San Juan Cancio (1390-1473)

San Juan Cancio, también conocido como San Juan de Kęty, nació el 23 de junio de 1390 en Kęty, un pequeño pueblo cercano a Oświęcim, en la región de Polonia. Su nombre original en polaco es Jan z Kęt. Desde muy pequeño, Juan mostró un carácter dócil y una inclinación hacia la piedad y el estudio. Sus padres, quienes eran campesinos modestos y piadosos, lo educaron en la fe y la caridad cristiana.

Formación académica y vida docente

En su juventud, San Juan Cancio fue enviado a Cracovia para realizar sus estudios en la prestigiosa Universidad Jaguelónica, una de las universidades más antiguas de Europa. En este lugar, se destacó rápidamente por su inteligencia y dedicación al estudio, obteniendo el grado de bachiller en 1418 y posteriormente la licenciatura y el doctorado en filosofía y teología. Su dedicación al estudio y su amor por la verdad fueron características notables de su vida académica.

Tras completar sus estudios, Juan fue ordenado sacerdote y comenzó a enseñar en la universidad como profesor de filosofía. Su sabiduría y su testimonio de vida lo convirtieron en una figura muy respetada tanto por sus colegas como por sus alumnos. Además, su rectitud moral lo llevó a ser nombrado director de la universidad, aunque en este cargo mantuvo siempre su humildad y su espíritu de servicio.

Devoción, austeridad y caridad

San Juan Cancio se distinguió a lo largo de su vida por su gran austeridad, devoción y amor hacia el prójimo. A pesar de ocupar un lugar de honor en la universidad, vivió de manera extremadamente sencilla, destinando lo que ganaba a obras de caridad. Era conocido por su vida ascética, ayunando frecuentemente y vistiendo ropas sencillas. Fue un hombre de oración profunda, quien dedicaba muchas horas del día y de la noche a la meditación y a la plegaria.

Como parte de su devoción, realizó varias peregrinaciones a los principales centros de la cristiandad. Se sabe que fue a Roma en cuatro ocasiones y una vez al Santo Sepulcro en Jerusalén. En estos viajes, mostraba su espíritu penitente y su deseo de unirse más profundamente a la Pasión de Nuestro Señor. En la peregrinación a Tierra Santa, sufrió el martirio de ser asaltado por ladrones que le robaron todas sus pertenencias, pero él, en lugar de lamentarse, se alegró por la oportunidad de compartir de alguna manera la cruz de Cristo.

Una de las características más notables de su vida fue su caridad hacia los pobres y necesitados. Se dice que nunca negaba ayuda a quienes se la solicitaban y que, al mismo tiempo, siempre les exhortaba a confiar en Dios y a vivir según Su voluntad. Cuando ya no tenía bienes materiales que ofrecer, oraba por ellos con todo su corazón. Un relato tradicional cuenta que en una ocasión, cuando se dirigía a su casa cargado de víveres para los necesitados, fue asaltado por unos bandidos. San Juan Cancio, con gran mansedumbre, les ofreció todo lo que llevaba, incluyendo sus ropas, y los ladrones se fueron avergonzados.

Obras y legado intelectual

Aparte de su labor como docente y sacerdote, San Juan Cancio escribió varios tratados teológicos y filosóficos. Aunque la mayoría de sus escritos no han perdurado, su enseñanza se enfocó en transmitir fielmente la doctrina de la Iglesia, en un espíritu de fidelidad al tomismo, y en una vida de rectitud. Era un defensor de la enseñanza aristotélica y tomista, esforzándose siempre por transmitir a sus estudiantes un pensamiento claro y profundo.

A lo largo de su vida, Juan fue conocido por su humildad y su capacidad de consolar a los que sufrían. A pesar de su notable sabiduría, nunca dejó de aprender y de mejorar su vida espiritual. Fue un confesor muy buscado por su prudencia y su compasión, siendo también un hombre de gran penitencia personal.

