San Higinio, Papa y Mártir

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Tiene el Señor gran cuidado de conservar y defender su Iglesia contra todos los esfuerzos del infierno, según sus promesas, especialmente cuando la ve atribulada y afligida; bajo cuyo supuesto, en aquellos calamitosos tiempos en que fueron muchos y muy poderosos sus enemigos, fue muy particular su vigilancia en proveerla de prelados santos, sabios y valerosos, que sin temor de la muerte la defendiesen con brío, y animasen a los fieles con su ejemplo. De esta clase fue san Higinio, griego de nación, natural de Atenas, hijo de un filósofo. Por su eminente virtud y recomendables prendas, ascendió a la catedra apostólica por muerte de san Telesforo, hacia la mitad del siglo segundo, en el reinado del emperador Antonino Pio.

En tiempo de su pontificado fueron muchas y graves las calamidades del mundo, y con especialidad las del imperio romano; y atribuyendo los gentiles estos males, este castigo de la divina justicia a los vicios y delitos de los cristianos, enemigos de sus dioses, con esta falsa preocupación los perseguían de muerte, con el fin de aplacar el enojo de sus ídolos, a quienes suponían gravemente ofendidos. 

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Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El Arcángel dice a María: “Le pondrás por nombre Jesús”; ahora bien, Jesús quiere decir Salvador. ¡Qué dulce será este nombre para el mortal perdido! y, ¡cómo acerca ese solo Nombre al cielo con la tierra! ¿Hay alguno más amable y más poderoso? Si, al sonido de ese divino Nombre, debe doblarse toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos ¿habrá algún corazón que no se conmueva de amor al oírlo? Mas, dejemos que nos describa San Bernardo el poder y la dulzura de ese bendito Nombre. He aquí cómo se expresa a este propósito en su Sermón decimoquinto sobre el Cantar de los Cantares.

“El Nombre del Esposo es luz, alimento, medicina. Ilumina, cuando se le publica; alimenta, cuando en él se piensa, y cuando en la tribulación se le invoca, proporciona lenitivo y unción. Detengámonos, si os place, en cada una de estas cualidades. ¿Cómo pensáis que pudo derramarse por todo el mundo esa tan grande y súbita luz de la fe, sino es por la predicación del Nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios a su admirable luz, por medio de la antorcha de su bendito Nombre? Al ser iluminados por ella, y viendo en esta luz otra luz, oímos a San Pablo que acertadamente nos dice: Erais antes tinieblas, mas ahora luz en el Señor.

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