La paciencia que conquista

Fragmento:

“La paciencia todo lo alcanza.” — Santa Teresa de Jesús.

Reflexión:

La paciencia no es pasividad, sino fuerza que resiste y persevera. Quien sabe esperar con serenidad muestra una fe firme en la providencia de Dios, y alcanza frutos que el apresurado jamás conocerá.

El fruto de la paciencia

Fragmento:

“Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.”

— Lucas 21, 19.

Reflexión:

La paciencia es una victoria interior: nos preserva del desaliento, de la ira y de la impaciencia que roba la paz. El que espera en Dios nunca queda defraudado, porque Él obra en su tiempo y de la mejor manera.

La humildad en las relaciones con el prójimo

Fragmento:

“Sed humildes, benignos, pacientes; soportándoos los unos a los otros por amor.”

— Efesios 4, 2.

Reflexión:

La humildad nos hace comprender y soportar con amor las limitaciones ajenas. Hoy, pidamos al Señor crecer en esta virtud y practiquemos la paciencia, especialmente con quienes nos resultan más difíciles de tratar.

La mansedumbre del Corazón de Cristo

Fragmento:

“Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.”

— Cfr. Mateo 11, 29.

Reflexión:

La mansedumbre no es debilidad, sino dominio interior y fuerza paciente. Imitar al Corazón de Jesús es aprender a responder con suavidad donde hay aspereza, y a soportar sin amargura. Hoy, dejemos que su ejemplo nos transforme.

La paciencia como fortaleza cristiana

Fragmento:

“La paciencia es compañera inseparable de la caridad.”

— Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, II-II, q. 136, a. 4.

Reflexión:

La paciencia no es mera resignación, sino fuerza interior que nace del amor y la confianza en Dios. Nos permite soportar las penas sin perder la paz. Hoy, abramos el corazón a esta virtud y practiquémosla especialmente con quienes más nos cuesta

La eficacia de la oración

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Nada ayuda tanto a orar con confianza, como la experiencia personal de la eficacia de la oración, a la que la amorosa providencia ha respondido concediendo generosamente, plenamente, lo que se le pedía. Pero muchas veces nos ha dicho la Providencia que esperemos hasta el tiempo que ella designe. Al ver retardado el cumplimiento de sus plegarias, no pocos sienten que su confianza sufre un golpe considerable, no saben estar tranquilos cuando Dios parece sordo a todas sus súplicas. No, no perdáis nunca vuestra confianza en aquel Dios que os ha creado, que os ha amado antes de que vosotros pudierais amarlo y que os ha hecho sus amigos.

Elevad la mente, queridos hijos, y escuchad lo que enseña el gran Doctor santo Tomás de Aquino cuando explica por qué las oraciones no son siempre acogidas por Dios: “Dios oye los deseos de la criatura racional, en cuanto desea el bien. Pero ocurre acaso que lo que se pide no es un bien verdadero, sino aparente, y hasta un verdadero mal. Por eso esta oración no puede ser oída de Dios. Porque está escrito: Pedís y no recibís, porque pedís mal”. Vosotros deseáis, vosotros buscáis un bien, como os parece a vosotros eso que pedís; pero Dios ve mucho más lejos que vosotros en aquello que deseáis. Así como Dios cumple los deseos que se le exponen en la oración, por el amor que tiene hacia la criatura racional, no hay que maravillarse si en algunas ocasiones no oye la petición de aquellos que ama de modo particular, para hacer en cambio lo que, en realidad, les ayuda más.

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