Publicado por: Servus Cordis Iesu
Con vigilante prudencia de Madre, la Iglesia ha tratado desde el principio de seguir los pasos y proteger a sus hijos en el maravilloso camino del progreso de las técnicas de difusión. Tal solicitud proviene directamente de la misión que le ha confiado el Divino Redentor, porque dichas técnicas -en la presente generación- tienen un poderoso influjo sobre el modo de pensar y de obrar de los individuos y de la comunidad.
Así que ninguno podrá maravillarse de que el celo por la salvación de las almas conquistadas “no con el oro y la plata, que son perecederos… sino con la preciosa sangre de Cristo, cordero inmaculado”, haya movido en diversas ocasiones a la Suprema Autoridad Eclesiástica a reclamar la atención sobre la gravedad de los problemas que el cine, la radio y la televisión presentan a la conciencia cristiana. Sin embargo, por desgracia, debemos repetir con San Pablo: “No todos obedecen al Evangelio”, porque también en este campo el Magisterio de la Iglesia ha encontrado a veces incomprensiones, y hasta ha sido violentamente combatido de parte de individuos, empujados por un desordenado apetito de lucro, o víctimas de ideas erróneas sobre la realidad de la naturaleza humana, sobre la libertad de expresión y sobre la concepción del arte.
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