Don de Ciencia

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El don de ciencia nos hace sentir y como tocar con la mano la vanidad de toda creatura: pura nada. El hombre, que camina hacia Dios en este universo visible, no debe detenerse en su fugaz belleza; mucho menos quedar cautivo en ella. Todo ha sido hecho para elevarle hasta Dios. El papel del don de ciencia es descubrir a través de todas las cosas la Faz de Dios. Él permite al alma evadirse del apresamiento falaz de todo lo creado, hace que no se deje prender en goces transitorios y culpables, que tan pronto conviértense en amargura sin fin. Nos lo ha advertido San Pablo, diciendo que los que gozan de mujer y de todos los falsos bienes de este mundo, tengan mucho cuidado de no eternizar en ellos su corazón. Aun cuando el alma se saciara de ellos, con rapidez fulminante la muerte separa de todo: “¡El tiempo es breve! ¡La figura de este mundo pasa!” De ahí las lágrimas de los santos al recuerdo de una vida malgastada y del tiempo perdido. Reconciliados con Dios, saborean en su penitencia “la bienaventuranza de las lágrimas” (Mt 5,5).

En las almas puras y desprendidas, para quienes la creatura ha llegado a ser inofensiva, todo eleva hacia Dios. Para el alma virgen, inaccesible a la fascinación seductora de las creaturas de pecado, la creación aparece como el magnífico libro de Dios: “Los cielos narran su gloria” (Sal 18, 2) y hasta el menor átomo del universo atestigua su infinito poder. Así, el don de ciencia, que la Escritura llama “la ciencia de los santos” (Pr 9, 10), libra al alma del gusto malsano de la creatura y -maravillosa transformación- restituye a la naturaleza misma su sentido original de “signo de Dios”.

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Don de Fortaleza

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El don de fortaleza es el Espíritu de Dios invadiendo todas las potencias del ser humano y conduciéndole, como recreándose, en medio de las dificultades más temibles, a la realización de todo lo que quiere Dios. El cristiano, revestido de “esta fortaleza de lo Alto” (Lc 24, 49) que hace a los apóstoles, avanza hacia la santidad más alta con una valentía que triunfa de todas las resistencias. Sus límites de creatura, su flaqueza personal no cuentan ya: “Dios es su roca, su apoyo inmutable”. En las circunstancias infinitamente variadas de una vida humana, el espíritu de fortaleza afírmase bajo dos aspectos esenciales: el ataque y la resistencia. Hace al alma magnánima y perseverante. Su acto supremo despliégase, principalmente, en presencia de la muerte, y podría expresarse con la célebre fórmula: “Mantenerse hasta el fin”.

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Don de Consejo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El don de consejo es el realizador práctico de esta vida totalmente divina en medio de las mil contingencias de una vida humana, que transcurre en un inextricable laberinto de dificultades. Este don hace pasar las grandes luces de la fe y de los dones superiores de sabiduría, de entendimiento o de ciencia al dominio concreto de la acción. Indica a todos los hijos de Dios, con un instinto infalible, no sólo en las grandes horas de una existencia humana, sino hasta en los más mínimos detalles de una vida en apariencia monótona, el camino personal de su redención. Cada uno tiene su camino más corto, su “atajo” para ir a Dios. Es preciso estar atento a esta inspiración divina, que nunca falta y que permite a toda alma de buena voluntad realizar en el tiempo el misterio de su propia predestinación. Los caminos de Dios varían al infinito. El don de consejo sugiere a cada uno su lugar en los designios eternos de Dios y en el conjunto del gobierno del mundo. El don de consejo es el que nos ajusta prácticamente al plan de Dios. El mismo Espíritu, que asiste a la Iglesia de Jesús, a fin de que no se desvíe un ápice de su misión de verdad y de santidad, acompaña en particular a cada una de nuestras almas con su luz vigilante y rectora. De ahí proceden, en ciertas horas, en todas las existencias, esas iluminaciones súbitas que cambian todo el plan de una vida, esas inspiraciones repentinas que descubren en una luz decisiva nuestra manera propia de asemejarnos al rostro de Cristo. De ordinario, la asistencia de este Espíritu nos manifiesta la voluntad de Dios a través de las directivas de la Iglesia y de los hechos cotidianos. Dios habla por medio de los acontecimientos. Así no nos deslumbra. Esta forma discreta, pero distinta, nos formula con seguridad una indicación divina, ello es suficiente. Los verdaderos hijos de Dios son conducidos por su Padre del cielo y por su Espíritu. Así Cristo Jesús no cesa, como lo hizo con los primeros apóstoles, de enviarnos “el Paráclito”, para encaminarnos hacia la vida eterna por los senderos de Dios.

