De la Encíclica Caritate Christi

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Aprovechando de tanta estrechez económica y de tanto desorden moral, los enemigos de todo orden social, llámense comunistas o tengan cualquier otro nombre -y es éste el mal más terrible de nuestros tiempos- audazmente se dedican a romper todo freno, a despedazar todo vínculo de ley divina o humana, a empeñar abierta o secretamente la lucha más encarnizada contra la religión, contra Dios mismo, desarrollando el diabólico programa de arrancar del corazón de todos, hasta de los niños, todo sentimiento religioso, porque saben perfectamente que, arrancada del corazón de la humanidad la fe en Dios, podrán conseguir todo lo que quieran. Y así vemos hoy lo que jamás se viera en la historia, a saber: desplegadas al viento sin reparo las banderas satánicas de la guerra contra Dios y contra la religión en medio de todos los pueblos y en todas las partes del mundo.

Nunca han faltado los impíos, ni nunca faltaron tampoco los ateos; pero eran relativamente pocos y raros, y no osaban o no creían oportuno descubrir demasiado abiertamente su impío pensamiento, como parece pretende insinuar el mismo inspirado Cantor de los Salmos, cuando exclama: Dijo el necio en su corazón: Dios no existe. El impío, el ateo, uno entre muchos, niega a Dios, su Creador, pero en lo íntimo de su corazón. Hoy, en cambio, el ateísmo ha invadido ya grandes multitudes pueblo: con sus organizaciones se insinúa ya en las escuelas públicas, se manifiesta en los teatros y para difundirse se vale de apropiadas películas cinematográficas, del fonógrafo, de la radio; con sus propias tipografías imprime folletos en todos los idiomas; promueve especiales exposiciones y públicas manifestaciones, ha constituido partidos políticos propios, instituciones comerciales y militares propias. Este ateísmo organizado y militante trabaja incansablemente por medio de sus agitadores, con conferencias e ilustraciones, con todos los medios de propaganda oculta y manifiesta, entre todas las clases, en todas las calles, en todo salón, dando a ésta su nefasta actividad la autoridad moral de sus mismas universidades, y estrechando a los incautos con los potentes vínculos de su fuerza organizadora. Al ver tanta laboriosidad puesta al servicio de una causa tan inicua, Nos viene, en verdad, espontáneo a la mente y a los labios el triste lamento de Cristo: Los hijos de ente siglo son en sus negocios más sagaces que los hijos de la Luz.

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La modestia y las modas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El Papa Pío XII dijo:

“Ahora, muchas niñas no ven nada malo en seguir ciertos estilos desvergonzados (modas) como lo hacen muchas. Seguramente se ruborizarían si tan solo pudiesen adivinar las impresiones que hacen y los sentimientos que evocan (excitación) en aquellos que las miran” (17 de Julio, 1954).

El Papa Benedicto XV

Escribió en su encíclica Sacra Propediem el 6 de enero, 1921: “Uno no puede deplorar suficientemente la ceguera de tantas mujeres de todas las edades y condiciones, las cuales ridículamente engreídas por el deseo de agradar, no echan de ver que con la extremada locura de su modo de vestir, además de ofender a Dios, desagradan a todo hombre sensato. Y no se contentan con aparecer en público con adornos tales que la mayor parte de ellas los hubieran rechazado tiempo atrás como enteramente reñidos con la modestia cristiana, sino que se atreven a penetrar sin temor alguno en el sagrado templo, y a asistir a las funciones sacras, y hasta a presentarse en la Mesa Eucarística, donde se recibe al Autor de la castidad, ataviadas con los incentivos de feas concupiscencias”.

El papa Pío XII amonestó seriamente a las madres cristianas: “El bien de nuestra alma es más importante que el de nuestro cuerpo; y tenemos que preferir el bienestar espiritual de nuestro vecino a nuestra comodidad corporal… Si cierta clase de vestido constituye una ocasión grave y próxima de pecado y pone en peligro la salvación de su alma y de la de los demás, es su deber dejarlo y no usarlo… Oh madres cristianas, si vosotras supierais qué futuro de ansiedades y penas, de vergüenza mal guardada preparáis para vuestros hijos e hijas, dejando imprudentemente que ellos se acostumbren a vivir ligeramente vestidos y haciendo que pierdan su sentido de modestia, estaríais avergonzadas de vosotras mismas y temeríais el daño que os hacéis y el daño que estáis causando a estos niños, quienes el Cielo os ha confiado para que los crieis como cristianos”. (Pío XII a los Grupos de Mujeres Católicas Jóvenes de Italia)

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La modestia cristiana

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Dado el mundo en que vivimos ahora: un mundo de materialismo y lleno de todo tipo de vanidades, es oportuno tratar sobre la modestia. Lamentablemente, cuando hablamos de la modestia la gente piensa inmediatamente que es algo que atañe solamente a las mujeres en su manera de vestir. Pero no es así en la realidad, porque vemos como también los hombres pueden escandalizar a las mujeres con su manera de vestir. Además, los hombres tienen un gran papel en la propagación de la modestia. Los papás que son hombres, supuestamente educadores de sus hijos, deben educar a sus hijos en la manera correcta de vestir. Nosotros hombres, que tenemos hermanas o hermanitas, ¿acaso no tenemos la obligación de corregirlas cuando usan ropas provocativas o ropas que no son suficientemente modestas? 

