El Doctor Evangélico

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Se diría que la Sabiduría eterna se complacía en destruir hasta los últimos momentos todos los planes de San Antonio. De sus veinte años de vida religiosa, pasó diez con los canónigos regulares, adonde el divino llamamiento dirigió los pasos de su graciosa inocencia cuando contaba quince años. Allí su alma seráfica se eleva a las alturas, que la retienen para siempre, al parecer, en el secreto de la paz de Dios, cautivada por los esplendores de la Liturgia, el estudio de las Sagradas Escrituras y el silencio del claustro.

De pronto el Espíritu divino le invita al martirio: y le vemos abandonar su claustro amado y seguir a los Frailes Menores a playas en las cuales muchos han recibido ya la palma gloriosa. Pero el martirio que le espera, es el del amor; enfermo, reducido a la impotencia antes que su celo haya podido trabajar en el suelo africano, la obediencia le llama a España, y he aquí que una tempestad le arroja a las costas de Italia. Por entonces San Francisco de Asís reunía por tercera vez, después de su fundación, a toda su admirable familia. Antonio apareció allí, tan humilde, tan modesto, que nadie se preocupó de él. El ministro de la provincia de Bolonia fue quien le recogió, y, no encontrando en él ninguna capacidad para el apostolado, le señaló como residencia la ermita del monte de San Pablo. Su cargo fue el de ayudar al cocinero y barrer la casa. Durante este tiempo, los canónigos de San Agustín lloraban a aquel que poco antes había sido la gloria de su orden por su nobleza, su ciencia y su santidad.

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Fiesta de la Santísima Virgen María Reina

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Cuando el Papa Pío XII, al concluir el año mariano 1954, instituía la fiesta de la Bienaventurada Virgen María Reina, no pensaba proponer al pueblo cristiano la creencia de una nueva verdad, ni siquiera en justificar por una razón o un título más nuestra piedad para con la Madre de Dios y de los hombres: “Nuestro designio, dice, en su discurso del 1 de noviembre, sirve más para hacer resaltar a los ojos del mundo una verdad, susceptible de procurar remedio a sus males, librarle de sus angustias y encauzarle por el camino de la salvación que busca con ansiedad… Reina, más que ninguna otra, por la elevación de su alma y por la excelencia de los dones divinos, María no cesa de prodigar todos los tesoros de su amor y de sus tiernas atenciones a la pobre humanidad. Lejos de fundamentarse sobre las exigencias de sus derechos y sobre los caprichos de una altiva dominación, el reinado de María sólo conoce una aspiración: el pleno don de sí misma en la más elevada y total generosidad…”.

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Los Santos en la vida cristiana

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Los Santos, que ya poseen a Dios en el cielo, cuídanse de nuestra santificación y nos ayudan a adelantar en el ejercicio de la virtud con su poderosa intercesión y los buenos ejemplos que nos dejaron: debemos, pues, venerarlos; son poderosos intercesores: debemos invocarlos; son nuestros modelos: debemos imitarlos.

Debemos venerarlos, y, al venerarlos, veneramos a Dios y a Jesucristo en ellos. Todo cuanto de bueno hay en ellos, es obra realmente de Dios y de su divino Hijo. Su ser natural es un reflejo de las perfecciones divinas; sus cualidades sobrenaturales son obra de la divina gracia merecida por Jesucristo, inclusos sus actos meritorios, que, a pesar de que son bienes propios suyos, en cuanto que con su libre consentimiento han colaborado con Dios, son también principalmente don de Aquél que siempre es la causa primera y eficaz de todas las cosas.

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Devoción a la Santísima Virgen

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Por ser tan importante la intervención de María en nuestra vida espiritual, hemos de tenerle mucha devoción. Esta palabra significa entrega voluntaria de sí mismo. Seremos, pues, devotos de María, si nos entregáremos enteramente a ella y, por ella, a Dios. Con esto no haremos sino imitar al mismo Dios que se nos da a nosotros, y nos da a su Hijo como medianero. Haremos entrega de nuestro entendimiento, con la más profunda veneración; de nuestra voluntad, con una confianza absoluta; de nuestro corazón, con un amor ternísimo de hijos; de todo nuestro ser, con la imitación más perfecta posible de sus virtudes.

Esta veneración se funda en la dignidad de Madre de Dios y en las consecuencias que de ella se derivan. Verdaderamente jamás podremos honrar harto a la que el Verbo Encarnado venera como madre suya, contempla el Padre amorosamente como a hija muy amada, y el Espíritu Santo mira como templo suyo de predilección. Trátala el Padre con sumo respeto al enviarle un Ángel para que la salude llena de gracia, y le pida su consentimiento para la obra de la Encarnación, por medio de la cual quiere asociarla consigo tan íntimamente; venérala el Hijo, y ámala como a madre suya y la obedece; el Espíritu Santo viene a ella, y en ella pone sus complacencias. Al venerar a María, nos asociamos a las tres divinas personas, y estimamos en mucho a la que ellas en mucho estiman.

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Remedios doctrinales contra la masonería

Publicado por: Servus Cordis Iesu

La mejor y más firme esperanza de remedio está puesta en la virtud de la religión divina, tanto más odiada por los Masones cuanto más temida, juzgamos ser lo principal el servirnos contra el común enemigo de esta virtud tan saludable. Así que todo lo que decretaron los Romanos Pontífices, Nuestros Antecesores, para impedir las tentativas y los esfuerzos de la secta masónica, y todo cuanto sancionaron para alejar a los hombres de semejantes sociedades o sacarlos de ellas, todas y cada una de estas cosas las damos por ratificadas y las confirmamos con Nuestra autoridad apostólica. Y confiadísimos en la buena voluntad de los cristianos, rogamos y suplicamos a cada uno en particular por su eterna salvación que estimen deber sagrado de conciencia el no apartarse un punto de lo que en esto tiene ordenado la Silla Apostólica. Os pedimos y rogamos con la mayor instancia que, uniendo vuestros esfuerzos a los Nuestros, procuréis con todo ahínco extirpar esta asquerosa peste que va serpeando por todas las venas de la sociedad y defender la gloria de Dios. 

