De la dignidad Sacerdotal

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Es, pues, la dignidad sacerdotal tan grande que San Ignacio Mártir la llama suma; San Efrén, infinita; Inocencio III dice que el sacerdote se ha de contar entre Dios y los hombres, pues que es menor que Dios, pero es mayor que los demás hombres. San Ambrosio no repara en afirmar que los sacerdotes son más que los reyes y emperadores, pues que los reyes y príncipes deben bajar las cabezas a los sacerdotes y besar sus manos, creyendo que pueden ser muy favorecidos con sus oraciones. San Gelasio Papa, escribiendo al emperador Atanasio, le dice: “Dos suertes de personas tiene el gobierno de este mundo: los sacerdotes y los reyes; pero es más grave el peso que llevan los sacerdotes que los reyes, porque los sacerdotes han de dar cuenta de los reyes en el tribunal de Dios; los reyes sólo tienen poder sobre lo temporal, los sacerdotes sobre lo eterno; aquéllos tienen poder sobre los cuerpos, éstos sobre las almas; aquéllos disponen sobre lo material, éstos sobre lo espiritual”.

Sigue leyendo

Sobre la verdadera unidad religiosa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes, e invitar a discutir allí promiscuamente, a todos, a infieles de todo género, a cristianos, y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión. Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino que también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.

Sigue leyendo

Cristo Resucitado ante su Madre

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Jesús resucitado, cuya gloria aún no ha contemplado ninguna criatura mortal, ha franqueado el espacio y en un instante se ha reunido con su Santísima Madre. Es el Hijo de Dios, es el vencedor de la muerte; pero es también el hijo de María. María estuvo junto a Él hasta que expiró; ella unió el sacrificio de su corazón de madre al que ofrecía Él mismo sobre la cruz; es justo, pues, que las primeras alegrías de la Resurrección sean para ella. El santo Evangelio no refiere la aparición del Salvador a su Madre, mientras que se extiende sobre todas las demás: la razón es obvia. Las otras apariciones tenían como fin promulgar el hecho de la Resurrección; ésta la exigía el corazón de un hijo, y de un hijo como Jesús. La naturaleza y la gracia reclamaban esta entrevista primera, cuyo conmovedor misterio hace las delicias de las almas cristianas. No era necesario se consignase en los libros sagrados; la tradición de los Padres, comenzando por San Ambrosio bastaba para trasmitírnosla, dado caso que nuestros corazones no la hubieren presentido; y cuando nos preguntamos, por qué el Salvador, que debía salir del sepulcro el domingo, quiso hacerla en las primeras horas de este día, aun antes de que el sol hubiese iluminado al universo, asentimos fácilmente a la opinión de los autores que han atribuido esta prisa del Hijo de Dios, a la inquietud que experimentaba su corazón por poner término a la dolorosa espera de la más tierna y más afligida de las madres.

Sigue leyendo

El Santo Día de Pascua

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (XVI, 1-7)

En aquel tiempo María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungir a Jesús. Y muy de mañana, al día siguiente del sábado, fueron al monumento salido ya el sol. Y decían entre sí: ¿Quién nos separará la piedra de la puerta del sepulcro? Y, mirando, vieron separada la piedra, que era muy grande. Y, entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con traje blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí, he ahí el sitio donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que os precederá en Galilea; allí le veréis, como os lo dijo.

“Resucitó, ya no está aquí”: un muerto que manos piadosas habían colocado allí, sobre aquella losa, en aquella gruta; se ha levantado, y aun sin quitar la piedra que cerraba la entrada, ha resucitado a una vida que ya nunca tendrá fin. Nadie le prestó ayuda; ningún profeta, ningún enviado de Dios se inclinó sobre su cadáver para volverle a la vida. Él mismo fue quien, por su propia virtud, se resucitó. Para Él la muerte no fue una necesidad; la padeció porque quiso; la aniquiló cuando quiso. ¡Oh Jesús, tú juegas con la muerte, tú, que eres el Señor, Nuestro Dios! Nos postramos de rodillas ante ese sepulcro vacío, que, por haber tú morado en él algunas horas has hecho sagrado para siempre. “He ahí el lugar en que te colocaron”. ¡He ahí los lienzos, las vendas, que no te pudieron retener y dan fe de tu paso voluntario por el yugo de la muerte!

