María Santísima, Modelo de las virtudes domésticas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a éstas un carácter esencialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de felicidad. Pues os garantizamos la consecución de todo esto en la devoción a María. Tantos títulos tiene María para ser considerada como lo patrona de las familias cristianas y tantos tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.

María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes: la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el Hijo de Dios.

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El Modelo de Nazaret

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Todos los cristianos son hijos de la Iglesia. Esta santa y dulcísima Madre, da a las almas, con el Bautismo, aquella misteriosa participación en la naturaleza divina, que se llama la gracia, y después de haberlos de este modo engendrado a la vida sobrenatural, no les abandona, sino que les procura, mediante los sacramentos, el alimento que mantendrá y desarrollará su vida. Así se la puede comparar con María, Nuestra Señora, de la cual tomó el Verbo la naturaleza humana, y que luego sostuvo y alimentó la vida de éste con sus cuidados maternos. Ahora bien, en cada uno de los hijos de la Iglesia debe estar formado Cristo, y todos deben tender a crecer “hasta ser hombres perfectos, a la medida de la edad plena de Cristo”.

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Domingo de Quasimodo o in Albis

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Este día es el octavo que celebramos la Pascua. Nos recuerda las alegrías y grandezas del único y solemne Domingo que reunió a toda la cristiandad en un mismo sentimiento de triunfo. Es el día de la luz que oscurece al antiguo Sábado; en adelante el primer día de la semana es el día sagrado. La Pascua está, pues, para siempre fijada en Domingo y todo domingo en adelante será una Pascua.

Nuestro divino resucitado ha querido que su Iglesia comprendiese así el misterio; pues, teniendo la intención de mostrarse por segunda vez a sus discípulos reunidos, esperó, para hacerlo, la vuelta del Domingo. Durante todos los días precedentes dejó a Tomás presa de sus dudas; no quiso hasta hoy venir en su socorro, manifestándose a este Apóstol, en presencia de los otros, y obligándole a renunciar a su incredulidad ante la evidencia más palpable. Hoy, pues, el Domingo recibe de parte de Cristo su último título de gloria, esperando que el Espíritu Santo descienda del cielo para venir a iluminarle con sus luces y hacer de este día, ya tan favorecido, la era de la fundación de la Iglesia cristiana.

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De la dignidad Sacerdotal

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Es, pues, la dignidad sacerdotal tan grande que San Ignacio Mártir la llama suma; San Efrén, infinita; Inocencio III dice que el sacerdote se ha de contar entre Dios y los hombres, pues que es menor que Dios, pero es mayor que los demás hombres. San Ambrosio no repara en afirmar que los sacerdotes son más que los reyes y emperadores, pues que los reyes y príncipes deben bajar las cabezas a los sacerdotes y besar sus manos, creyendo que pueden ser muy favorecidos con sus oraciones. San Gelasio Papa, escribiendo al emperador Atanasio, le dice: “Dos suertes de personas tiene el gobierno de este mundo: los sacerdotes y los reyes; pero es más grave el peso que llevan los sacerdotes que los reyes, porque los sacerdotes han de dar cuenta de los reyes en el tribunal de Dios; los reyes sólo tienen poder sobre lo temporal, los sacerdotes sobre lo eterno; aquéllos tienen poder sobre los cuerpos, éstos sobre las almas; aquéllos disponen sobre lo material, éstos sobre lo espiritual”.

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Cristo Resucitado ante su Madre

