Domingo después de la Ascención

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Omnipotente y sempiterno Dios, haz que siempre tengamos para ti una voluntad devota, y que sirvamos a tu majestad con sincero corazón.

Lección de la Epístola del Apóstol San Pedro

Carísimos: Sed prudentes, y velad en oraciones. Pero, ante todo, tened mutua caridad: porque la caridad cubre la multitud de los pecados. Sed mutuamente hospitalarios sin murmuración: dé cada cual la gracia a otro según la recibió, como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla, que hable según las palabras de Dios: si alguien administra, administre según la virtud que Dios suministra: para que en todo sea honrado Dios por Jesucristo, nuestro Señor.

Mientras los discípulos están reunidos en el Cenáculo formando un corazón y una sola alma, y esperando la venida del Espíritu Santo, el príncipe de los Apóstoles que preside esta asamblea se vuelve hacia nosotros que esperamos el mismo favor, y nos recomienda la caridad fraterna. Nos promete que esta virtud borrará la multitud de nuestros pecados; ¡feliz preparación para recibir el don del cielo! El Espíritu Santo viene con el fin de unir a los hombres en una sola familia que debe establecerse en el mundo con la predicación del Evangelio. 

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Papas Santos – Gregorio VII y Urbano I

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Oh bienaventurado Gregorio! Verdaderamente se han aumentado nuestras alegrías pascuales con tu triunfo. Porque nosotros vemos en ti la imagen de Aquel que mediante su gloriosa Resurrección ha sublimado al mundo que se hundía en sí mismo. Tu pontificado fue preparado por la divina Sabiduría como una era de regeneración de la sociedad que se desplomaba cediendo al impulso de la barbarie. Tu valor, basado en la confianza de la palabra de Jesús, no retrocedió ante ningún sacrificio. Tu vida en la Silla Apostólica no fue más que un continuo combate, teniendo que morir en el destierro por haber amado la justicia y odiado la iniquidad. Pero por eso mismo se cumplía en ti aquel oráculo escrito por el Profeta para tu divino Maestro: “Por haber dado su vida por el pecado, gozará de gran posteridad”. Treinta y seis Papas han seguido el camino trazado por tu sacrificio; por ti la Iglesia alcanzó la libertad y la fuerza se sometió ante el derecho. Después de este período triunfante, ha vuelto de nuevo a declararse la guerra, que sigue todavía. Los reyes de la tierra se han levantado contra el poder espiritual, han sacudido el yugo del Vicario de Cristo, y han rechazado el control de toda autoridad humana. A su vez los pueblos también se han sublevado contra un poder que no admite ninguna dependencia del cielo por medio de un lazo visible y sagrado y esta doble insurrección pone a la sociedad de nuestros días al borde de su perdición.

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Gravedad de los errores modernistas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, “hombres de lenguaje perverso”, “decidores de novedades y seductores”, “sujetos al error y que arrastran al error”.

Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.

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Errores y peligros de la masonería

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Vienen en seguida los principios de la ciencia política. En este género dogmatizan los naturalistas que los hombres todos tienen iguales derechos y son de igual condición en todo; que todos son libres por naturaleza; que ninguno tiene derecho para mandar a otro, y el pretender que los hombres obedezcan a cualquier autoridad que no venga de ellos mismos es propiamente hacerles violencia. Todo está, pues, en manos del pueblo libre; la autoridad existe por mandato o concesión del pueblo; tanto que, mudada la voluntad popular, es lícito destronar a los príncipes aun por la fuerza. La fuente de todos los derechos y obligaciones civiles está o en la multitud o en el Gobierno de la nación, organizado, por supuesto, según los nuevos principios. Conviene, además, que el Estado sea ateo; no hay razón para anteponer una a otra entre las varias religiones, pues todas deben ser igualmente consideradas. Con todas sus fuerzas e intereses lo están maquinando así hace mucho tiempo, y con esto dejan expedito el camino a no pocos más audaces que se inclinan a peores opiniones. 

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De la Encíclica Humanum genus

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El propósito de los Masones es perseguir cuanto puedan a los católicos con una enemistad implacable, y no descansar hasta lograr que sea destruido todo cuanto los Sumos Pontífices han establecido en materia de religión o por causa de ella. Y si no se obliga a los adeptos a abjurar expresamente la fe católica, tan lejos está esto de oponerse a los intentos masónicos, que antes bien sirve a ellos. Primero, porque éste es el camino de engañar fácilmente a los sencillos e incautos y de atraer a muchos más; y después, porque, abriendo los brazos a cualesquiera y de cualquier religión, consiguen persuadir de hecho el grande error de estos tiempos, a saber, el indiferentismo religioso y la igualdad de todos los cultos; conducta muy a propósito para arruinar toda religión, singularmente la católica, a la que, por ser la única verdadera, no sin suma injuria se la iguala con las demás. 