Últimos días y muerte

San Juan Cancio murió el 24 de diciembre de 1473 a los 83 años de edad. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de San Florián en Cracovia, donde sus restos aún son venerados. Su tumba se convirtió rápidamente en un centro de peregrinación, ya que su vida de santidad fue ampliamente reconocida por el pueblo y por la Iglesia. Fue canonizado por el Papa Clemente XIII en 1767, quien lo declaró Patrón de Polonia y de Lituania.

Devoción y enseñanza

San Juan Cancio es un ejemplo de santidad y de entrega total a Dios, en medio de la vida académica y la enseñanza. Su vida de caridad y mortificación, junto con su amor por la verdad y la sabiduría, hacen de él un modelo para todos los que buscan santificarse en sus labores cotidianas. Es también patrono de los estudiantes y de los profesores, y su fiesta se celebra el 23 de diciembre.

La vida de San Juan Cancio nos recuerda que la verdadera sabiduría nace de una vida de virtud y de amor por Dios y por el prójimo. La santidad no se encuentra en el prestigio o en el conocimiento, sino en vivir conforme a la voluntad de Dios, practicando la caridad y la humildad.

La Perseverancia en la Fe

Fragmento:

“La vida cristiana es una carrera que requiere perseverancia. No basta con comenzar bien; es necesario mantenerse firme hasta el final, superando los obstáculos con la gracia de Dios y conservando la fe en medio de las dificultades.”

— San Pablo, 2 Timoteo 4:7-8.

Reflexión:

Perseverar en la fe es una lucha constante, especialmente en tiempos de prueba. Sin embargo, sabemos que Dios nos da la gracia necesaria para mantenernos firmes. La verdadera victoria no está en evitar las dificultades, sino en enfrentarlas con una confianza inquebrantable en Dios. Hoy, pidamos la gracia de la perseverancia, para que podamos mantenernos fieles a Dios hasta el último momento de nuestra vida.

San Pedro de Alcántara (1499-1562)

Primeros años y vocación religiosa

San Pedro de Alcántara, cuyo nombre de nacimiento era Juan de Garavito y Vilela de Sanabria, nació en 1499 en Alcántara, Extremadura, España. Proveniente de una familia noble, recibió una formación adecuada en su juventud, pero desde temprana edad mostró inclinaciones hacia la vida espiritual. A los 16 años, ingresó en la Orden de los Frailes Menores (franciscanos observantes) en el convento de San Francisco de los Majarretes, en Cáceres. Allí tomó el nombre de Pedro y se comprometió a vivir bajo la regla de San Francisco, abrazando con fervor el espíritu de pobreza y austeridad.

Su vida como religioso estuvo marcada por un deseo profundo de perfección espiritual. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Salamanca, pero pronto se dio cuenta de que su vocación no estaba en la enseñanza ni en la vida académica, sino en la contemplación, la penitencia y la oración.

Vida de penitencia y reforma

San Pedro de Alcántara es conocido por su vida de severa penitencia. Practicaba un ascetismo extraordinario, imponiéndose duras mortificaciones que incluían largos ayunos y la restricción del sueño. Dormía solo unas pocas horas al día, recostado en el suelo o de rodillas, usando un tronco como almohada. Esta vida de sacrificio no le restaba, sin embargo, el profundo amor a Dios y la compasión por los demás, que lo hicieron querido por aquellos que lo conocieron.

Su anhelo por vivir una vida más estricta y austera lo llevó a promover una reforma dentro de su Orden. En 1554, con la aprobación de Roma, fundó una nueva rama dentro de los franciscanos observantes: los Descalzos, una reforma inspirada en el ideal original de pobreza y penitencia de San Francisco de Asís. Esta reforma fue una respuesta al relajamiento que había comenzado a manifestarse dentro de las comunidades religiosas. La vida de los frailes descalzos se caracterizaba por una mayor austeridad, una estricta observancia de la pobreza, y una dedicación total a la oración y a las obras de misericordia.

