Novena por las benditas almas del Purgatorio – Día tercero

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar las Almas quisiste que tu Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la cruz por nuestro amor: Compadécete, de las benditas almas del Purgatorio y líbralas de sus horrorosas llamas. Compadécete también de la mía, y líbrala de la esclavitud del vicio.

Y si tu Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo te ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. De ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de tu Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Míranos, vivos y difuntos, con compasión, y haz que celebremos un día tus misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

CONSIDERACIONES PARA EL DÍA TERCERO

Otra de las mayores penas que afligen a esas benditas ánimas es la vista espantosa de los pecados que están expiando. En la vida presente no se conoce la fealdad del pecado, pero bien se conoce en la otra, y este conocimiento es uno de los más vivos dolores que sufren las almas en el Purgatorio.
¡Oh Dios mío!, te amo sobre todas las cosas porque eres infinita bondad; me duelo con todo mi corazón de haberte ofendido; concédeme la santa perseverancia; ten piedad de mí y de aquellas santas almas atormentadas con la vista de los pecados que no quisieron evitar y cometieron sin horror.
Y Tú ¡Oh María, Madre de Dios! socórrelas con tus ruegos poderosos y ruega también por nosotros que estamos aún en peligro de condenarnos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Se pide interiormente a Cristo crucificado lo que desea conseguir por medio de esta novena para sufragio de las almas del Purgatorio.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.

Dales, Señor el descanso eterno, y brille para ellas la Luz que no tiene fin.

Que descansen en paz. Amén.

Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

San José, ruega por nosotros.

San Evaristo, Papa y Mártir

Pontificado: Hacia el año 97 al 105 d.C.

Fiesta litúrgica: 26 de octubre.

San Evaristo fue el quinto Papa de la Iglesia Católica, ocupando el puesto después de San Clemente I. No se tienen muchos detalles históricos sobre su vida, pero las tradiciones de la Iglesia nos han transmitido algunos aspectos importantes de su pontificado y martirio. Es considerado un papa fundamental para la organización interna de la Iglesia primitiva.

Origen

Según los registros de San Ireneo de Lyon y el Liber Pontificalis, San Evaristo nació en Grecia, hijo de un judío de Belén llamado Judas. Su origen semita y griego refleja la diversidad que ya existía entre los primeros cristianos. En este contexto, su ascendencia hebrea, junto con su educación griega, lo habrían dotado de una comprensión amplia tanto del judaísmo como del helenismo, lo que sería clave en su labor pastoral en Roma.

Contexto de su Pontificado

San Evaristo vivió en una época en la que la Iglesia enfrentaba la persecución del Imperio Romano bajo el gobierno de emperadores como Trajano. En ese tiempo, los cristianos estaban organizándose y creciendo, pero también eran blanco de sospechas y violencia, ya que se les acusaba de practicar supersticiones ilícitas y de oponerse a la religión oficial del Imperio. La Iglesia de Roma comenzaba a consolidar su estructura jerárquica, y el papel del Papa iba tomando mayor relevancia como líder espiritual y guía doctrinal para los fieles.

Obras y Contribuciones

Uno de los legados más importantes atribuidos a San Evaristo es la organización y estructuración de la Iglesia de Roma. Según el Liber Pontificalis, se le atribuye haber dividido la ciudad en varias parroquias o distritos (conocidos como títulos) para facilitar el trabajo pastoral, estableciendo así una organización más clara que permitiría una mejor atención espiritual a los fieles. Además, nombró a varios presbíteros para cada una de esas parroquias, anticipando lo que sería el desarrollo del sistema parroquial en toda la Iglesia.

También se le atribuye haber sido el Papa que ordenó a los obispos la costumbre de estar siempre acompañados de al menos siete diáconos para ayudarlos en sus tareas y para garantizar la comunión de los obispos con su clero.

Martirio

Aunque no se tienen detalles exactos sobre su muerte, la tradición señala que San Evaristo sufrió el martirio bajo el reinado de Trajano, uno de los emperadores que persiguieron a los cristianos en el siglo I. Fue enterrado cerca de la tumba de San Pedro en la Colina Vaticana, lugar de honor reservado a los papas y mártires.

San Evaristo es recordado principalmente por su fidelidad en tiempos difíciles y su organización pastoral, que sentó bases para el desarrollo de la Iglesia en Roma. Aunque las fuentes históricas son limitadas, su martirio y su contribución a la consolidación de la estructura de la Iglesia en Roma lo sitúan como un pastor digno de veneración.

Legado

San Evaristo fue una figura que ayudó a fortalecer la Iglesia en Roma durante los primeros tiempos de persecución. Su ejemplo de liderazgo, sabiduría pastoral y sacrificio por Cristo inspira a los fieles a seguir firmes en la fe, incluso en medio de las pruebas.

Su fiesta se celebra el 26 de octubre en el calendario tradicional, recordando su martirio y su servicio fiel como Sucesor de Pedro.

El Amor a la Cruz

Fragmento:

“Aquellos que aman a Cristo no pueden evitar amar también su cruz. Porque, en la cruz, Él nos mostró el mayor amor, entregando su vida por nuestra salvación. La cruz es, pues, el camino seguro hacia el Cielo, y cuanto más la abrazamos, más cerca estamos de Cristo.”

— San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, cap. 12.

Reflexión:

El amor a la cruz es una señal del verdadero discípulo de Cristo. Aunque la cruz implique sufrimiento, en ella encontramos el sentido profundo del amor y la redención. Al abrazar nuestras cruces cotidianas con fe y amor, participamos del sacrificio redentor de Cristo. Hoy, pidamos la gracia de aceptar con humildad nuestras cruces, sabiendo que a través de ellas estamos más cerca de la gloria de la resurrección.