La fortaleza del justo

Fragmento:

“El justo florecerá como la palma.”

— Cfr. Salmo 91, 13.

Reflexión:

La firmeza del justo proviene de su arraigo en Dios. Aunque soplen tempestades, permanece en pie porque sus raíces están puestas en la fe. La vida virtuosa es fruto de esta confianza profunda.

La fortaleza en la tentación

Fragmento:

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque, probado, recibirá la corona de la vida.”

— Cfr. Santiago 1, 12.

Reflexión:

La tentación, afrontada con fe, se convierte en ocasión de victoria. No es pecado ser tentado; el pecado es ceder. Dios permite la prueba para fortalecernos, y siempre da la gracia suficiente para salir vencedores.

La paz del alma recogida

Fragmento:

“El que ama la soledad, se libra de muchas ocasiones; y hallará en la celda lo que muchas veces perdería fuera de ella.”

— Tomás de Kempis, “Imitación de Cristo”, I, 20.

Reflexión:

El recogimiento interior, cultivado incluso en medio del bullicio, permite al alma vivir en paz y mantener la unión con Dios. La soledad buscada para Dios no es huida del mundo, sino elección de lo esencial. En el silencio del alma recogida, el Señor habla al corazón.

El deseo de Dios

Fragmento:

“El alma que ama a Dios se entrega toda a Él, y no se guarda nada para sí.”

— San Alfonso María de Ligorio, “Práctica del amor a Jesucristo”, cap. 1.

Reflexión:

Amar a Dios verdaderamente implica una entrega sin reservas. El alma que se guarda algo para sí, aún no ha comprendido la total donación del Amor divino. Cada día es una nueva oportunidad para entregarse más: en el deber cumplido, en la oración sincera, en la caridad concreta. El amor no se mide en palabras, sino en renuncias.