Consejero y confesor de Santa Teresa de Ávila

Uno de los aspectos más destacados de la vida de San Pedro de Alcántara fue su influencia en la reforma del Carmelo y su amistad con Santa Teresa de Ávila. A pesar de su propio carisma franciscano, supo ver la importancia de la reforma que Teresa estaba llevando a cabo entre las carmelitas. Cuando ella atravesaba dificultades con la fundación de los conventos reformados, San Pedro fue su confesor, consejero y defensor, dándole ánimos en los momentos de mayor prueba.

Santa Teresa le tenía en gran estima y lo consideraba uno de los más grandes santos de su tiempo. En su obra Libro de la Vida, lo describe como un hombre de extraordinaria santidad y penitencia, cuyas oraciones y consejos fueron una luz para su camino de reforma. Ella misma afirmó haberlo visto en visiones tras su muerte, rodeado de gloria celestial.

Muerte y canonización

Después de una vida dedicada a la oración, la penitencia y la promoción de la reforma dentro de la Iglesia, San Pedro de Alcántara falleció el 18 de octubre de 1562 en el convento de Arenas de San Pedro, Ávila. Según los testimonios de los frailes que lo acompañaron, murió en un estado de profunda paz y unión con Dios, con el nombre de Jesús en sus labios.

Su culto se propagó rápidamente debido a los milagros atribuidos a su intercesión, y fue canonizado por el Papa Clemente IX el 28 de abril de 1669. Su fiesta litúrgica se celebra el 19 de octubre.

Espiritualidad y legado

San Pedro de Alcántara es un modelo de vida austera, pero también de equilibrio y caridad. Aunque su estilo de vida era extremadamente ascético, no imponía esa misma severidad a los demás y siempre trató de aconsejar con suavidad y humildad. En sus escritos, entre los que destaca el Tratado de la Oración y Meditación, ofrece una guía sencilla y práctica para quienes buscan una vida de oración y unión con Dios. Su espiritualidad está marcada por un fuerte sentido de la presencia de Dios y la necesidad de abandonar todo lo que impide al alma acercarse a Él.

El impacto de su reforma franciscana perduró, y su ejemplo de vida influyó en la espiritualidad española del siglo XVI, especialmente a través de su relación con Santa Teresa de Ávila. La Orden de los Frailes Menores Descalzos siguió floreciendo y fue una contribución importante a la renovación del espíritu franciscano en Europa.

Milagros y vida mística

San Pedro de Alcántara fue conocido también por los dones místicos con los que Dios lo favoreció. Se dice que tuvo éxtasis frecuentes y que, durante sus oraciones, podía permanecer horas en contemplación sin sentir el paso del tiempo. A lo largo de su vida, se le atribuyen varios milagros, tanto en vida como después de su muerte, relacionados principalmente con la curación de enfermedades y la conversión de almas.

Su vida mística y sus austeridades, lejos de apartarlo de los demás, lo hicieron cercano y comprensivo con los problemas y debilidades de los hombres, lo que lo convirtió en un director espiritual apreciado por muchos.

El Cielo

Fragmento:

“El Cielo es la meta final de nuestra existencia. Allí, contemplaremos a Dios cara a cara y gozaremos de su amor por toda la eternidad. Las penas y dificultades de esta vida no son más que un breve preludio comparado con la gloria que nos espera en el Reino de los Cielos.”

— Cfr. San Pablo, Epístola a los Romanos 8:18.

Reflexión:

El Cielo es el lugar donde toda tristeza y sufrimiento desaparecen, y solo queda el gozo eterno de estar con Dios. Esta esperanza debe animarnos a perseverar en medio de las pruebas de esta vida, sabiendo que todo lo que vivimos aquí es temporal, mientras que la felicidad en el Cielo es eterna. Hoy, pidamos a Dios que mantenga nuestra mirada fija en el Cielo y que nos dé la fuerza para vivir con la esperanza de alcanzar esa gloria eterna.

San Lucas, Evangelista

San Lucas Evangelista, uno de los cuatro evangelistas, es el autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Aunque no fue testigo ocular de la vida de Cristo, su obra ha sido de vital importancia en la tradición cristiana.

