Todos los santos han recorrido el Vía Crucis

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Ningún santo ha subido al cielo sobre una alfombra de flores, llevando sobre la cabeza la corona de la gloria terrena, con la sonrisa y la alegría. Todos han hecho su propio Vía crucis, con la corona de espinas en su cabeza, en medio de muchas aflicciones, trabajos y fatigas. Felices, ciertamente, porque tocados por la gracia divina gozaron de momentos de gloria celeste, sintiendo a su lado a Cristo crucificado, sintiéndolo soportar con ellos el peso de la cruz, sintiéndose abrasar en el amor de su corazón, divisando ante de sí, entre nieblas, el futuro, la gloria y la felicidad, la gloria sin fin. No conocieron la fortuna en la tierra, más bien estuvieron alejados de ella, se defendieron de ella, huyeron de ella cuando salía a su encuentro, temblaron ante ella más que ante la cruz, y a la cruz tendieron sus manos como hacia un puerto de salvación.

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El Martirio de María Santísima

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Jesús y María han llegado a la cumbre de esta colina que debe servir de altar al más augusto de los sacrificios; mas el decreto divino no permite a la madre acercarse a su hijo. Cuando la víctima esté preparada se acercará aquella que la deba ofrecer. Esperando este solemne momento ¡qué tormentos para Nuestra Señora a cada martillazo que daban en el madero sobre los miembros delicados de su Jesús! Y cuando, por fin, le es permitido acercarse con Juan el discípulo amado, con Magdalena y las otras compañeras; ¡qué angustias mortales experimenta el corazón de esta madre, que, elevando sus ojos, contempla con lágrimas el cuerpo destrozado de su hijo, violentamente extendido sobre el patíbulo con el rostro bañado en sangre, y cubierto de esputos, con la cabeza coronada con una diadema de espinas!

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Junto a la Virgen hacia el Calvario

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Cuarenta días después del nacimiento de Jesús la Bienaventurada Virgen presentó a su Hijo en el templo. Un anciano aguardaba al Niño y le proclama “la luz de los pueblos y gloria de Israel”. Mas volviéndose pronto hacia su madre, le dijo: “Este niño será también piedra de escándalo (signo de contradicción) y una espada traspasará tu alma”. Este anuncio de dolores para la madre de Jesús nos hace comprender, que ya han cesado las alegrías del tiempo de Navidad, y que ha llegado un tiempo de amarguras para el hijo y para la madre. En efecto, desde la huida de Egipto hasta estos días en que la maldad de los judíos prepara el mayor de los crímenes, ¿cuál ha sido la situación del hijo humillado, desconocido, perseguido, cubierto de ingratitudes? ¿Cuál ha sido, por consiguiente, la continua inquietud, la angustia persistente del corazón de la más tierna de las madres? Mas hoy previendo el curso de los acontecimientos pasemos adelante, y coloquémonos en la mañana del Viernes Santo.

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Algunos avisos para el camino de la oración

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Procuremos en este santo ejercicio juntar en uno la meditación con la contemplación, haciendo de la una escalón para subir a la otra, porque la meditación es considerar con estudio y atención las cosas divinas, discurriendo de unas en otras, para mover nuestro corazón a algún afecto y sentimiento de ellas; más la contemplación es haber hallado ese afecto y sentimiento que se buscaba y estar en reposo y silencio gozando de él, no con muchos discursos y especulaciones del entendimiento, sino con una simple vista de la verdad. Por lo cual, dice un santo doctor que “la meditación discurre con trabajo y con fruto, y la contemplación sin trabajo y con fruto; la una busca, la otra halla; la una rumia el manjar, la otra lo gusta; la una discurre y hace consideraciones, la otra se comenta con una simple vista de las cosas, porque tiene ya el amor y el gusto de ellas; la una es como medio, la otra como fin; la una como camino y movimiento, y la otra como término de este camino y movimiento”.

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La oración hace al alma humilde y fuerte

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Siempre fue, es y será, en el cielo y en la tierra, muy válida la humildad, pues vemos que, no solamente en la casa de Dios, que es su Iglesia, levantan al que se humilla, pero en medio del mundo y de sus valedores tiene el humilde su lugar y suprema estima; de manera que tiene su justo valor esta soberana virtud, no solamente entre virtuosos pero aun entre viciosos; no solamente entre humildes es estimada, pero los ambiciosos la adoran; pues ellos al que ven rendido y humilde lo encaraman y ensalzan, y el vicioso y vano de todos es aborrecido, a todos cansa; y así por singular loa de esta virtud pone San Bernardo que tiene cabida por los hombre soberbios, con ángeles humildes y con el mismo Dios. Por lo cual el bienaventurado Santo Tomás entre gran número de virtudes le da palma.

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Orate fratres

Servus Cordis Iesu

El celebrante invita a que oren los asistentes, a que eleven sus mentes a Dios. Además cuanto está más próximo el tiempo del sacrificio, se requiere mayor atención y una plegaria más intensa. El Celebrante se prepara ya definitivamente para entrar en el Santo de los Santos, por esto como despidiéndose de los fieles asistentes, a los que no verá sino después de consumado el sacrificio, les dice: “Orate fratres, Orad, hermanos”, es decir, procurad en cuanto esté de vuestra parte orar conmigo, pidiendo a Dios que reciba con agrado, no el sacrificio de su Hijo unigénito, el cual siempre le es agradable, sino: “ut meum ac vestrum sacrificium, que mi sacrificio y vuestro sacrificio”.

