Publicado por: Servus Cordis Iesu
Los Santos, que ya poseen a Dios en el cielo, cuídanse de nuestra santificación y nos ayudan a adelantar en el ejercicio de la virtud con su poderosa intercesión y los buenos ejemplos que nos dejaron: debemos, pues, venerarlos; son poderosos intercesores: debemos invocarlos; son nuestros modelos: debemos imitarlos.
Debemos venerarlos, y, al venerarlos, veneramos a Dios y a Jesucristo en ellos. Todo cuanto de bueno hay en ellos, es obra realmente de Dios y de su divino Hijo. Su ser natural es un reflejo de las perfecciones divinas; sus cualidades sobrenaturales son obra de la divina gracia merecida por Jesucristo, inclusos sus actos meritorios, que, a pesar de que son bienes propios suyos, en cuanto que con su libre consentimiento han colaborado con Dios, son también principalmente don de Aquél que siempre es la causa primera y eficaz de todas las cosas.
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