Sobre la verdadera unidad religiosa

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes, e invitar a discutir allí promiscuamente, a todos, a infieles de todo género, a cristianos, y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión. Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio. Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino que también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios.

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El Santo Día de Pascua

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Continuación del Santo Evangelio según San Marcos (XVI, 1-7)

En aquel tiempo María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a ungir a Jesús. Y muy de mañana, al día siguiente del sábado, fueron al monumento salido ya el sol. Y decían entre sí: ¿Quién nos separará la piedra de la puerta del sepulcro? Y, mirando, vieron separada la piedra, que era muy grande. Y, entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con traje blanco, y se asustaron. Pero él les dijo: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no está aquí, he ahí el sitio donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que os precederá en Galilea; allí le veréis, como os lo dijo.

“Resucitó, ya no está aquí”: un muerto que manos piadosas habían colocado allí, sobre aquella losa, en aquella gruta; se ha levantado, y aun sin quitar la piedra que cerraba la entrada, ha resucitado a una vida que ya nunca tendrá fin. Nadie le prestó ayuda; ningún profeta, ningún enviado de Dios se inclinó sobre su cadáver para volverle a la vida. Él mismo fue quien, por su propia virtud, se resucitó. Para Él la muerte no fue una necesidad; la padeció porque quiso; la aniquiló cuando quiso. ¡Oh Jesús, tú juegas con la muerte, tú, que eres el Señor, Nuestro Dios! Nos postramos de rodillas ante ese sepulcro vacío, que, por haber tú morado en él algunas horas has hecho sagrado para siempre. “He ahí el lugar en que te colocaron”. ¡He ahí los lienzos, las vendas, que no te pudieron retener y dan fe de tu paso voluntario por el yugo de la muerte!

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Viernes Santo de la Pasión y Muerte del Señor

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo

Este día es dedicado todo a la estación del Calvario, del cual conviene que no te apartes ni un punto; asiste a la sombra del árbol de la cruz, redención de la pérdida del árbol del Paraíso. Levanta los ojos a lo alto de la copa y verás aquel racimo de la viña de Engadí, pendiente de sus ramas, y a tu dulce Esposo entre dos ladrones, reputado por uno de ellos.

Levanta los ojos y lee el título que tiene Cristo en la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. Medita cada palabra de por sí: Jesús, que significa Salvador, y porque lo fue del mundo y tuyo, es condenado a tan acerba y afrentosa muerte. ¡Oh dulcísimo Bien mío, cuánto os costó mi salvación, cuánto hiciste por mí y cuán poco hago yo por Vos! 

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Tercer Domingo de Cuaresma

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Santa Iglesia, que, en el primer domingo de Cuaresma nos ha propuesto la tentación de Jesucristo en el desierto para tema de nuestra meditación, con el fin de instruirnos a cerca de la naturaleza de nuestras propias tentaciones y del modo como debemos vencerlas, nos manda leer hoy un pasaje del evangelio de San Lucas, con cuya doctrina se propone completar nuestra instrucción, sobre el poder y artificios de nuestros enemigos invisibles. En el tiempo de Cuaresma el cristiano debe reparar el pasado y asegurar el porvenir; no podrá dar cuenta de lo primero, ni defender eficazmente lo segundo, si no tiene ideas claras sobre la naturaleza de los peligros en los que ha sucumbido y los que aún le amenazan. Los antiguos liturgistas han visto un rasgo de maternal sabiduría de la Iglesia, en la distinción con que propone hoy a sus hijos esta lectura, que centraliza las enseñanzas del día.

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Segundo Domingo de Cuaresma

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh Dios, que nos ves destituidos de toda fuerza: guárdanos interior y exteriormente; para que seamos protegidos contra toda adversidad en el cuerpo, y seamos purificados de los malos pensamientos en la mente.

Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Tesalonicenses

Hermanos: Os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que, habiendo aprendido de nosotros la manera cómo debéis caminar y agradar a Dios, caminéis de modo que siempre progreséis más y más. Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos de parte del Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación: que cada uno de vosotros sepa conservar su vaso con santificación y honor, y no con afecto de concupiscencia, como los gentiles que ignoran a Dios: que ninguno oprima, ni engañe a su hermano porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os lo hemos dicho y atestiguado. Porque no nos ha llamado Dios a la inmundicia, sino a la santificación, en Jesucristo, Nuestro Señor.

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Miércoles de Ceniza

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Ya de madrugada ha resonado a nuestros oídos la trompeta sagrada de que nos habla el Profeta. Anuncia la solemne apertura del ayuno cuaresmal, el tiempo de expiación, la proximidad más inminente de los grandes aniversarios de nuestra Redención. ¡Arriba, pues, cristianos, preparémonos a combatir las batallas del Señor!

