El Sacramento de la Confirmación

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El sacramento de la Confirmación es un sacramento instituido por Nuestro Señor Jesucristo para conferir al bautizado los dones del Espíritu Santo y fortificarlo en la vida cristiana. El Espíritu Santo imprime en su alma el carácter de soldado de Cristo, convirtiéndolo en un cristiano perfecto, ya que perfecciona las virtudes y dones recibidos en el bautismo.

Habiendo sido hecho soldado de Cristo, se convierte también en defensor de la fe y de la Iglesia, pues ha sido fortalecido para confesar la fe, tanto a través de sus obras como de sus palabras.

“Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales habiendo bajado, hicieron oración por ellos para que recibiesen al Espíritu Santo; porque no había aún descendido sobre ninguno de ellos, sino que tan sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y ellos recibieron al Espíritu Santo” (Hechos 8, 14-17).

Los siete dones del Espíritu Santo que se reciben en el sacramento de la confirmación son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. 

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Formación permanente en la Doctrina de siempre

Publicado por: Servus Cordis Iesu

De lo expuesto hasta aquí puede verse cuál sea la importancia de la instrucción religiosa del pueblo; debemos, pues, hacer todo lo posible para que la enseñanza de la Doctrina sagrada, institución la más útil para la gloria de Dios y la salvación de las almas, se mantenga siempre floreciente, o, donde se la haya descuidado, se restaure. Así, pues, Venerables Hermanos, queriendo cumplir esta grave obligación del apostolado supremo y hacer que en todas partes se observen en materia tan importante las mismas normas, en virtud de Nuestra suprema autoridad, establecemos para todas las diócesis las siguientes disposiciones, que mandamos sean observadas y expresamente cumplidas:

Todos los párrocos, y en general cuantos ejercen cura de almas, han de instruir, con arreglo al Catecismo, durante una hora entera, todos los domingos y fiestas del año, sin exceptuar ninguno, a todos los niños y niñas en lo que deben creer y hacer para alcanzar la salvación eterna.

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Frecuentemos el Catecismo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

En su constitución Etsi minime, Nuestro predecesor Benedicto XIV dispone el doble ministerio, a saber: la predicación, que habitualmente se llama explicación del Evangelio, y la enseñanza de la doctrina cristiana. Acaso no falten sacerdotes que, deseosos de ahorrarse trabajo, crean que con las homilías satisfacen la obligación de enseñar el Catecismo. Quienquiera que reflexione, descubrirá lo erróneo de esta opinión; porque la predicación del Evangelio está destinada a los que ya poseen los elementos de la fe. Es el pan, que debe darse a los adultos. Mas por lo contrario, la enseñanza del Catecismo es aquella leche, que el apóstol San Pedro quería que todos los fieles habían de desear sinceramente, como los niños recién nacidos. El oficio, pues, del catequista consiste en elegir alguna verdad relativa a la fe y a las costumbres cristianas, y explicarla en todos sus aspectos. Y, como el fin de la enseñanza es la perfección de la vida, el catequista ha de comparar lo que Dios manda obrar y lo que los hombres hacen realmente; después de lo cual, y sacando oportunamente algún ejemplo de la Sagrada Escritura, de la historia de la Iglesia o de las vidas de los Santos, ha de aconsejar a sus oyentes, como si la señalara con el dedo, la norma a que deben ajustar la vida, y terminará exhortando a los presentes a huir de los vicios y a practicar la virtud.

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Vocación Matrimonial, vocación santa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

“Estrella del Mar, guiad nuestra pequeña barca durante la travesía, para que podamos, juntos, acertar con el rumbo, evitar los escollos, enfrentar las olas y las tempestades, y encontrarnos, al fin, en la ribera eterna, compañeros de una felicidad completa, en la luz misma de Dios”.

Entre cristianos, realízase el matrimonio para llegar a ser santos. El precepto de Cristo: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial”, dirígese indistintamente a todos, aun a los casados. Es una profunda sorpresa y una fuente de inmensa alegría para los cristianos saber, a veces después de muchos años de matrimonio, que Dios los llama verdaderamente, a marido y mujer, a muy alta santidad. Si son fieles a Dios, sin abandonar el cuadro trivial de una vida de casados, la gracia de su unión en Cristo transforma aun las menores acciones de su vida conyugal o familiar en actos de puro amor.

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De los escritos de Mons. Ezequiel Moreno Díaz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

No hemos hecho mención de otros grandes errores que se hallan en los papeles, porque son tan notables, y tan absurdos, y tan claros, que no pueden hacer mucho daño, porque los fieles más sencillos, con la sola instrucción que tienen del Catecismo, los han conocido, rechazado y condenado.

Los males que hoy afligen a la Iglesia no los causan principalmente los grandes incrédulos, los grandes impíos, los grandes perseguidores; la obra de estos imitadores de Lucifer sería, poco menos que estéril, si no los ayudaran los conciliadores, los que llaman intransigencia a la lucha decidida contra el mal, los que sin duda se han olvidado de esta sentencia del Salvador: Quien no está conmigo, está contra mí. Sí; los mayores peligros que corren hoy la verdad y la virtud no los presentan las grandes y escandalosas herejías, sino las falsificaciones de la virtud y la verdad. Cuanto más hábiles son esas falsificaciones, tanto más seducen y tanto más peligrosas.

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La Santa Misa es verdadero Sacrificio

Servus Cordis Iesu

La santa Misa, según la enseñanza de la fe, no es otra cosa que la repetición y la continuación del sacrificio de la Cruz. Se dice que es la repetición y continuación del sacrificio de la Cruz, en cuanto nos consta por la doctrina católica que la santa Misa es el mismo sacrificio que Jesucristo hizo a Dios de sí mismo.

Esta verdad importantísima nos la enseña y propone la Iglesia católica por medio del Catecismo Romano. He aquí sus palabras: “Confesamos y así se debe creer, que es uno y el mismo Sacrificio el que se ofrece en la Misa y el que se ofreció en la Cruz, así como es una y la misma ofrenda, es a saber, Cristo Señor nuestro, el cual sólo una vez vertiendo su sangre se ofreció a sí mismo en el ara de la Cruz. Porque la hostia cruenta e incruenta no son dos, sino una misma, cuyo sacrificio se renueva cada día en la Eucaristía, después que mandó así el Señor: Haced esto en memoria mía. Y también es uno solo y el mismo Sacerdote, que es Cristo Señor nuestro. Porque los Ministros que celebran el Sacrificio, no obran en su nombre, sino en el de Cristo, cuando consagran el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y esto se muestra por las mismas palabras de la consagración. Ya que no dice el Sacerdote: Esto es el Cuerpo de Cristo; sino: Este es mi Cuerpo. Porque representando la persona de Cristo Señor nuestro, convierte la substancia del pan y del vino en la verdadera substancia, de su cuerpo y sangre”.

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