La Misión de una madre

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh madre, ilustre entre todas las madres: la cristiandad honra en ti a uno de los tipos más perfectos de la humanidad regenerada por Cristo. Antes del Evangelio, en aquellos siglos en que la mujer estaba envilecida, la maternidad no pudo tener sobre el hombre sino influencia corta y con frecuencia vulgar; su papel se limitó ordinariamente a los cuidados físicos, y si se ha salvado del olvido el nombre de algunas madres, es porque supieron preparar a sus hijos para la gloria pasajera de este mundo. No se encuentra en la antigüedad pagana ninguna que se haya cuidado de educarlos en el bien, que les haya seguido para sostenerle en la lucha contra el error y las pasiones, para levantarlos en sus caídas; no se encuentra ninguna que se haya dado a la oración y a las lágrimas para obtener su vuelta a la verdad y a la virtud. Sólo el cristianismo ha revelado a la madre su misión y su poder.

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María Santísima, Modelo de las virtudes domésticas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a éstas un carácter esencialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de felicidad. Pues os garantizamos la consecución de todo esto en la devoción a María. Tantos títulos tiene María para ser considerada como lo patrona de las familias cristianas y tantos tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.

María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes: la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el Hijo de Dios.

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El Modelo de Nazaret

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Todos los cristianos son hijos de la Iglesia. Esta santa y dulcísima Madre, da a las almas, con el Bautismo, aquella misteriosa participación en la naturaleza divina, que se llama la gracia, y después de haberlos de este modo engendrado a la vida sobrenatural, no les abandona, sino que les procura, mediante los sacramentos, el alimento que mantendrá y desarrollará su vida. Así se la puede comparar con María, Nuestra Señora, de la cual tomó el Verbo la naturaleza humana, y que luego sostuvo y alimentó la vida de éste con sus cuidados maternos. Ahora bien, en cada uno de los hijos de la Iglesia debe estar formado Cristo, y todos deben tender a crecer “hasta ser hombres perfectos, a la medida de la edad plena de Cristo”.

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Sancte Joseph, Exémplar opíficum

Publicado por: Servus Cordis Iesu

San José, Modelo de los obreros

El 1 de mayo de 1955, atendiendo a las necesidades de los actuales tiempos, S.S. el Papa Pío XII, rodeado de más de 150.000 obreros, representantes de la Asociación Cristiana de Trabajadores, reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para ofrendarle sus afectos y presentes, contestando a los anhelos que le manifestaron de que consagrara solemnemente la Fiesta del Trabajo, sorprendió al mundo obrero católico con el regalo celestial de la institución de la fiesta litúrgica de su patrono San José, virginal Esposo de María Santísima, el humilde y callado y justo trabajador de Nazaret, para que en adelante fuera su protector especial ante Dios, su defensor en la vida, y su refugio en las penas y pruebas del trabajo. Con esto el Padre Santo quiso grabar en la mente de los obreros y trabajadores católicos el significado de la celebración cristiana de la Fiesta del Trabajo, que una concepción materialista y atea pretende imponer en el proletariado universal para ruina de las naciones. Y para darla todo el realce que merece, se la ha titulado Solemnidad de San José Obrero, declarándola de rito doble de primera clase. De este modo la Iglesia, Madre providentísima de todos, ha manifestado su tierna preocupación por amparar y elevar a los obreros, la parte más numerosa del rebaño del Señor a ella confiado.

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María es la Escalera firme y segura para llegar al Cielo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La famosa visión de Fray León, es la cosa más indicada para evidenciar las íntimas relaciones que hay entre la devoción a la Santísima Virgen y la salvación eterna de los hombres.

Como sea que casi todos los autores modernos que la cuentan sacan la relación de “Las glorias de María” de San Alfonso María de Ligorio, de este devotísimo mariólogo vamos a reproducirla, el cual, en el capítulo VIII, apartado III, dice así:

“Un día, Fray León, el dichoso compañero de San Francisco de Asís, vio dos escaleras: una de color rojo, sobre la cual estaba Jesucristo, y otra de color blanco, en la cual estaba la Virgen. Empezaron algunos religiosos a subir por la primera, y a los pocos peldaños caían al suelo; volvían a subir y volvían a caer. Entonces oyeron que los animaban a subir por la otra, y así lo hicieron con toda felicidad, porque la Virgen les iba dando la mano, con lo cual llegaban todos arriba”.