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El Martillo de los herejes

Publicado por: Servus Cordis Iesu

San Roberto Belarmino, sobrino del Papa Marcelo II, nació en Montepulciano, cerca de Florencia, en 1542. Desde su juventud, mostró gran piedad y vivo deseo de apostolado. Ingresó a los 18 años en la Compañía de Jesús e hizo sus estudios en Roma, Florencia, Mondovi, Padua y Lovaina, donde fue ordenado de sacerdote y nombrado para una cátedra de teología. Pronto se le consideró como uno de los mejores teólogos de la cristiandad, y el Papa Gregorio XIII le llamó a Roma para confiarle los cursos de Controversias en el Colegio romano donde llegó a tener hasta 2.000 estudiantes. Después de haber sido nombrado provincial de Nápoles, fue de nuevo llamado a Roma por Clemente VIII, quien le nombró consultor del Santo Oficio y después Cardenal. Consagrado obispo, se trasladó en 1602 al arzobispado de Capua, administrándole durante tres años, al cabo de los cuales renunció y volvió a Roma donde permaneció hasta su muerte, acaecida en 1629. Fue beatificado y canonizado por Pío XI que le nombró Doctor de la Iglesia. 

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El Doctor Teólogo

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Gregorio nació en Nacianzo, en Capadocia entre 325 y 330. Fue a estudiar a Atenas en Compañía de su amigo San Basilio, y con él, se aplicó a estudiar la Sagrada Escritura. Después de haber permanecido algún tiempo en la soledad fue elegido obispo de Sásima, y luego de Nacianzo, en 372, y finalmente de Constantinopla en 381 donde su primer cuidado fue combatir la herejía y atraer muchas almas a la pureza de la fe católica. Pero habiéndose levantado una persecución contra él, renunció al episcopado y volvió a Nacianzo dándose por entero a la contemplación de las cosas divinas y a la composición de obras teológicas. Fue enérgico defensor de la consubstancialidad del Hijo de Dios. Tras largos años de recogimiento y de estudio se durmió en la paz del Señor hacia el año 390.

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La Misión de una madre

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Oh madre, ilustre entre todas las madres: la cristiandad honra en ti a uno de los tipos más perfectos de la humanidad regenerada por Cristo. Antes del Evangelio, en aquellos siglos en que la mujer estaba envilecida, la maternidad no pudo tener sobre el hombre sino influencia corta y con frecuencia vulgar; su papel se limitó ordinariamente a los cuidados físicos, y si se ha salvado del olvido el nombre de algunas madres, es porque supieron preparar a sus hijos para la gloria pasajera de este mundo. No se encuentra en la antigüedad pagana ninguna que se haya cuidado de educarlos en el bien, que les haya seguido para sostenerle en la lucha contra el error y las pasiones, para levantarlos en sus caídas; no se encuentra ninguna que se haya dado a la oración y a las lágrimas para obtener su vuelta a la verdad y a la virtud. Sólo el cristianismo ha revelado a la madre su misión y su poder.

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María Santísima, Modelo de las virtudes domésticas

Publicado por: Servus Cordis Iesu

Amados hijos, llamados a constituir nuevas familias, queréis sin duda dar a éstas un carácter esencialmente cristiano y una sólida base de bienestar y de felicidad. Pues os garantizamos la consecución de todo esto en la devoción a María. Tantos títulos tiene María para ser considerada como lo patrona de las familias cristianas y tantos tienen éstas para esperar de ella una particular asistencia.

María conoció las alegrías y las penas de la familia, los sucesos alegres y los tristes: la fatiga del trabajo diario, las incomodidades y las tristezas de la pobreza, el dolor de las separaciones. Pero también todos los goces inefables de la convivencia doméstica, que alegraban el más puro amor de un esposo castísimo y la sonrisa y las ternezas de un hijo que era al propio tiempo el Hijo de Dios.

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Sancte Joseph, Exémplar opíficum

Publicado por: Servus Cordis Iesu

San José, Modelo de los obreros

El 1 de mayo de 1955, atendiendo a las necesidades de los actuales tiempos, S.S. el Papa Pío XII, rodeado de más de 150.000 obreros, representantes de la Asociación Cristiana de Trabajadores, reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para ofrendarle sus afectos y presentes, contestando a los anhelos que le manifestaron de que consagrara solemnemente la Fiesta del Trabajo, sorprendió al mundo obrero católico con el regalo celestial de la institución de la fiesta litúrgica de su patrono San José, virginal Esposo de María Santísima, el humilde y callado y justo trabajador de Nazaret, para que en adelante fuera su protector especial ante Dios, su defensor en la vida, y su refugio en las penas y pruebas del trabajo. Con esto el Padre Santo quiso grabar en la mente de los obreros y trabajadores católicos el significado de la celebración cristiana de la Fiesta del Trabajo, que una concepción materialista y atea pretende imponer en el proletariado universal para ruina de las naciones. Y para darla todo el realce que merece, se la ha titulado Solemnidad de San José Obrero, declarándola de rito doble de primera clase. De este modo la Iglesia, Madre providentísima de todos, ha manifestado su tierna preocupación por amparar y elevar a los obreros, la parte más numerosa del rebaño del Señor a ella confiado.

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