El Mensaje de la Virgen de Fátima

“Más almas se van al infierno por pecados de la carne (es decir, pecados en contra del 6º y 9º mandamientos) que por cualquier otra razón”. Nuestra Señora de Fátima le dijo a Jacinta, “Se introducirán ciertas modas que ofenderán gravemente a Mi Hijo”. Jacinta también dijo, “Las personas que sirven a Dios no deberían seguir las modas. La Iglesia no tiene modas; Nuestro Señor es siempre el mismo”.

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Domingo VII después de Pentecostés

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh Dios, cuya providencia no se engaña en sus disposiciones: suplicámoste humildemente apartes todo lo dañoso, y nos concedas cuanto pueda aprovecharnos.

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Romanos (VI, 19-23) 

Hermanos: Lo digo humanamente, por la flaqueza de vuestra carne: que, así como pusisteis vuestros miembros al servicio de la inmundicia y de la iniquidad, para la iniquidad, así pongáis ahora vuestros miembros al servicio de la justicia, para la santificación. Porque, cuando erais siervos del pecado, estabais libres de la justicia. Y ¿qué fruto sacasteis entonces de aquellas cosas de que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es la muerte. Pero ahora, libertados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por fruto vuestro la santificación, y por fin la vida eterna. Porque el pago del pecado es la muerte. En cambio, la gracia de Dios es la vida eterna, en Jesucristo, nuestro Señor. 

La vida del bautizado, que le viene de su unión con Nuestro Señor Jesucristo por la fe, es la paz con Dios, la alegría y la libertad. Es dos veces libertad: por razón de lo que el bautismo destruye, y por razón de lo que edifica en nosotros. Para comprender esto, importa definir bien lo que es la libertad, y su contraria la servidumbre. Vivo en servidumbre cuando estoy sujeto bajo la dependencia de quien no debo; cuando el tirano ejerce en mis miembros exteriores violencia; cuando me asocia, a pesar mío, a sus obras malvadas, mientras una parte de mí, la más alta, protesta contra las bajezas que ejecuta su poder despótico. Entonces verdaderamente sí que es servidumbre. Pero cuando vivo bajo la dependencia de quien debo; cuando el poder que se ejerce sobre mí, obra íntimamente, se dirige a la inteligencia y a la voluntad; cuando me hace trabajar con él en obras nobles y dignas; cuando me asocia al trabajo de Dios mismo, y bajo su influencia interior, me hace colaborar en un programa de sana moralidad; cuando estoy persuadido que no sólo Dios, sino todo lo más elevado de mi alma aplaude la obra que juntos ejecutamos Dios y yo, llamadlo servidumbre si queréis, pero para mí es la suprema libertad, una liberación absoluta. Ser dócil a la inteligencia, es libertad; ser dócil a la inteligencia de Dios, es la más absoluta libertad que existe. 

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Haced de este Corazón el Rey de vuestra casa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Queridos hijos e hijas, volveos al Sagrado Corazón de Jesús, consagraos a Él enteramente, y vivid en la serenidad y en la confianza!

No hay duda de que, si se quiere salir de modo durable de la crisis actual, será preciso reedificar la sociedad sobre bases menos frágiles, es decir, más conformes a la moral de Cristo, fuente primera de toda verdadera civilización. No es menos cierto que, si se quiere conseguir tal fin, hará falta comenzar por hacer de nuevo cristianas a las familias, muchas de las cuales han olvidado la práctica del Evangelio, la caridad que requiere y la paz que trae.

San Agustín escribía que la familia debe ser el elemento inicial y como una célula de la ciudad. Y como toda parte está enderezada al fin y a la integridad del todo, deducía de ahí que la paz en el hogar doméstico, entre quien manda y quien obedece, ayuda a la concordia entre los ciudadanos. Bien lo saben los que, para expulsar a Dios de la sociedad y lanzarla en el desorden, se esfuerzan por quitar a la familia el respeto y hasta el recuerdo de las leyes divinas, exaltando el divorcio y la unión libre, poniendo trabas al papel providencial confiado a los padres con respecto a sus hijos, infundiendo en los esposos el temor de las fatigas materiales y de las responsabilidades morales que lleva consigo el glorioso peso de una prole numerosa. Contra semejantes peligros deseamos prevenirnos, recomendándoos que os consagréis al Corazón Santísimo de Jesús.

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Las buenas lecturas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Reposar, para el hombre, no es únicamente distender muellemente los miembros desocupados y abandonarse a un sueño restaurador. El reposo humano lleva consigo sanas distracciones, y de ordinario también algunas lecturas. Y como actualmente casi no hay familia donde no entre el libro, el opúsculo, el diario, y durante los ocios de las vacaciones las ocasiones de lectura se multiplican, queremos hoy dirigiros alguna breve exhortación sobre este tema.

