Publicado por: Servus Cordis Iesu
Por ser tan importante la intervención de María en nuestra vida espiritual, hemos de tenerle mucha devoción. Esta palabra significa entrega voluntaria de sí mismo. Seremos, pues, devotos de María, si nos entregáremos enteramente a ella y, por ella, a Dios. Con esto no haremos sino imitar al mismo Dios que se nos da a nosotros, y nos da a su Hijo como medianero. Haremos entrega de nuestro entendimiento, con la más profunda veneración; de nuestra voluntad, con una confianza absoluta; de nuestro corazón, con un amor ternísimo de hijos; de todo nuestro ser, con la imitación más perfecta posible de sus virtudes.
Esta veneración se funda en la dignidad de Madre de Dios y en las consecuencias que de ella se derivan. Verdaderamente jamás podremos honrar harto a la que el Verbo Encarnado venera como madre suya, contempla el Padre amorosamente como a hija muy amada, y el Espíritu Santo mira como templo suyo de predilección. Trátala el Padre con sumo respeto al enviarle un Ángel para que la salude llena de gracia, y le pida su consentimiento para la obra de la Encarnación, por medio de la cual quiere asociarla consigo tan íntimamente; venérala el Hijo, y ámala como a madre suya y la obedece; el Espíritu Santo viene a ella, y en ella pone sus complacencias. Al venerar a María, nos asociamos a las tres divinas personas, y estimamos en mucho a la que ellas en mucho estiman.
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