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La espiritualidad en San Luis María

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Durante sus estudios en San Sulpicio, San Luis María Griñón de Montfort, se asimiló cuantas obras contenía la biblioteca sobre la Santísima Virgen, en ellas se alimentó su piedad y desde el principio de su carrera apostólica, su predicación y sus escritos dan testimonio de una riqueza de doctrina sacada toda de la tradición, de los Padres y Doctores de la Iglesia. De ahí procede la seguridad de su doctrina reconocida por Pío X con ocasión de la encíclica “Ad illum diem” en que el Papa la hace suya. Esta doctrina vivida por un alma de fuego, predicada en numerosas misiones al pueblo, se halla condensada en el breve y maravilloso “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, escrito en la Rochela, en el verano de 1712, con mucha prisa, y sin ningún alarde literario, pero abundante de piedad filial; de ahí su inmensa popularidad que crece constantemente.

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Jesucristo te ha mandado parte de su Cruz

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Con su providencia el Señor dispone que las contrariedades de este mundo sirvan de freno al pecado y de escala para subir al Paraíso, porque alejan el corazón del hombre del apego a las realidades terrenas, que es un considerable obstáculo para nuestra salvación. De esto hay que estar convencidos, sabiendo que la cruz es el camino regio para el Paraíso, por el que ha pasado nuestro Señor Jesucristo y hemos de recorrer tanto más nosotros sus criaturas, si queremos alcanzar el Paraíso para el que hemos sido creados.

¿Estás muy afligido y angustiado? Entonces te encuentras en el camino verdadero y seguro que conduce al cielo. Te debo, sin embargo, advertir que no basta con cargar la cruz para salvarse; es indispensable soportarla como Cristo y con Cristo. Con Cristo, esto es, con su santa gracia, sin la cual toda acción y sufrimiento nuestros carecen de mérito; y como Cristo, es decir, con sentimientos de humildad, paciencia, resignación, con los cuales él ha llevado la suya. Solo aquéllos que, con Él y como Él, llevan su cruz y participan en su Pasión son dignos de participar de su gloria. Por tanto, trata de llevar tu cruz con la ayuda de Cristo, alejando de ti lo que pueda privarte de los méritos de la misma y, como Cristo, sometiéndote con humildad y resignación a la voluntad divina, para que, cargándola sobre ti como cristiano y seguidor de Jesucristo te sirva de escala rápida y segura para alcanzar aquella gloria que Dios tiene preparada para aquellos que así llevan su cruz. Reflexionando así, tu espíritu tendrá la fuerza, el valor y la fortaleza del buen soldado de Cristo.

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Grandeza de la vocación Sacerdotal

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Muchas cosas se podrían decir al respecto; pero limitémonos a tres, enumerando aquellas cosas que pueden entusiasmar a un joven en favor de la vocación, o a una familia a cultivarla esmeradamente en sus hijos. 

Ante todo, la vocación es grande por ser una gracia selecta del Corazón de Jesús. El candidato al sacerdocio ha sido objeto de una elección por parte de Dios; y esta elección implica una preferencia; y esta preferencia implica un amor mucho mayor.

Acordémonos del ejemplo del joven rico. Dice el Evangelio, con extremada delicadeza, que Nuestro Señor, al ver a ese joven que desde su juventud había observado todos los mandamientos, “lo miró atentamente y lo amó”. Ese es el secreto de la vocación, que podemos adivinar igualmente en todos los apóstoles. ¡Qué encantadoras son las páginas del Evangelio que nos narran el llamado de Andrés, de Juan, de Santiago, de Pedro! Cómo Nuestro Señor atrae a esos jóvenes, se los gana, los ama, los escoge, y les dice claramente: “Dejadlo todo y seguidme, que Yo os haré pescadores de hombres”. Esta elección divina supone, claro está, una providencia especial de Dios respecto de su elegido, y una singular preferencia divina.

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Santa Bernardita, la vidente de Lourdes

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Queriendo ilustrar de manera maravillosa la definición dogmática de Pío IX, que la declaraba Inmaculada en su Concepción, se apareció en un siglo materialista infatuado por su ciencia, a la hija de unos sencillos molineros, pastorcita ignorante de la comarca de Bigorre, que no tenía más conocimientos científicos que los rudimentos del catecismo, y le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Desde el día 2 de febrero al 16 de julio de 1858, Bernardita Soubirous, a los catorce años, tuvo la dicha de contemplar dieciocho veces la belleza incomparable de la Reina del cielo. Lo único que María le autorizó comunicarnos de sus éxtasis, oraciones y conversaciones, se reduce a estas dos palabras: ¡Oración! ¡Penitencia!. El Señor vino a la tierra no sólo para multiplicar los milagros a su paso, sino para llamar a los hombres a la penitencia y rescatarles con su sangre. Y ahora nuestra Señora se aparece en Lourdes, no para hacer brotar bajo las manos de su confidente la fuente que curará a tantos enfermos, sino para hacer al mundo una llamada apremiante a la penitencia y a la oración, y si pide que se la levante una capilla y que se venga allí en procesión, es para hacer bajar con abundancia sobre las almas los beneficios de la Redención.

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