Sigue leyendo

El Santo y grandioso Sábado

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La noche ha pasado sobre el sepulcro en que descansa el cuerpo del Hombre-Dios. Pero si la muerte triunfa en el fondo de esta gruta silenciosa; si tiene entre sus lazos a Aquel que da la vida a todos los seres, su triunfo será muy corto; en vano velan los soldados a la entrada de la tumba; no podrá retener al divino cautivo cuando emprenda su vuelo. Los santos ángeles adoran con profundo respeto el cuerpo inanimado de Aquel cuya sangre va a “purificar al cielo y a la tierra”. Este cuerpo separado del alma durante un corto instante ha permanecido unido al Verbo; el alma que momentáneamente cesó de animarle, no perdió tampoco su unión con la persona del Hijo de Dios. La divinidad permanece unida incluso con la sangre derramada en el Calvario y que debe entrar de nuevo en las venas del Hombre-Dios, en el momento de su próxima resurrección.

Sigue leyendo

Viernes Santo de la Pasión y Muerte del Señor

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo

Este día es dedicado todo a la estación del Calvario, del cual conviene que no te apartes ni un punto; asiste a la sombra del árbol de la cruz, redención de la pérdida del árbol del Paraíso. Levanta los ojos a lo alto de la copa y verás aquel racimo de la viña de Engadí, pendiente de sus ramas, y a tu dulce Esposo entre dos ladrones, reputado por uno de ellos.

Levanta los ojos y lee el título que tiene Cristo en la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Medita cada palabra de por sí: Jesús, que significa Salvador, y porque lo fue del mundo y tuyo, es condenado a tan acerba y afrentosa muerte. ¡Oh dulcísimo Bien mío, cuánto os costó mi salvación, cuánto hiciste por mí y cuán poco hago yo por Vos! 

Sigue leyendo

Jueves Santo, In Coena Domini

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Extracto del Decreto General sobre la restauración de la liturgia de la Semana Santa: 

“Permítase que los fieles aprendan con cuanto amor Nuestro Señor Jesucristo, en el día anterior a su Pasión, instituyó y consagró la Santa Eucaristía, como Sacrificio y Sacramento, memorial perpetuo de su Pasión, para que fuese ofrecido cada día a través del ministerio de sus sacerdotes. Que se los invite, tras la Misa, a rendir la debida adoración al Santísimo Sacramento. Finalmente, en donde se pueda, que se ilustre el mandamiento amoroso del Señor sobre el fraternal Lavatorio de los pies, el cual se reproduzca de acuerdo a las rúbricas para enseñar a los fieles el profundo significado de este santo rito, y para que pasen este día entregados a obras de caridad cristiana”.

Sigue leyendo

La Pasión de Cristo y la Santa Misa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La pasión de Cristo ocupa un lugar tan preferente en su vida, es de tal modo su obra, y tal la importancia que le dio, que quiso que su memoria se recordase entre los hombres, no sólo una vez al año, en los días de semana santa, sino todos los días. A este fin instituyó el mismo sacrificio que perpetuase, en el curso de los siglos, la memoria y los frutos de su oblación en el Calvario; es el sacrificio de la Misa.

Asistir a ese santo sacrificio y ofrecerlo con Cristo, es uno de los mejores y más eficaces medios de participar de su Pasión sacratísima.

Sigue leyendo

Inmaculado y Doloroso Corazón de María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El Calvario nos pone ante los ojos el doloroso Corazón crucificado de la Madre del Salvador durante la pasión de su Hijo.