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Jesús resucitado, cuya gloria aún no ha contemplado ninguna criatura mortal, ha franqueado el espacio y en un instante se ha reunido con su Santísima Madre. Es el Hijo de Dios, es el vencedor de la muerte; pero es también el hijo de María. María estuvo junto a Él hasta que expiró; ella unió el sacrificio de su corazón de madre al que ofrecía Él mismo sobre la cruz; es justo, pues, que las primeras alegrías de la Resurrección sean para ella. El santo Evangelio no refiere la aparición del Salvador a su Madre, mientras que se extiende sobre todas las demás: la razón es obvia. Las otras apariciones tenían como fin promulgar el hecho de la Resurrección; ésta la exigía el corazón de un hijo, y de un hijo como Jesús. La naturaleza y la gracia reclamaban esta entrevista primera, cuyo conmovedor misterio hace las delicias de las almas cristianas. No era necesario se consignase en los libros sagrados; la tradición de los Padres, comenzando por San Ambrosio bastaba para trasmitírnosla, dado caso que nuestros corazones no la hubieren presentido; y cuando nos preguntamos, por qué el Salvador, que debía salir del sepulcro el domingo, quiso hacerla en las primeras horas de este día, aun antes de que el sol hubiese iluminado al universo, asentimos fácilmente a la opinión de los autores que han atribuido esta prisa del Hijo de Dios, a la inquietud que experimentaba su corazón por poner término a la dolorosa espera de la más tierna y más afligida de las madres.

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Domingo de Ramos

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Extractos tomados del Decreto General de 1955 que restaura la Liturgia de la Semana Santa:

“Que los fieles sean invitados a tomar parte en la Procesión de Ramos en gran número, lo cual rinde a Cristo Rey un testimonio público de amor y gratitud».

Las oraciones que siguen al Sanctus piden a Dios «bendice estos ramos de olivo… en cualquier parte adonde fueren llevados, allí descienda la gracia de su bendición… lo cual permita a la devota feligresía comprender el sentido místico de la ceremonia, que es que los ramos representan el triunfo por sobre el príncipe de la muerte… y allí donde se alcen, proclamen la grandeza de esa victoria y la riqueza de las misericordias de Dios”.

Las oraciones de la Bendición, las Antífonas que se cantan durante la Procesión y el Himno Glória laus nos ofrecen una de las más impresionantes ceremonias que se hallan en el año litúrgico. (Misal Diario Católico Apostólico Romano 1962)

Pocos domingos hay en el año más solemnes en la Iglesia que el domingo de Ramos, y ninguno tal vez en que la Religión se presente con más brillo, y en que la fe y la piedad de los fieles se hagan más sensible. La Iglesia ha creído que debía honrar con un culto particular la entrada triunfante que Jesucristo hizo en la ciudad de Jerusalén cinco días antes de su muerte, porque está persuadida que no carece de misterio. Así es que desde que la Iglesia se vio en libertad por la conversión de los emperadores a la fe de Jesucristo, instituyó esta festividad. La ceremonia de las palmas, o de los ramos benditos que la acompañó, no fue más que el símbolo de las disposiciones interiores con que los fieles deben celebrarla, y una justa representación de la entrada triunfante que hizo el Salvador en  Jerusalén, y que los santos Padres miran como una figura de su entrada triunfante en la Jerusalén celestial.

Puédese fácilmente concebir cuál ha sido el motivo que ha tenido la Iglesia en la institución de esta fiesta, y lo que se ha propuesto en la ceremonia de los ramos. Quiere, en primer lugar, honrar la brillante entrada de Jesucristo en Jerusalén entre las aclamaciones del pueblo; quiere por un culto verdaderamente religioso, y por un homenaje sincero de todos los corazones cristianos, suplir, por decirlo así, lo que faltaba a un tributo puramente exterior, seguido pocos días después de la más negra y de la más infame perfidia. Con este espíritu de religión deben recibirse y llevarse los ramos, y asistirse a todas las ceremonias de estos días, conformándose así con las intenciones de la Iglesia. Las mismas bocas que en este día clamaban: Salud, gloria y bendición al Hijo de David, que viene en el nombre del Señor, al Rey de Israel, al Mesías; gritaban cinco días después: Quítalo, quítalo de delante de nosotros; sea crucificado cual lo merece un malvado; sea clavado en una cruz, como si hubiese sido el más perverso de todos los hombres. Para reparar esta cruel impiedad quiere la Iglesia que todos sus hijos reciban en triunfo a su divino Salvador, y resarzan en alguna manera la superficial y falsa recepción de los pérfidos judíos.