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Encíclica que condena la masonería (II)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Hay varias sectas que, si bien diferentes en nombre, ritos, forma y origen, unidas entre sí por cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concuerdan de hecho con la secta masónica, especie de centro de donde todas salen y adonde vuelven. Estas, aunque aparenten no querer en manera alguna ocultarse en las tinieblas, y tengan sus juntas a vista de todos, y publiquen sus periódicos, con todo, bien miradas, son un género de sociedades secretas, cuyos usos conservan. Pues muchas cosas hay en ellas a manera de arcanos, las cuales hay mandato de ocultar con muy exquisita diligencia, no sólo a los extraños, sino a muchos de sus mismos adeptos, como son los planes íntimos y verdaderos, así como los jefes supremos de cada logia, las reuniones más reducidas y secretas, sus deliberaciones, por qué vía y con qué medios se han de llevar a cabo. A esto se dirige la múltiple diversidad de derechos, obligaciones y cargos que hay entre los socios, la distinción establecida de órdenes y grados y la severidad de la disciplina por la que se rigen. Tienen que prometer los iniciados, y aun de ordinarios se obligan a jurar solemnemente, no descubrir nunca ni de modo alguno sus compañeros, sus signos, sus doctrinas. Con estas mentidas apariencias y arte constante de fingimiento, procuran los Masones con todo empeño, como en otro tiempo los maniqueos, ocultarse y no tener otros testigos que los suyos. Celebran reuniones muy ocultas, simulando sociedades eruditas de literatos y sabios, hablan continuamente de su entusiasmo por la civilización, y de su amor hacia los más humildes: dicen que su único deseo es mejorar la condición de los pueblos y comunicar a cuantos más puedan las ventajas de la sociedad civil. Aunque fueran verdaderos tales propósitos, no todo está en ellos. Además, deben los afiliados dar palabra y seguridad de ciega y absoluta obediencia a sus jefes y maestros, estar preparados a obedecerles a la menor señal e indicación; y de no hacerlo así, a no rehusar los más duros castigos ni la misma muerte. Y, en efecto, cuando se ha juzgado que algunos han traicionado al secreto o han desobedecido las órdenes, no es raro darles muerte con tal audacia y destreza, que el asesino burla muy a menudo las pesquisas de la policía y el castigo de la justicia.

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Encíclica que condena la masonería (I)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad.

El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehúsan obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no existiera o positivamente contra Dios. Agudamente conoció y describió Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos.

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La Misa atropellada (III)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Como antes dijimos, la Misa celebrada devotamente inspira devoción a cuántos la oyen, en cambio, cuando se la celebra atropelladamente consigue que se pierda la devoción y casi la fe. Cierto religioso, muy digno de fe, me refirió un caso impresionante a este respecto. Había en Roma un hereje resuelto a abjurar, como lo había prometido al Sumo Pontífice Clemente XI. Pero después que vio en cierta iglesia celebrar la Misa sin devoción, se escandalizó hasta el punto de que fue al Papa y le anunció que ya no quería abjurar, porque estaba persuadido de que ni los sacerdotes ni el Papa creían en los dogmas de la Iglesia Católica. El Papa le respondió que por la falta de devoción de un sacerdote o de muchos sacerdotes descuidados no se podían poner en tela de juicio las verdades de fe enseñadas por la Iglesia. A lo que respondió el hereje: “Si yo fuese Papa y supiera que había un sacerdote que celebrase con tamaña irreverencia, lo haría quemar vivo. Como veo que hay en Roma sacerdotes que celebran tan indignamente, y hasta en presencia del Papa y no se les castiga, me he persuadido de que ni el Papa cree”. Y habiendo dicho esto se despidió y permaneció obstinado en la voluntad de no abjurar.

He de añadir a este propósito que cierto seglar luego de oír una Misa celebrada de esta forma, no pudo menos de decir a un compañero de nuestra Congregación, que me lo ha contado: “A la verdad que estos sacerdotes con tales Misas nos hacen perder la fe”.

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La Misa atropellada (II)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Dios mío!, al ver a tantos sacerdotes como hoy celebrar con tales irreverencias… ¿Qué habrá que decir? ¿Que representan a Jesucristo o a tantos saltimbanquis que se ganan la vida embobando a la aldeanía con su juego de manos?

La mayoría de los sacerdotes se esfuerzan en no celebrar bien, sino en despachar la Misa. De aquí que tales celebraciones sean no ya un acto de Religión, sino un tráfico y un negocio lucrativo.

Y aún hay algo de admirar, o por mejor decir, que deplorar, y es ver hasta a religiosos, y aún a religiosos de Órdenes reformadas y observantes, atropellando de tal modo las ceremonias, que escandalizarían hasta a los idólatras y no obrarían peor que si fuesen sacerdotes seculares más relajados.

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La Misa atropellada (I)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Misa es la obra más santa y divina que se puede ejecutar. Por eso, como señala el Concilio de Trento hay que poner todo cuidado y solicitud para celebrarla con la mayor pureza interior y con las mayores muestras exteriores de piedad y devoción.

Dice también el Concilio que la maldición fulminada por Jeremías contra “quien hace la obra de Yahvé con negligencia” se aplica precisamente a los sacerdotes que celebran con irreverencia la Misa. Es entre todas, la más grande y elevada de cuantas acciones pueda ejecutar el hombre para honrar a su Creador. Y añade que difícilmente puede cometerse semejante irreverencia sin incurrir en manifiesta impiedad.

Dice San Juan Crisóstomo, “todos los sacerdotes tendrían que separarse del altar transformados por los ardores del amor divino, y a modo de leones que causaran espanto al propio infierno”. Sin embargo no es esto lo que suele acontecer, sino que la mayor parte de los sacerdotes se retiran del altar siempre más tibios, más impacientes, soberbios, ávidos y pegados al interés, a la estima propia y a los placeres terrenos.

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