El primer hombre que deseoso de comunicar su pensamiento a otros hombres en una forma más duradera que el sonido fugaz de las palabras, grabó acaso con un tosco sílex, en la pared de una caverna, signos convencionales cuya interpretación determinó y explicó, inventó al mismo tiempo la escritura y el arte de la lectura.

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Frecuentemos el Catecismo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

En su constitución Etsi minime, Nuestro predecesor Benedicto XIV dispone el doble ministerio, a saber: la predicación, que habitualmente se llama explicación del Evangelio, y la enseñanza de la doctrina cristiana. Acaso no falten sacerdotes que, deseosos de ahorrarse trabajo, crean que con las homilías satisfacen la obligación de enseñar el Catecismo. Quienquiera que reflexione, descubrirá lo erróneo de esta opinión; porque la predicación del Evangelio está destinada a los que ya poseen los elementos de la fe. Es el pan, que debe darse a los adultos. Mas por lo contrario, la enseñanza del Catecismo es aquella leche, que el apóstol San Pedro quería que todos los fieles habían de desear sinceramente, como los niños recién nacidos. El oficio, pues, del catequista consiste en elegir alguna verdad relativa a la fe y a las costumbres cristianas, y explicarla en todos sus aspectos. Y, como el fin de la enseñanza es la perfección de la vida, el catequista ha de comparar lo que Dios manda obrar y lo que los hombres hacen realmente; después de lo cual, y sacando oportunamente algún ejemplo de la Sagrada Escritura, de la historia de la Iglesia o de las vidas de los Santos, ha de aconsejar a sus oyentes, como si la señalara con el dedo, la norma a que deben ajustar la vida, y terminará exhortando a los presentes a huir de los vicios y a practicar la virtud.

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Con vigilante prudencia

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Con vigilante prudencia de Madre, la Iglesia ha tratado desde el principio de seguir los pasos y proteger a sus hijos en el maravilloso camino del progreso de las técnicas de difusión. Tal solicitud proviene directamente de la misión que le ha confiado el Divino Redentor, porque dichas técnicas -en la presente generación- tienen un poderoso influjo sobre el modo de pensar y de obrar de los individuos y de la comunidad.

Así que ninguno podrá maravillarse de que el celo por la salvación de las almas conquistadas “no con el oro y la plata, que son perecederos… sino con la preciosa sangre de Cristo, cordero inmaculado”, haya movido en diversas ocasiones a la Suprema Autoridad Eclesiástica a reclamar la atención sobre la gravedad de los problemas que el cine, la radio y la televisión presentan a la conciencia cristiana. Sin embargo, por desgracia, debemos repetir con San Pablo: “No todos obedecen al Evangelio”, porque también en este campo el Magisterio de la Iglesia ha encontrado a veces incomprensiones, y hasta ha sido violentamente combatido de parte de individuos, empujados por un desordenado apetito de lucro, o víctimas de ideas erróneas sobre la realidad de la naturaleza humana, sobre la libertad de expresión y sobre la concepción del arte.

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De la Encíclica que condena el error del liberalismo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Es absolutamente necesario que el hombre quede todo entero bajo la dependencia efectiva y constante de Dios. Por consiguiente, es totalmente inconcebible una libertad humana que no esté sumisa a Dios y sujeta a su voluntad. Negar a Dios este dominio supremo o negarse a aceptarlo no es libertad, sino abuso de la libertad y rebelión contra Dios. Es ésta precisamente la disposición de espíritu que origina y constituye el mal fundamental del liberalismo. Sin embargo, son varias las formas que éste presenta, porque la voluntad puede separarse de la obediencia debida a Dios o de la obediencia debida a los que participan de la autoridad divina, de muchas formas y en grados muy diversos. 

La perversión mayor de la libertad, que constituye al mismo tiempo la especie peor de liberalismo, consiste en rechazar por completo la suprema autoridad de Dios y rehusarle toda obediencia, tanto en la vida pública como en la vida privada y doméstica. 

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De los escritos de Mons. Ezequiel Moreno Díaz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

No hemos hecho mención de otros grandes errores que se hallan en los papeles, porque son tan notables, y tan absurdos, y tan claros, que no pueden hacer mucho daño, porque los fieles más sencillos, con la sola instrucción que tienen del Catecismo, los han conocido, rechazado y condenado.

Los males que hoy afligen a la Iglesia no los causan principalmente los grandes incrédulos, los grandes impíos, los grandes perseguidores; la obra de estos imitadores de Lucifer sería, poco menos que estéril, si no los ayudaran los conciliadores, los que llaman intransigencia a la lucha decidida contra el mal, los que sin duda se han olvidado de esta sentencia del Salvador: Quien no está conmigo, está contra mí. Sí; los mayores peligros que corren hoy la verdad y la virtud no los presentan las grandes y escandalosas herejías, sino las falsificaciones de la virtud y la verdad. Cuanto más hábiles son esas falsificaciones, tanto más seducen y tanto más peligrosas.

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