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La Misa atropellada (III)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Como antes dijimos, la Misa celebrada devotamente inspira devoción a cuántos la oyen, en cambio, cuando se la celebra atropelladamente consigue que se pierda la devoción y casi la fe. Cierto religioso, muy digno de fe, me refirió un caso impresionante a este respecto. Había en Roma un hereje resuelto a abjurar, como lo había prometido al Sumo Pontífice Clemente XI. Pero después que vio en cierta iglesia celebrar la Misa sin devoción, se escandalizó hasta el punto de que fue al Papa y le anunció que ya no quería abjurar, porque estaba persuadido de que ni los sacerdotes ni el Papa creían en los dogmas de la Iglesia Católica. El Papa le respondió que por la falta de devoción de un sacerdote o de muchos sacerdotes descuidados no se podían poner en tela de juicio las verdades de fe enseñadas por la Iglesia. A lo que respondió el hereje: “Si yo fuese Papa y supiera que había un sacerdote que celebrase con tamaña irreverencia, lo haría quemar vivo. Como veo que hay en Roma sacerdotes que celebran tan indignamente, y hasta en presencia del Papa y no se les castiga, me he persuadido de que ni el Papa cree”. Y habiendo dicho esto se despidió y permaneció obstinado en la voluntad de no abjurar.

He de añadir a este propósito que cierto seglar luego de oír una Misa celebrada de esta forma, no pudo menos de decir a un compañero de nuestra Congregación, que me lo ha contado: “A la verdad que estos sacerdotes con tales Misas nos hacen perder la fe”.

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La Misa atropellada (II)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

¡Dios mío!, al ver a tantos sacerdotes como hoy celebrar con tales irreverencias… ¿Qué habrá que decir? ¿Que representan a Jesucristo o a tantos saltimbanquis que se ganan la vida embobando a la aldeanía con su juego de manos?

La mayoría de los sacerdotes se esfuerzan en no celebrar bien, sino en despachar la Misa. De aquí que tales celebraciones sean no ya un acto de Religión, sino un tráfico y un negocio lucrativo.

Y aún hay algo de admirar, o por mejor decir, que deplorar, y es ver hasta a religiosos, y aún a religiosos de Órdenes reformadas y observantes, atropellando de tal modo las ceremonias, que escandalizarían hasta a los idólatras y no obrarían peor que si fuesen sacerdotes seculares más relajados.

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La Misa atropellada (I)

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Misa es la obra más santa y divina que se puede ejecutar. Por eso, como señala el Concilio de Trento hay que poner todo cuidado y solicitud para celebrarla con la mayor pureza interior y con las mayores muestras exteriores de piedad y devoción.

Dice también el Concilio que la maldición fulminada por Jeremías contra “quien hace la obra de Yahvé con negligencia” se aplica precisamente a los sacerdotes que celebran con irreverencia la Misa. Es entre todas, la más grande y elevada de cuantas acciones pueda ejecutar el hombre para honrar a su Creador. Y añade que difícilmente puede cometerse semejante irreverencia sin incurrir en manifiesta impiedad.

Dice San Juan Crisóstomo, “todos los sacerdotes tendrían que separarse del altar transformados por los ardores del amor divino, y a modo de leones que causaran espanto al propio infierno”. Sin embargo no es esto lo que suele acontecer, sino que la mayor parte de los sacerdotes se retiran del altar siempre más tibios, más impacientes, soberbios, ávidos y pegados al interés, a la estima propia y a los placeres terrenos.

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Santos Cleto y Marcelino, Papas y Mártires

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Dos Pontífices se levantan hoy a la gloria de Jesús vencedor de la muerte. Cleto, discípulo de Pedro y sucesor suyo casi inmediato en la cátedra romana, nos lleva a los orígenes de la Iglesia, Marcelino vio los días de la gran persecución de Diocleciano en vísperas del triunfo de la Cruz. Inclinémonos ante estos dos padres de la cristiandad, que la han alimentado con su sangre y presentemos sus méritos a Cristo que les sostuvo con su gracia y les dio la confianza de tomar un día parte en su Resurrección.

San Cleto fue el segundo sucesor de Pedro. Después de haber reinado como doce años, murió mártir, bajo Domiciano, hacia el año 90, y fue sepultado junto a San Pedro. Según una tradición antigua fue ordenado por el propio San Pedro, y se le ha atribuido la construcción del primer monumento, sin duda muy modesto, que se levantó sobre la tumba del Apóstol.

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La Misa es el más bello y precioso Tesoro

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Ni aún el mismo Dios puede hacer que haya en el mundo acción más grande que la celebración de una Misa.

Cuantos honores han tributado y tributarán a Dios todos los ángeles con sus homenajes y todos los hombres con sus obras, penitencias y martirios, nunca pudieron ni podrán jamás tributar a Dios tanta gloria como la que le tributa una sola Misa.

Los honores de las criaturas son limitados. El honor que Dios recibe en el altar es un honor infinito, porque en él se le ofrece una víctima de infinito precio. La Santa Misa tributa a Dios el más grande honor que puede tributársele. Es la obra que más abate las fuerzas del infierno. Procura el más poderoso sufragio a las almas del Purgatorio. La que más apacigua la encendida cólera de Dios en contra de los pecadores y la que proporciona a los hombres en la tierra mayor cúmulo de bienes.

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