Origen y primeros años

San Lucas era de origen pagano, nacido en Antioquía de Siria, probablemente en una familia griega. Esto lo distingue de los otros evangelistas, quienes eran de origen judío. Según la tradición, era médico de profesión, lo cual parece confirmarse por el uso de términos médicos precisos en sus escritos. Su formación cultural y educativa también es evidente en su estilo literario, que destaca por ser el más refinado y elocuente de los Evangelios.

Conversión y discipulado

No se sabe exactamente cuándo ni cómo se convirtió al cristianismo, pero la tradición sostiene que se unió a San Pablo en uno de sus viajes misioneros. Se cree que fue bautizado en Troas, cuando conoció a San Pablo. Desde entonces, se convirtió en uno de los más fieles compañeros del apóstol de los gentiles.

San Lucas aparece por primera vez en los escritos neotestamentarios en el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por él mismo, donde utiliza el pronombre “nosotros”, lo que sugiere su participación directa en los eventos narrados. Estuvo al lado de San Pablo en muchos de sus viajes misioneros, y fue una fuente de gran consuelo para el apóstol, especialmente durante su encarcelamiento en Roma, ya que, según la segunda epístola a Timoteo, San Pablo menciona que “sólo Lucas está conmigo” (2 Timoteo 4, 11).

Autoría del Evangelio

San Lucas escribió su Evangelio dirigido a un público principalmente gentil, lo que se refleja en la manera en que destaca la universalidad de la salvación y la misericordia de Dios. A menudo se le asocia con una mayor sensibilidad hacia los marginados y los pobres, lo que se puede observar en sus numerosas parábolas sobre la compasión, como la del Buen Samaritano y el Hijo Pródigo. También es el evangelista que más trata sobre la infancia de Jesús, lo que indica que tuvo contacto cercano con la Virgen María, de quien habría obtenido detalles sobre los primeros años del Salvador.

Hechos de los Apóstoles

El segundo libro atribuido a San Lucas, Los Hechos de los Apóstoles, continúa donde el Evangelio deja la historia, narrando el nacimiento de la Iglesia y las primeras misiones apostólicas. Este libro es una crónica esencial de los primeros años del cristianismo y del papel crucial de San Pablo, mostrando cómo el Evangelio se extendió desde Jerusalén hasta los confines del Imperio Romano.

Características del Evangelio de San Lucas

El Evangelio de San Lucas se distingue por su enfoque en la misericordia, la oración y la acción del Espíritu Santo. San Lucas es también el único evangelista que menciona episodios significativos como el anuncio a los pastores durante el nacimiento de Jesús y la parábola del rico y Lázaro. Además, destaca el papel de las mujeres y los pobres en la historia de la salvación.

Tradición posterior

Después de la muerte de San Pablo, la tradición no proporciona detalles claros sobre los últimos años de la vida de San Lucas. Algunas fuentes indican que pudo haber predicado en Grecia o en Bitinia, y se cree que murió como mártir a la edad de 84 años en Beocia. Sin embargo, esta última afirmación no es universalmente aceptada.

Iconografía

San Lucas es representado en el arte cristiano con el símbolo del toro o buey, uno de los cuatro seres vivientes que rodean el trono de Dios en la visión de Ezequiel (Ezequiel 1,10) y que también aparecen en el Apocalipsis de San Juan. El toro, un animal utilizado en sacrificios, simboliza el sacrificio de Cristo, que es un tema central en el Evangelio de San Lucas.

Además, se le atribuye la creación de varias imágenes de la Virgen María. Esta tradición probablemente se originó debido a la riqueza de detalles sobre María que contiene su Evangelio.

Fiesta litúrgica

La fiesta de San Lucas Evangelista se celebra el 18 de octubre en la Iglesia católica. Es venerado como el patrón de los médicos, pintores y artistas.

San Lucas nos dejó un legado inestimable con su Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, proporcionándonos una visión compasiva y profunda del ministerio de Cristo y del desarrollo de la Iglesia primitiva.