¿Qué es el Calvario? Una montaña, la más considerable y digna de la Tierra santa. ¿Y qué es el Corazón de la Madre de Dios? ¿No es acaso una montaña, y la más ilustre, de esta tierra de bendición marcada por estas palabras: Bendijiste, Señor, tu tierra (Sal 85, 2), pues ella es la Virgen bendita, la parte más noble y elevada de su cuerpo y de su alma?

Sigue leyendo

Sobre la Santa Misa Católica

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El que ofrece sacrificio coloca sus pecados sobre la víctima, y ésta debe morir o quedar destruida por ellos, y después el oferente debe comer de la víctima para participar de sus méritos: he aquí por qué es la misa y comunión. Y el concilio de Trento desea que en todas las misas los fieles que asisten comulguen en ellas.

Por lo dicho hasta aquí, ya conocéis la necesidad que hay de que continúe este santo sacrificio de la misa hasta el fin del mundo y la obligación que tienen los cristianos de asistir a ella a fin de participar de su aplicación particular. Mas como de algún tiempo a esta parte he observado que algunos cristianos fácilmente se dispensan de asistir, no obstante el precepto terminante de la Iglesia, nuestra Madre, y es que el virus protestante se les ha infiltrado en su corazón. Por lo que habéis de saber que al principio del siglo XVI el doctor Martín Lutero dijo que se había de quitar la misa; y en prueba de ello citó el testimonio de Satanás, que en una conferencia nocturna dice le había demostrado esto con argumentos irreplicables. Carlostadio, que se gloriaba de haber sido maestro de Lutero por haberle dado la borla de doctor, también quitó la misa. El suizo Zwinglio enseña también que se ha de omitir la misa, y dice que así lo ha aprendido de un fantasma que se le había aparecido en sueños. Calvino enseñó lo mismo, y así todos los corifeos del protestantismo.

Y, a la verdad, no es esto de extrañar, porque el protestantismo no fue ni es actualmente otra cosa que una violenta explosión de todas las pasiones rencorosas contra la Iglesia católica, apostólica, romana; y como los misterios del amor no pueden asociarse con los sistemas inventados por el odio, lo mismo que el hombre carnal no puede percibir ni entender las cosas espirituales, he aquí por qué razón los protestantes no tienen misa, y, por qué algunos cristianos ya no asisten a la santa misa, y es porque son cristianos carnales e inficionados del contagio protestante.

¡Ah! Si alguno de aquellos primitivos cristianos levantara la cabeza del sepulcro, al ver lo que pasa entre los cristianos de nuestros días, diría: “Veo los cristianos, pero no veo las costumbres de los cristianosEn nuestro tiempo, todos los cristianos asistían cada día con devoción a la santa misa y todos comulgaban en ella con gran fervor. ¿Y ahora?… ¡Qué veo!… Me vuelvo a esconder bajo la losa sepulcral para no ver lo que pasa entre los cristianos. Me temo que no se os diga que os será quitado el reino de Dios y será dado a gentes que rindan frutos de buenas obras”.

Asistamos, pues, nosotros al santo sacrificio de la misa no sólo en los domingos, fiestas y días de precepto, como es un deber, sino también en los demás días por devoción. Hemos de ofrecer este santo sacrificio a Dios no sólo para satisfacer por nuestras faltas, culpas y pecados, sino también en reconocimiento del supremo dominio que tiene sobre nosotros y en testimonio de los beneficios y gracias que nos ha dispensado y nos está dispensando de continuo, por manera que cuanto tenemos, de Él lo hemos recibido; y en agradecimiento a tantas mercedes le hemos de ofrecer este santo sacrificio, o mejor dicho, debemos asistir a este sacrificio que el mismo Jesucristo ofrece el eterno Padre por nosotros. Él es el principal oferente y la víctima ofrecida. Jesucristo es el abogado que tenemos en el cielo con Dios Padre, que interpela por nosotros, como dice San Juan. Y además le tenemos en el altar, que siempre intercede por nosotros, como asegura San Pablo.

Fuente: San Antonio María Claret, Escritos espirituales