La paz como fruto del orden

Fragmento:

“La paz es la tranquilidad en el orden.”

— San Agustín, De Civitate Dei, XIX, 13.

Reflexión:

La paz no es simple ausencia de conflictos, sino armonía de todas las cosas en el lugar que Dios les dio. Cuando nuestra vida está ordenada a Él, el corazón descansa, y aun en medio de las tormentas, nada puede robarnos la serenidad interior.

La cruz de cada día

Fragmento:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”

— Lucas 9, 23.

Reflexión:

La cruz no es un accidente en la vida cristiana, sino parte esencial de ella. Aceptar la cruz de cada día, con amor y confianza, nos configura con Cristo y nos abre a la verdadera libertad: la de quien se entrega totalmente al querer de Dios.

El celo por las almas

Fragmento:

“El que hiciere volver a un pecador del error de su camino, salvará su alma de la muerte.”

— Santiago 5, 20.

Reflexión:

El celo apostólico es fruto del amor a Dios y al prójimo. No es intrusión, sino caridad ardiente que busca el bien eterno del otro. Un alma vale más que todo el universo, y rescatarla es un acto que alegra al cielo entero.

La grandeza de María Asunta

Fragmento:

“Quien es todopura no podía conocer la corrupción del sepulcro.”

— San Juan Damasceno (s. VIII).

Reflexión:

La Asunción de María es un canto a la victoria de la gracia. Preservada del pecado, fue también preservada de la corrupción, y llevada al cielo en cuerpo y alma. Su gloria es prenda de nuestra esperanza: donde está Ella, espera la Iglesia llegar un día, si seguimos sus huellas.