La Obediencia

Fragmento:

“La obediencia es la madre de todas las virtudes, porque es el acto supremo de humildad y sumisión a la voluntad de Dios. A través de la obediencia, el alma crece en santidad, conformando su vida a la de Cristo, que fue obediente hasta la muerte.”

— Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 104, a. 3.

Reflexión:

La obediencia es una virtud que nos libera de nuestro propio egoísmo y orgullo, y nos permite vivir conforme a la voluntad de Dios. Cristo mismo nos dio el ejemplo supremo de obediencia en su vida y en su muerte. Hoy, pidamos la gracia de ser obedientes a Dios en todas las circunstancias de nuestra vida, sabiendo que a través de la obediencia nos acercamos más a Cristo y crecemos en santidad.

Santa Margarita María de Alacoque

Fecha de nacimiento: 22 de julio de 1647

Lugar de nacimiento: Verosvres, Borgoña, Francia

Fallecimiento: 17 de octubre de 1690

Fiesta litúrgica: 17 de octubre

Canonización: 13 de mayo de 1920, por el Papa Benedicto XV

Infancia y juventud

Santa Margarita María Alacoque nació en el seno de una familia noble y profundamente cristiana en Verosvres, un pequeño pueblo en la región de Borgoña, Francia. Desde muy joven, mostró una inclinación especial por la vida espiritual y el amor a la oración. Su infancia fue marcada por una enfermedad grave que la dejó paralítica durante casi cuatro años. Fue curada milagrosamente después de hacer una promesa a la Santísima Virgen María, lo que reforzó su fe y la llevó a consagrar su vida a Dios desde muy joven.

Tras la muerte de su padre, su madre pasó por dificultades financieras, lo que sumió a la familia en una situación de dependencia de algunos parientes, quienes la trataron con dureza. Margarita soportó esto con gran paciencia, aferrándose cada vez más a la vida de oración y penitencia.

Vocación religiosa

A los 24 años, en 1671, ingresó en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial, una congregación fundada por San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal. Aquí, Margarita María se dedicó completamente a la vida religiosa, caracterizándose por una profunda humildad, obediencia y amor a la Eucaristía. Aunque tenía una vida interior muy rica, sus hermanas religiosas no comprendían su fervor y muchas veces fue malinterpretada, sufriendo críticas y rechazo.

Las revelaciones del Sagrado Corazón

A partir de 1673, Santa Margarita comenzó a recibir una serie de revelaciones místicas sobre el Sagrado Corazón de Jesús. En estas visiones, Jesús le mostró Su Corazón ardiente de amor por la humanidad, herido por el pecado y la indiferencia de los hombres. La más importante de estas revelaciones tuvo lugar el 27 de diciembre de 1673, cuando Cristo le pidió que difundiera la devoción a Su Sagrado Corazón, manifestándole su ardiente deseo de ser amado y adorado por toda la humanidad.

En una de las más conocidas de estas revelaciones, ocurrida el 16 de junio de 1675, durante la octava del Corpus Christi, Jesús le pidió que se instituyera una fiesta dedicada a Su Sagrado Corazón. Esta fiesta, dijo, sería el viernes posterior a la octava del Corpus Christi. En esta visión, el Señor le mostró Su Corazón rodeado de espinas, símbolo de los pecados de la humanidad, y le expresó Su deseo de que la devoción se propagara en reparación por las ofensas cometidas contra Él.

Las revelaciones también incluían la práctica de la Hora Santa, que consistía en pasar una hora en oración el jueves por la noche en recuerdo de la agonía de Jesús en Getsemaní, y los nueve primeros viernes de mes en reparación al Sagrado Corazón.

Dificultades y aceptación de la devoción

Santa Margarita María enfrentó numerosas dificultades y oposición dentro de su propia comunidad religiosa. Algunas de sus superiores y compañeras no creían en las revelaciones y la acusaban de exagerar o de ser presa de ilusiones. Sin embargo, encontró un gran apoyo en su director espiritual, el padre jesuita San Claudio de la Colombière, quien le ayudó a discernir los mensajes y la animó a seguir adelante con la misión que Cristo le había encomendado.

