San Juan de Mata, Confesor

Publicado por Servus Cordis Iesu

Juan de Mata nació en Provenza en 1160. Fue estudiante en París donde se ordenó de sacerdote. Una visión que tuvo celebrando su primera Misa le dio a conocer que estaba destinado a libertar los cautivos de las manos de los infieles. Retiróse a la soledad con san Félix de Valois durante tres años, y después ambos fueron a pedir al Papa la institución de una nueva Orden con el nombre de la Santísima Trinidad, para redimir a los cautivos. Inocencio III aprobó el nuevo instituto el dos de febrero de 1198. De vuelta a Francia, los fundadores levantaron su primer monasterio en Cerfroide, diócesis de Meaux, donde san Félix permaneció como superior. San Juan levantó dos hospicios y rescató numerosos cautivos. Agobiado por las fatigas e inflamado de un grande amor a Dios y al prójimo murió en Roma, el 8 de enero de 1213.

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De la preparación del que ora

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Adviértase que nos debemos preparar para la oración. Esta preparación es doble: remota y próxima.

La remota se divide a su vez en interior y exterior. Y la interior es de tres maneras. La primera es la purificación de la conciencia: Si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de Él. La segunda es la humillación de la mente, porque el Señor se vuelve a las súplicas de los indefensos, y no desprecia sus peticiones. La tercera es el perdón de las injurias. Cuando queráis poneros en oración, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas.

La preparación exterior es también de tres maneras, la primera de las cuales es el cumplimiento de los mandamientos de Dios, porque como dice Isidoro, si hacemos lo que Dios tiene mandado alcanzaremos sin duda lo que pedimos. La segunda es la reconciliación con el hermano ofendido: Si, cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. La tercera es que vaya acompañada del ayuno y la limosna pues en ellas se apoya la oración; pues dice Isaías: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo. Entonces clamarás al Señor y te responderá. 

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Quinto Domingo después de Epifanía

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oración

Suplicámoste, Señor, custodies, a tu familia con tu continua piedad: para que, pues que sólo se apoya en la esperanza de la gracia celestial, sea siempre defendida con tu protección. 

Epístola

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Colosenses (III, 12-17)

Hermanos: Revestíos, como elegidos de Dios, como santos y amados suyos, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de modestia y de paciencia, soportándoos mutuamente, y perdonándoos los unos a los otros, si alguien tuviere queja contra otro. Como el Señor os perdonó a vosotros, así debéis hacer vosotros. Mas, sobre todas estas cosas, tened caridad, porque ella es el vínculo de la perfección. Y la paz de Cristo salte gozosa en vuestros corazones, pues por ella habéis sido llamados a formar un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite copiosa en vosotros con toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros con salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones. Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, dando gracias a Dios y al Padre por Nuestro Señor Jesucristo.

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Santa Águeda, Virgen y Mártir

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Santa Madre Iglesia propone hoy a nuestra veneración a la virgen siciliana Santa Águeda. Las santas tristezas del ciclo litúrgico en que nos hallamos no han de substraer nada a los homenajes que le son debidos. Cantando sus alabanzas, contemplaremos también sus ejemplos; y ella, desde el cielo, nos mirará sonriente y nos animará a proseguir por el camino único que puede conducirnos a Aquel a quien ella siguió hasta el fin en este mundo y con el que ahora reina eternamente.

Águeda nació en Catania o según piensan otros en Palermo. Sabemos por San Metodio de Constantinopla que era de familia cristiana y que para salvaguardar su virginidad tuvo que sufrir muchos ataques y aún el martirio. Sin embargo, hoy día no poseemos ningún documento contemporáneo ni sobre su vida, ni sobre su martirio del que, incluso la fecha, nos es desconocida. Pronto se extendió su culto por causa de la eficacia milagrosa de su velo contra las erupciones del Etna y de allí se propagó a toda la Iglesia. Su nombre fue incluido por San Gregorio Magno en el Canon de la Misa y en el siglo X se compuso un oficio propio en su honor.

