Publicado por: Servus Cordis Iesu
En tiempo en que se hallaba la Iglesia afligida con una de las más crueles persecuciones de los paganos, necesitada de varones sobresalientes en celo, brío y santidad, capaces de oponerse a los poderosos enemigos de la religión cristiana; muerto el sumo Pontífice Ponciano, por universal consentimiento del clero y pueblo romano fue electo para ser su sucesor san Antero, hijo de Rómulo, griego de nación, profesor de la vida eremítica. Era tan distinguido por su santidad, que desde el retiro del desierto llegó la fama de su virtud a la capital del orbe cristiano; bien persuadidos de que un héroe adornado con tan relevantes cualidades era muy a propósito para sostener y defender el rebaño de Jesucristo en tiempo de la tempestad deshecha que sufrían los cristianos por la sangrienta persecución que suscitó contra ellos el emperador Maximino. Colocado en la cátedra apostólica nuestro Santo, acreditó el mérito de su elección, y justificó con pruebas prácticas el alto concepto de santidad y virtud que de su persona había formado la Iglesia romana, que lloró amargamente la brevedad de su pontificado.
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