Con el tiempo, la devoción al Sagrado Corazón comenzó a difundirse gracias a la labor de San Claudio y de los jesuitas. Esta devoción, que en un principio fue motivo de rechazo, con el tiempo se convertiría en una de las devociones más queridas y universales de la Iglesia.

Últimos años y legado

A lo largo de su vida, Santa Margarita sufrió mucho, no solo por las incomprensiones de sus compañeras, sino también por las pruebas espirituales que el Señor le permitía para purificarla. A pesar de todo, se mantuvo fiel a su misión de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En 1690, a la edad de 43 años, cayó gravemente enferma y murió el 17 de octubre, después de haber pronosticado el día de su muerte. Sus últimas palabras fueron: “Todo por el Sagrado Corazón”.

Su mensaje y su misión no terminaron con su muerte. La devoción al Sagrado Corazón se extendió por todo el mundo, y en 1856 el Papa Pío IX instituyó oficialmente la fiesta del Sagrado Corazón en la Iglesia universal.

Canonización y su influencia

Santa Margarita María de Alacoque fue beatificada en 1864 por el Papa Pío IX y canonizada en 1920 por el Papa Benedicto XV. Su vida y las revelaciones que recibió han influido enormemente en la espiritualidad de la Iglesia, y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús sigue siendo una fuente de consuelo y gracia para millones de católicos en todo el mundo.

Su legado es también visible en la práctica de la consagración al Sagrado Corazón y la instauración del Apostolado de la Oración. La imagen del Sagrado Corazón, rodeado de espinas y con llamas de amor, ha llegado a ser una de las representaciones más reconocidas de Jesucristo en el arte católico.

Reflexión final

La vida de Santa Margarita María nos enseña la importancia de la perseverancia en la fe y el amor a Cristo, incluso en medio de las dificultades. Su misión de promover la devoción al Sagrado Corazón sigue siendo un llamado a cada uno de nosotros a amar y adorar a Cristo con todo nuestro corazón, ofreciendo reparación por los pecados del mundo y buscando siempre consolar el Corazón de Jesús.

La devoción de los nueve primeros viernes

Esta devoción fue una de las prácticas reveladas por Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque en el marco de las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús. El Señor prometió a quienes la cumplieran con devoción la gracia de morir en estado de gracia, lo que incluye el perdón de los pecados y la perseverancia final. La devoción consiste en recibir la Sagrada Comunión en estado de gracia, con fervor y reparación, durante nueve primeros viernes consecutivos de mes.

 

Origen de la devoción

 En la revelación del Sagrado Corazón a Santa Margarita, Jesús le expresó el gran dolor que sentía por la frialdad y los ultrajes que recibía de tantas almas, incluso de las consagradas. Como acto de reparación, pidió que se difundiera esta práctica de comulgar los primeros viernes de mes durante nueve meses seguidos, en reparación por los pecados cometidos contra Su Sagrado Corazón.

 

Jesús le hizo esta promesa a Santa Margarita:

         “Yo prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes consecutivos, la gracia de la penitencia final: no morirán en mi desgracia ni sin recibir los Sacramentos; mi divino Corazón será su refugio seguro en aquel último momento”.

 

Cómo hacer la devoción de los nueve primeros viernes

 Para practicarla correctamente, deben cumplirse las siguientes condiciones:

    1. Recibir la Sagrada Comunión:

Se debe recibir la Eucaristía el primer viernes de cada mes durante nueve meses consecutivos. Esta es una de las condiciones fundamentales. Si se interrumpe un mes, la práctica debe comenzar de nuevo.

   2. Estar en estado de gracia:

Es imprescindible estar en estado de gracia al comulgar. Si se está en pecado mortal, se debe primero hacer una buena confesión sacramental antes de recibir la Comunión.

   3. Recibir la Comunión con devoción y espíritu de reparación:

La Comunión debe recibirse con un espíritu de reparación y amor por las ofensas cometidas contra el Sagrado Corazón de Jesús. Esto implica hacer un acto de ofrecimiento, pidiendo perdón por los pecados propios y de todo el mundo, y ofreciendo la Comunión como una reparación amorosa.

