridad verdadera busca el bien eterno del prójimo. Amar es desear que el otro llegue al Cielo, y hacer algo concreto para acercarlo a Dios. Hoy, recemos especialmente por una persona que se ha alejado, y ofrezcamos alguna obra por su conversión.