La Comunión es el convite en que Cristo se da como Pan de vida

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Cuando, al orar, pedimos al Señor que nos diga por qué, en su eterna sabiduría, se dignó instituir este inefable sacramento, ¿qué nos responde el Señor?

Nos dice lo que por vez primera dijo a los judíos, al anunciarles la institución de la Eucaristía: “Como el Padre que vive me envió, y yo vivo por el Padre, así el que me comiere vivirá por mí”. Como si dijera: Todo mi anhelo es comunicaros mi vida divina. A mí, el ser, la vida, todo me viene de mi Padre, y porque todo me viene de Él, vivo únicamente para El; así, pues, yo sólo ansío que vosotros también, que todo lo recibís de mí, no viváis más que para mí. Vuestra vida corporal se sustenta y se desarrolla mediante el alimento; yo quiero ser manjar de vuestra alma para mantener y dar auge a su vida, que no es otra que mi propia vida. El que me comiere, vivirá mi vida; poseo en mí la plenitud de la gracia, y de ella hago partícipes a los que me doy en alimento. El Padre tiene en sí mismo la vida, pero ha otorgado al Hijo el tenerla también en sí; y como yo poseo esa vida, vine para comunicárosla abundante y plena. Os doy la vida al darme a mí mismo como manjar. Yo soy el pan de vida, el pan vivo que bajó del cielo para traeros la vida divina; ese pan que da la vida del cielo, la vida eterna, cuyo preludio es la gracia. Los judíos en el desierto comieron el mana, alimento corruptible; pero yo soy el pan que siempre vive, y siempre es necesario a vuestras almas, pues “si no le comiereis, pereceréis sin remedio”.

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La Santa Misa es verdadero Sacrificio

Servus Cordis Iesu

La santa Misa, según la enseñanza de la fe, no es otra cosa que la repetición y la continuación del sacrificio de la Cruz. Se dice que es la repetición y continuación del sacrificio de la Cruz, en cuanto nos consta por la doctrina católica que la santa Misa es el mismo sacrificio que Jesucristo hizo a Dios de sí mismo.

Esta verdad importantísima nos la enseña y propone la Iglesia católica por medio del Catecismo Romano. He aquí sus palabras: “Confesamos y así se debe creer, que es uno y el mismo Sacrificio el que se ofrece en la Misa y el que se ofreció en la Cruz, así como es una y la misma ofrenda, es a saber, Cristo Señor nuestro, el cual sólo una vez vertiendo su sangre se ofreció a sí mismo en el ara de la Cruz. Porque la hostia cruenta e incruenta no son dos, sino una misma, cuyo sacrificio se renueva cada día en la Eucaristía, después que mandó así el Señor: Haced esto en memoria mía. Y también es uno solo y el mismo Sacerdote, que es Cristo Señor nuestro. Porque los Ministros que celebran el Sacrificio, no obran en su nombre, sino en el de Cristo, cuando consagran el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y esto se muestra por las mismas palabras de la consagración. Ya que no dice el Sacerdote: Esto es el Cuerpo de Cristo; sino: Este es mi Cuerpo. Porque representando la persona de Cristo Señor nuestro, convierte la substancia del pan y del vino en la verdadera substancia, de su cuerpo y sangre”.

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