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Don de Entendimiento

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El don de entendimiento es una mirada simple y contemplativa sobre la Trinidad y el conjunto de los misterios de Dios. No considera las cosas a través de sus causas en cuanto creadas, como el don de ciencia; no las contempla a la luz de sus causas divinas, como el don de sabiduría, sino que las ve en ellas mismas, bajo la irradiación sobrenatural de la luz de Dios, penetrando en el interior de cada misterio, en el corazón mismo de toda realidad, hasta ese centro inaccesible que la fe alcanza sin medir su insondable profundidad. Es menester recordar que ni el genio, ni el trabajo encarnizado, ni ninguna inteligencia de creatura, puede asir a Dios. Aun en presencia de los más puros espíritus, el Eterno guarda inviolablemente su secreto. Su palabra reveladora sola ha podido hacernos sospechar el misterio de su Paternidad divina, de la generación de un Verbo igual a Él mismo y de la Procesión eterna de un Dios que es Amor. Nosotros sabemos que el universo entero ha surgido de este Pensamiento creador y redentor que sobrealzó la naturaleza hasta la gracia, ordenando todo el movimiento de los cuerpos, de los espíritus y de la caridad, al orden de la Encarnación, a la primacía de Cristo, a la incesante alabanza de gloria de la Trinidad.

El don de entendimiento entreabre ante nuestras miradas deslumbradas todo ese mundo sobrenatural donde el alma, amada de Dios, se siente en su casa como el hijo en la de su Padre. Sólo el Espíritu Santo, que conoce todo, que escruta todo, puede hacerle tocar esos abismos de la Divinidad. El don de entendimiento es esa mirada simple y profunda en lo interior de toda cosa, a la manera intuitiva y luminosa de la mirada misma de Dios. Los signos exteriores entregan el secreto de las realidades escondidas, los fenómenos manifiestos introducen en el centro del misterio, lo visible encamina hacia lo invisible, los balbuceos humanos hacen oír la Palabra increada.

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Domingo de Pentecostés

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh Dios, que en este día instruiste los corazones de los fieles con la ilustración del Espíritu Santo: haz que saboreemos en el mismo Espíritu las cosas rectas, y que nos alegremos siempre de su consuelo. 

Lección de los Hechos de los Apóstoles

Al cumplirse los días de Pentecostés, estaban todos los discípulos juntos en el mismo lugar: y vino de pronto un ruido del cielo, como de viento impetuoso: y llenó toda la casa donde estaban sentados. Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, y se sentó sobre cada uno de ellos: y fueron todos llenados del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en varias lenguas, como el Espíritu les hacía hablar. Y había entonces en Jerusalén judíos, varones religiosos, de todas las naciones que hay bajo el cielo. Y, corrida la nueva, se juntó la multitud, y se quedó confusa, porque cada cual les oía hablar en su lengua. Y se pasmaban todos, y se admiraban, diciendo: ¿No son acaso galileos todos estos que hablan? ¿Y cómo es que cada uno de nosotros les oímos en la lengua en que hemos nacido? Partos, y Medos, y Elamitas, y los que habitan en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia, y en Panfilia, en Egipto y en las regiones de la Libia, que está junto a Cirene, y los extranjeros Romanos, y también los Judíos, y los Prosélitos, los Cretenses, y los Arabes: todos les hemos oído hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

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Don de Sabiduría

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El don de sabiduría es la mirada suprema de Dios comunicada por gracia a una simple creatura. Su papel contemplativo y apostólico se extiende a toda la actividad del cristiano. A los ojos del alma, esclarecida por el don de sabiduría, todo se hace luminoso. Dios se manifiesta a ella en el brillo infinito de su Divinidad, de perfecciones innúmeras e ilimitadas. El espíritu de sabiduría le descubre en la cima de todos los seres -e infinitamente por encima de ellos- “Aquel que Es”, el Único necesario, el Eterno viviente; y, surgiendo de esta esencia divina como de un centro de infinita irradiación, la multitud inconmensurable de los atributos divinos en el orden del ser, del obrar y de la perfección moral: bondad soberana, inmutable eternidad, omnipresencia, ciencia y comprensión de todo, entendimiento, fuente de toda verdad: Ser que se basta y cuya voluntad reposa en Él mismo como en un bien infinito; amor, justicia y misericordia; omnipotencia creadora que hizo surgir de la nada un universo que gobierna con sus manos; providencia infalible que vela sobre el menor átomo como sobre la inmensidad de los mundos; unidad floreciendo en Trinidad y, en esta sociedad de tres Personas iguales y consustanciales en la identidad de una misma naturaleza divina, todo en común: luz, amor y gozo, en una vida sin fin a la que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo llama por gracia a todos los espíritus bienaventurados y a todas las almas de buena voluntad. El don de sabiduría contempla esas profundidades de la Trinidad y de la acción de Dios en el mundo. De todo juzga a la luz de la Esencia divina y de los atributos divinos. De una mirada simple y comprensiva, abraza todo el encadenamiento de las causas relacionándolas con su principio supremo. Es contemplación de Dios y visión del universo a la luz misma del Verbo, Sabiduría de la Trinidad.