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Dios nos llama a todos a la plena santidad

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La divina Sabiduría a todos se ofrece y a todos invita, sin excluir a nadie, ni aun a sus más declarados enemigos, si de veras a ella se convierten y tratan de serle fieles. Llama a grandes y a pequeños, a doctos e ignorantes, a religiosos y seglares, a justos y pecadores, con tal que de corazón se le entreguen y con amor y docilidad la escuchen y se dejen guiar de su dulcísimo espíritu. Promete gloriosos premios a cuantos saben corresponderle. A éstos se les comunicará con todas sus infinitas riquezas.

Por tanto, bien podemos contar todos con estas liberalidades de la divina bondad y misericordia, si de todo corazón confiamos y nos abandonamos en ella, renunciándonos de veras a nosotros mismos. Pues cuando un alma, desconfiando de sí, de su propia ciencia, habilidad y prudencia, tiene siempre puestos los ojos en Dios, entregándose en sus manos y esperándolo de Él todo, nunca deja Él de tomar plena posesión de ella, encargándose por sí mismo de dirigirla y gobernarla y proveerla en todas las cosas.

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Asociación de la Virgen a la obra redentora de su Hijo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Es de Ella y de Ella sola, de quien Cristo tiene su naturaleza humana; es a Ella a quien debe el ser Hijo del Hombre; Ella es verdaderamente Madre de Dios. María ocupa, pues, de hecho, en el Cristianismo un lugar único, trascendente, esencial.

Tal es la inefable unión que existe entre Jesús y María; Ella es su madre y Él es su Hijo. Esta unión es indisoluble; y como Jesús es al mismo tiempo el Hijo de Dios venido para salvar al mundo, María está, de hecho, íntimamente vinculada al misterio vital de todo el Cristianismo. Este es el fundamento de todas sus grandezas: el privilegio especial de su maternidad divina.

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La Purificación de la Santísima Virgen María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Los más antiguos Martirologios y Calendarios del Occidente señalan esta fiesta con el título que hoy tiene; lejos de oscurecerse la gloria del Hijo por los honores que la Iglesia concede a la Madre, más bien recibe un nuevo acrecentamiento, pues Él es el principio único de todas las grandezas que veneramos en ella.

Oh Emmanuel, recibe el tributo de nuestra adoración y de nuestro agradecimiento, el día de tu entrada en el Templo de tu Majestad, llevado en los brazos de María, tu Madre. Si acudes al Templo, es con el fin de ofrecerte por nosotros; si te dignas pagar el precio del primogénito, es como anticipo de nuestro rescate; si ofreces un sacrificio legal, es para abolir a continuación los sacrificios imperfectos. Apareces hoy en la ciudad que va a ser un día el final de tu carrera y el lugar de tu inmolación. 

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San Ignacio, Obispo y Mártir

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La Santa Iglesia nos pone en las Lecciones del Oficio de San Ignacio, el breve relato que San Jerónimo le dedica en su obra de Scriptoribus ecclesiasticis. El santo Doctor tuvo la feliz idea de insertar en él algunos trozos de la admirable carta del Mártir a los fieles de Roma. Estas citas representan los más bellos trozos que contiene:

Ignacio, tercer sucesor del Apóstol San Pedro en la Sede de Antioquía, habiendo sido condenado a las fieras, bajo la persecución de Trajano, fue enviado a Roma, cargado de cadenas. Hizo el viaje por mar, desembarcando en Esmirna, donde era Obispo Policarpo, discípulo de San Juan. Escribió una carta a los Efesios, otra a los Magnesios, otra a los Trallianos, y otra a los Romanos. A la salida de esta ciudad escribió también a los fieles de Filadelfia y a los de Esmirna, y dirigió una carta privada a Policarpo, en la que le recomendaba la Iglesia de Antioquía. En esta carta es donde refiere un testimonio del Evangelio que yo traduje hace poco, sobre la persona de Jesucristo.

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