   4. Oración personal y recogimiento:

Se recomienda, además de la Misa y Comunión, dedicar un tiempo de oración personal en el que se medite sobre el amor del Sagrado Corazón y las ofensas que recibe. Muchas veces, se invita a acompañar la devoción con la Hora Santa, es decir, una hora de adoración ante el Santísimo Sacramento, recordando la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos.

   5. Confianza en la misericordia del Sagrado Corazón:

La devoción debe hacerse con una confianza profunda en el amor y la misericordia de Jesús, buscando consolar Su Corazón por los pecados del mundo y con la firme intención de enmendar la propia vida.

 

Fines y frutos de la devoción

 El principal objetivo de esta devoción es reparar el amor ultrajado del Corazón de Jesús, particularmente por el pecado y la indiferencia de los hombres. Al consolar a Cristo por medio de la recepción fervorosa de la Eucaristía, las almas participan de Su sacrificio redentor.

 Los frutos de esta devoción son abundantes para quien la practica con amor y fervor. Entre los principales frutos están:

 Crecimiento en el amor a la Eucaristía, que es la expresión más grande del amor del Sagrado Corazón por nosotros.

 Conversión de vida: Al recibir la Comunión con devoción y reparando por los pecados, el alma se va transformando y apartando del pecado.

La gracia de la perseverancia final, según la promesa de Jesús: morir en estado de gracia y obtener la salvación.

 

Cómo conviene hacerla

    1. Prepararse espiritualmente: Es importante que, desde el comienzo del ciclo de los nueve primeros viernes, se busque mantener una vida de oración constante y frecuente recepción de los Sacramentos, especialmente la Confesión y la Comunión. Si bien la promesa es un gran incentivo, no debe entenderse como una fórmula mágica, sino como una ayuda para crecer en la devoción y el amor al Corazón de Cristo.

   2. Meditar en los misterios de la Pasión y el amor de Jesús: Dado que esta devoción está centrada en la reparación de las ofensas al Sagrado Corazón, es muy fructuoso acompañarla con meditaciones sobre la Pasión de Cristo, su amor inmenso por la humanidad y las ingratitudes que recibe.

   3. Participar en la Misa con gran devoción: La Misa es el centro de esta devoción. Durante los nueve primeros viernes, conviene asistir a la Misa y comulgar con una conciencia viva de estar uniéndose al sacrificio de Cristo. Se pueden ofrecer oraciones personales, como el acto de consagración al Sagrado Corazón.

   4. Confesarse con frecuencia: Aunque no es estrictamente necesario confesarse todos los primeros viernes si no hay pecado mortal, es muy recomendable hacerlo con cierta regularidad para recibir con mayor pureza y fervor la Eucaristía.

   5. Fomentar la devoción en el hogar: Para quienes viven en familia, sería ideal animar a los seres queridos a unirse en la devoción, y si es posible, rezar juntos en reparación al Sagrado Corazón, fomentando también la entronización de Su imagen en el hogar como signo de su reinado en la vida familiar.

 

Esta práctica, bien llevada, no solo consuela al Sagrado Corazón de Jesús, sino que purifica al alma, la llena de gracia, y la prepara para una mayor unión con Cristo. Además, el hecho de hacerlo durante nueve meses consecutivos ayuda a formar en la persona un hábito devocional profundo y constante.

El Desapego de los Bienes Materiales

Fragmento:

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Quien se desapega de los bienes de este mundo y pone su corazón en Dios, encuentra la verdadera libertad y la paz interior.”

— San Francisco de Asís, Admoniciones, cap. 2.

Reflexión:

El desapego de los bienes materiales no significa despreciarlos, sino reconocer que no son el fin último de nuestra vida. Solo cuando nuestro corazón está libre de ataduras terrenales, podemos llenarlo plenamente de Dios. Hoy, examinemos nuestras actitudes hacia los bienes materiales y pidamos la gracia de vivir con un corazón desapegado, buscando siempre primero el reino de los cielos.