Fuente: Cf. P. Juan Croisset, Año Cristiano o Ejercicios devotos para todos los Domingos

La Compasión de Santa María junto a la Cruz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Compasión de Nuestra Señora. La piedad ha consagrado de una manera especial este día a la memoria de los dolores que María sufrió al pie de la cruz de su divino Hijo. La siguiente semana está consagrada toda entera a la celebración de los misterios de la Pasión del Salvador; y aunque el recuerdo de María compaciente también se halle presente en el corazón del fiel, que sigue piadosamente todos los actos de este drama, los dolores del Redentor, el espectáculo que forman la misericordia y la justicia divinas uniéndose para obrar nuestra redención, preocupan con demasiada viveza el pensamiento, para que sea posible honrar, como se merece, el misterio de la participación de María en los padecimientos de Jesús.

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Domingo de Pasión

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Después de haber propuesto a la meditación de los fieles durante las cuatro primeras semanas de Cuaresma, el ayuno de Jesús en la montaña, ahora la Iglesia consagra a la consideración de los dolores del Redentor las dos semanas que nos separan aún de la fiesta de Pascua. No quiere que sus hijos se presenten en el día de la Inmolación del divino Cordero sin haber preparado sus almas con la meditación en los dolores que Él sufrió en nuestro lugar. La Iglesia manifiesta sus dolorosos presentimientos, cubriendo la imagen del divino Crucificado. La Cruz misma ha dejado de ser visible a las miradas de los fieles; está tapada por un velo, las imágenes de los santos no están visibles; para hacer comprender a todos los fieles, que, sin penitencia, no pueden llegar a la visión de Dios. El cielo de la Iglesia se pone cada vez más sombrío; los tonos severos de los que se había revestido en el curso de las cuatro semanas que acaban de pasar, ya no son suficientes para demostrar su duelo. Preparémonos, pues, a estas fuertes impresiones desconocidas con harta frecuencia por la piedad superficial de nuestros tiempos.

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Los Sacramentos y la Pasión de Cristo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Cristo, pues, nos mereció todas las gracias y todas las luces: su muerte nos abrió de nuevo las puertas de la vida y nos ha “traslado de las tinieblas a la luz”; ella es “la causa de nuestra salud y de nuestra santidad”.

Los Sacramentos, que son los canales por donde la gracia y la vida divina fluyen a nuestras almas, no tienen valor sino por el sacrificio de Cristo. Si estamos hoy en estado de gracia, ¿a qué lo debemos? Al bautismo. Y ¿quién nos mereció los frutos del bautismo? La muerte de Cristo. En el sacramento de penitencia somos igualmente lavados en la Sangre del Redentor. De la cruz traen su virtud los sacramentos; y no tienen eficacia sino en cuanto van unidos a la Pasión santa de Cristo. La muerte de Jesús es la fuente de nuestra confianza. Mas para que ésta sea del todo eficaz, es preciso que nosotros mismos participemos de su Pasión, contemplando a Jesús, con fe y amor, en las diversas fases de la vía dolorosa. Cada año la Iglesia vive con Jesús en la Semana Santa, día por día y hora tras hora, los diversos pasos del sangriento drama del Calvario, y pone ante los ojos de todos sus hijos el horrible cuadro de esos dolores que salvaron a los hombres.

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Una santa madre de familia

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Beata Ana María Taigi nació en Siena, el día 30 de mayo de 1769. Emigrada a Roma, se casó y tuvo siete hijos. Aunque muy ocupada en los trabajos del hogar, no descuidó las obras de misericordia, particularmente con los pobres y los enfermos. Rica en virtud, la gente buscó en ella consejo. Murió el día 9 de junio de 1837. Sus reliquias se veneran en la basílica de San Crisógono, Roma.

El matrimonio cristiano simboliza la unión de Cristo con la Iglesia , y ha sido llamado por el Apóstol “gran sacramento”; por esto no pocas veces Dios ha querido manifestar que es posible, sin duda, alcanzar con la ayuda de la gracia las cimas de la más consumada perfección, si bien a través de dificultades de diversa índole.

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