La Pureza del Corazón

Fragmento:

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. La pureza del corazón no se limita solo a la castidad, sino que implica un corazón libre de apegos desordenados y de todo aquello que nos aparta de Dios.”

— San Bernardo de Claraval, Sermón sobre las bienaventuranzas, cap. 5.

Reflexión:

La pureza del corazón es una virtud que nos permite ver a Dios en nuestras vidas y en el mundo. Un corazón puro es aquel que no se deja llevar por el egoísmo ni por las pasiones desordenadas, sino que busca agradar a Dios en todo. Hoy, pidamos la gracia de la pureza de corazón, para que nuestras intenciones, pensamientos y deseos estén siempre alineados con la voluntad de Dios.

Novena por las benditas almas del Purgatorio – Día sexto

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar las Almas quisiste que tu Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre en la cruz por nuestro amor: Compadécete, de las benditas almas del Purgatorio y líbralas de sus horrorosas llamas. Compadécete también de la mía, y líbrala de la esclavitud del vicio.

Y si tu Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo te ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. De ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de tu Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Míranos, vivos y difuntos, con compasión, y haz que celebremos un día tus misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.

CONSIDERACIONES PARA EL DÍA SEXTO

Cuanto mayor es el consuelo que aquellas benditas almas les causa el recuerdo de la Pasión de Jesucristo, por cuya virtud se salvaron, y del Santísimo Sacramento del Altar, que les proporcionó y aún les proporciona tantas gracias, por medio de misas y comuniones tanto más les atormenta el pensamiento de no haber correspondido en vida a estos dos grandes beneficios del amor de Jesucristo.
¡Oh Dios mío! Tú moriste también por mí, y te has dado muchas veces a mí en la sagrada comunión, y yo siempre te he correspondido con negra ingratitud; más ahora te amo sobre todas las cosas, ¡oh Supremo Bien mío! me arrepiento muy de todo corazón de haberte ofendido y con tu gracia propongo la enmienda. Dámela Señor, y ten piedad de mí y de las almas que arden en el fuego del Purgatorio por la poca estima que hicieron de tu dolorosa pasión y por las comuniones omitidas por negligencia, o hechas con tibieza.
Y Tú, oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, intercede por ellas para que obtengan el perdón.
Y Tú, ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía!, socórrelas con tu poder y abrevia el tiempo que las separa de la eterna posesión de Dios. 
Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Se pide interiormente a Cristo crucificado lo que desea conseguir por medio de esta novena para sufragio de las almas del Purgatorio. 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.

Dales, Señor el descanso eterno, y brille para ellas la Luz que no tiene fin.

Que descansen en paz.Amén.

Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

San José, ruega por nosotros.

San Narciso, Patriarca de Jerusalén

San Narciso, Patriarca de Jerusalén

Nacimiento y primeros años

San Narciso nació aproximadamente en el siglo II, alrededor del año 100, aunque la fecha exacta no se conoce con certeza. Sus primeros años son poco conocidos, y la mayor parte de la información que se tiene de su vida proviene de las crónicas de la Iglesia y de la historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea. Este santo vivió en una época en la que el cristianismo aún era perseguido, y las comunidades cristianas se enfrentaban a muchos desafíos, tanto internos como externos.

Patriarca de Jerusalén

Narciso fue elegido Patriarca de Jerusalén alrededor del año 180. Se le considera el trigésimo obispo de esa sede, que entonces era muy venerada por ser la ciudad donde murió y resucitó nuestro Señor Jesucristo. En una época en la que la Iglesia de Jerusalén gozaba de un prestigio especial debido a su relación con los orígenes del cristianismo, el Patriarca ocupaba un lugar importante como guía espiritual y defensor de la fe en medio de los conflictos doctrinales y las persecuciones.

Virtudes y dones

San Narciso era conocido por su santidad de vida y por los dones extraordinarios que Dios le había concedido. Eusebio de Cesarea relata que Narciso realizó varios milagros, uno de los cuales fue la conversión milagrosa del agua en aceite para iluminar las lámparas de la Iglesia durante la celebración de la Pascua, cuando el aceite necesario había escaseado. Este milagro fortaleció la fe de muchos en la comunidad cristiana de Jerusalén, y Narciso se ganó la admiración y el respeto de sus contemporáneos.

Su vida era un testimonio constante de virtud, caracterizándose por la oración, el ayuno y la caridad. Se sabe que era un hombre de vida austera, dedicado por completo a la oración y al servicio de su grey. Este ejemplo de vida ascética fue especialmente inspirador para los cristianos de la época, que vivían en un ambiente de persecución y debían mantener la firmeza en la fe.

Persecución y calumnias

Sin embargo, a pesar de su vida intachable, fue objeto de calumnias por parte de algunos malintencionados que querían desacreditarlo. Según la historia eclesiástica, fue falsamente acusado de crímenes graves. Sus detractores llegaron a jurar solemnemente que sus acusaciones eran ciertas, invocando terribles maldiciones sobre sí mismos si mentían. La providencia divina se manifestó de manera impresionante, ya que los que lo acusaban sufrieron después diversas calamidades, lo cual fue visto como una señal de la inocencia de Narciso.

Ante estas calumnias y el sufrimiento que le causaban, San Narciso decidió retirarse a la soledad para llevar una vida de penitencia y oración, dejando el cargo de Patriarca. Durante su retiro, vivió como un anacoreta, dedicando sus días a la contemplación y a la comunión con Dios en lugares apartados.

Regreso a Jerusalén y último período de su vida

Mientras San Narciso vivía en soledad, la Iglesia de Jerusalén nombró a varios obispos para sucederle, pero ninguno alcanzó la estabilidad en el cargo, pues Dios tenía planeado otro destino para Narciso. Finalmente, después de muchos años de retiro, fue hallado por algunos fieles que le convencieron de regresar a Jerusalén. Narciso, ya anciano, con cerca de 120 años, aceptó volver a asumir la guía de su amada comunidad.

A su regreso, fue recibido con gran alegría por los cristianos, quienes reconocieron su santidad y su fidelidad a la Iglesia. Junto a Alejandro de Capadocia, quien también había sido nombrado obispo de la región, trabajó para fortalecer la Iglesia en Jerusalén, consolidando la fe de los cristianos y contribuyendo a la unidad y la paz en la comunidad.

Muerte y legado

San Narciso falleció en una edad avanzada, probablemente a los 120 años, alrededor del año 212. Su longevidad fue vista como un signo de la bendición divina, y su muerte fue muy sentida por la Iglesia de Jerusalén, que siempre lo consideró un padre y pastor ejemplar. Fue venerado desde entonces como un santo, y su nombre se inscribió en el Martirologio Romano, donde se le conmemora el 29 de octubre.

Milagros y veneración posterior

La tradición ha conservado algunos de sus milagros como un testimonio de su santidad. La Iglesia ha visto en San Narciso un ejemplo de paciencia en la persecución, de entrega a la voluntad divina y de amor profundo por la oración y la penitencia. Su vida fue una inspiración para los obispos y fieles que vinieron después, especialmente en Jerusalén, donde fue considerado uno de los pilares de la Iglesia local.

Aunque su culto no alcanzó la universalidad de otros santos, su memoria se ha mantenido en Oriente y en Occidente, especialmente en Jerusalén, donde se considera uno de los primeros padres de la Iglesia. Su ejemplo de perseverancia y de paciencia ante las pruebas sigue siendo un modelo para los cristianos, que encuentran en él un ejemplo de pastor que se sacrifica por su rebaño y que confía plenamente en la justicia de Dios.