Armadura espiritual. En esta lucha, empero, del espíritu contra la carne, hemos de estar armados, y he aquí que la Iglesia nos convoca en sus templos para adiestrarnos en los ejercicios, en la esgrima de la milicia espiritual. San Pablo nos ha dado ya a conocer al pormenor las partes de nuestra defensa: “Ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia, y calzados los pies prontos para anunciar el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe y la esperanza de salvaros por yelmo que proteja la cabeza”. El Príncipe de los Apóstoles viene por su parte a decirnos: “Cristo padeció en la carne, armáos también vosotros del mismo pensamiento”. La Iglesia nos recuerda hoy estas enseñanzas apostólicas, pero añade por su parte otra no menos elocuente, haciéndonos subir hasta el día de la prevaricación, que hizo necesarios los combates a que nos vamos a entregar, las expiaciones que hemos de pasar.

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Domingo de Quincuagésima

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Suplicámoste, Señor, escuches clemente nuestros ruegos: y, libres de los lazos de los pecados, defiéndenos de toda adversidad.

Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios

Hermanos: Si hablara las lenguas de los hombres y de los Ángeles, pero no tuviera caridad, sería como un bronce sonoro, o como una campana que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y si tuviera tal fe, que trasladara los montes, pero no tuviera caridad, no sería nada. Y si distribuyera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo, para ser quemado, pero no tuviera caridad, de nada me serviría. La caridad es paciente, es benigna: la caridad no es ambiciosa, no busca sus cosas, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la iniquidad, sino que goza con la verdad: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. La caridad no desaparece nunca, aunque pasen las profecías, aunque cesen las lenguas, aunque se destruya la ciencia. Porque ahora conocemos sólo en parte, y en parte profetizamos; mas, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando era niño, hablaba como niño, juzgaba como niño, pensaba como niño. Mas, cuando me hice hombre, abandoné las cosas de niño. Ahora vemos por espejo, en obscuridad; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad: la mayor de ellas es la caridad.

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Domingo de Septuagésima

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oración

Suplicámoste, Señor, escuches clemente las preces de tu pueblo: para que, los que nos afligimos justamente por nuestros pecados, seamos librados misericordiosamente por la gloria de tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Epístola

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Corintios (IX, 24-27; X, 1-5)

Hermanos: ¿No sabéis que, los que corren en el estadio, corren todos, ciertamente, pero sólo uno recibe el premio? Corred de modo que lo ganéis. Y, todo el que lucha en la palestra, se abstiene de todo: y ellos, para alcanzar ciertamente una corona corruptible; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Yo también corro, pero no a la ventura; lucho, pero no como si azotara al aire; sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que, habiendo predicado a los demás, sea yo mismo hallado réprobo. Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres caminaron todos bajo la nube; y pasaron todos el mar; y fueron bautizados todos por Moisés en la nube y en el mar; y todos comieron el mismo manjar espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual (porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y esta piedra era Cristo): pero muchos de ellos no agradaron a Dios.

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Aparición de la Inmaculada Virgen en Lourdes

Publicado por: Servus Cordis Iesu

El mensaje de Lourdes 

Mi arco iris aparecerá de nuevo por encima de las nubes y me acordaré de mi alianza. En el oficio del once de febrero del año de 1858, las lecturas litúrgicas recordaban esta promesa a la tierra; y pronto supo el mundo que este mismo día María se había aparecido, más hermosa que aquel signo de esperanza, que en tiempo del diluvio había proyectado su figura gentil.

Era la hora en que se multiplicarían para la Iglesia los indicios precursores de un porvenir que al presente todos conocemos. La humanidad envejecida amenazaba quedar pronto sumergida en diluvio peor que el antiguo.

Soy la Inmaculada Concepción, declaraba la Madre de la divina gracia a la humilde niña elegida para pregonar en estas circunstancias decisivas, su mensaje a los guías del arca de salvación. A las tinieblas que subían del abismo, ella oponía como un faro, el augusto privilegio, que tres años antes, el supremo piloto había proclamado como dogma para gloria suya.

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San Francisco de Sales, Obispo y Doctor de la Iglesia

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Acércase ahora a la cuna del dulce Hijo de María, el angelical obispo Francisco de Sales, digno de ocupar allí un puesto distinguido, por la delicadeza de sus virtudes, la amable sencillez de su corazón y la humildad y ternura de su amor. Llégase rodeado de brillante escolta; setenta y dos mil herejes devueltos a la Iglesia gracias a su celo; una Orden de siervas del Señor, planeada por su amor, y realizada por su genio divino; millares de almas llevadas a la vida de piedad por su doctrina tan segura como misericordiosa que le ha valido el título de Doctor.

Concedióselo Dios a su Iglesia para consolarla de las blasfemias de los herejes que iban predicando por doquier la esterilidad de la Iglesia romana en materia de caridad; frente a los rígidos secuaces de Calvino puso a este ministro verdaderamente evangélico; el ardor de la caridad de Francisco de Sales logró fundir el hielo de aquellos obstinados corazones. Si tenéis herejes para convencer, decía el sabio cardenal du Perron, enviádmelos; si se trata de convertirlos, mandádselos a Monseñor de Ginebra.

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