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Domingo después de la Ascención

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Omnipotente y sempiterno Dios, haz que siempre tengamos para ti una voluntad devota, y que sirvamos a tu majestad con sincero corazón.

Lección de la Epístola del Apóstol San Pedro

Carísimos: Sed prudentes, y velad en oraciones. Pero, ante todo, tened mutua caridad: porque la caridad cubre la multitud de los pecados. Sed mutuamente hospitalarios sin murmuración: dé cada cual la gracia a otro según la recibió, como buenos dispensadores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla, que hable según las palabras de Dios: si alguien administra, administre según la virtud que Dios suministra: para que en todo sea honrado Dios por Jesucristo, nuestro Señor.

Mientras los discípulos están reunidos en el Cenáculo formando un corazón y una sola alma, y esperando la venida del Espíritu Santo, el príncipe de los Apóstoles que preside esta asamblea se vuelve hacia nosotros que esperamos el mismo favor, y nos recomienda la caridad fraterna. Nos promete que esta virtud borrará la multitud de nuestros pecados; ¡feliz preparación para recibir el don del cielo! El Espíritu Santo viene con el fin de unir a los hombres en una sola familia que debe establecerse en el mundo con la predicación del Evangelio. 

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Jueves de la Ascensión de Nuestro Señor

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Según una tradición que remonta a los primeros siglos del cristianismo, era el medio día la hora en que Jesús fue elevado sobre la cruz cuando, dirigiendo sobre la concurrencia una mirada de ternura que debió detenerse con complacencia filial sobre María, elevó las manos y les bendijo a todos. En este momento sus pies se desprendieron de la tierra y se elevó al cielo.

Los asistentes le seguían con la mirada; pero pronto entró en una nube que le ocultó a sus ojos. Los discípulos tenían aún los ojos fijos en el cielo, cuando, de repente, dos Ángeles vestidos de blanco se presentaron ante ellos y les dijeron: “Varones de Galilea, ¿porqué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que os ha dejado para elevarse al cielo vendrá un día de la misma manera que le habéis visto subir”. Del mismo modo que el Salvador ha subido, debe el Juez descender un día: todo el futuro de la Iglesia está comprendido en estos dos términos. Nosotros vivimos ahora bajo el régimen del Salvador; pues nos ha dicho que “el hijo del hombre no ha venido para juzgar al, mundo, sino para que el mundo sea por Él salvado”. Y con este fin misericordioso los discípulos acaban de recibir la misión de ir por toda la tierra y de convidar a los hombres a la salvación, mientras tienen tiempo.

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Cuarto Domingo de Pascua

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh Dios, que unes las almas de los fieles en una sola voluntad: da a tus pueblos el amar lo que mandas, el desear lo que prometes: para que, entre las mundanas variedades, nuestros corazones estén fijos allí donde están los verdaderos gozos. 

Lección de la Epístola del Apóstol Santiago

Carísimos: Toda óptima dádiva, y todo don perfecto, procede de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no hay cambio, ni sombra de mudanza. Pues Él nos engendró voluntariamente con la palabra de la verdad, para que fuésemos el comienzo de su creación. Ya lo sabéis, carísimos hermanos míos. Sea, pues, todo hombre veloz para oír; pero tardo para hablar, y tardo para la ira. Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, rechazando toda inmundicia y todo exceso de malicia, recibid con mansedumbre la palabra inspirada, la cual puede salvar vuestras almas.

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Domingo de Quasimodo o in Albis

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Este día es el octavo que celebramos la Pascua. Nos recuerda las alegrías y grandezas del único y solemne Domingo que reunió a toda la cristiandad en un mismo sentimiento de triunfo. Es el día de la luz que oscurece al antiguo Sábado; en adelante el primer día de la semana es el día sagrado. La Pascua está, pues, para siempre fijada en Domingo y todo domingo en adelante será una Pascua.

Nuestro divino resucitado ha querido que su Iglesia comprendiese así el misterio; pues, teniendo la intención de mostrarse por segunda vez a sus discípulos reunidos, esperó, para hacerlo, la vuelta del Domingo. Durante todos los días precedentes dejó a Tomás presa de sus dudas; no quiso hasta hoy venir en su socorro, manifestándose a este Apóstol, en presencia de los otros, y obligándole a renunciar a su incredulidad ante la evidencia más palpable. Hoy, pues, el Domingo recibe de parte de Cristo su último título de gloria, esperando que el Espíritu Santo descienda del cielo para venir a iluminarle con sus luces y hacer de este día, ya tan favorecido, la era de la fundación de la Iglesia cristiana.

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